Grabación completa de la Misa del Domingo de Laetáre en St. Marys, Kansas - 2019
«Por la gloria de la Santísima Trinidad, por amor a Nuestro Señor Jesucristo, por devoción a la Santísima Virgen María, por amor a la Iglesia, por amor al Papa, por amor a los Obispos, a los sacerdotes y a todos los fieles, por la salvación del mundo y la salvación de las almas, ¡Guardad este testamento de Nuestro Señor Jesucristo! ¡Guardad el sacrificio de Nuestro Señor Jesucristo! ¡Guardad la Misa de siempre!» Monseñor Marcel Lefebvre, exhortación final del sermón de su jubileo sacerdotal, 1979.
El Sacrificio de Cristo, objeto principal de la contemplación de la Iglesia
En sus conferencias espirituales a los seminaristas, Monseñor Lefebvre insiste en la devoción hacia el santo sacrificio de la misa:
Es vital contemplar la santa Misa, ver en ella a Jesús en la cruz, y ver en esa cruz la cumbre del amor de Dios Nuestro Señor, que puede definirse como el amor llevado hasta el sacrificio de Sí mismo, hasta el sacrificio supremo. Nuestro Señor manifestó su amor por su Padre, su amor por el prójimo, hasta el sacrificio supremo, hasta derramar la última gota de su sangre. Este ha sido siempre el objeto principal de la contemplación de la Iglesia.
Eso se perdió un poco de vista a causa del hincapié puesto en la devoción hacia la presencia real, devoción perfectamente legítima, pero que dejó en la penumbra la devoción hacia la Misa en sí misma. Pienso que en nuestro tiempo hay que volver a realzar la devoción hacia el sacrificio de Nuestro Señor, hacia la Misa.
Esa es precisamente la devoción central de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X.
Por consiguiente, guardar la Misa de siempre y rechazar la nueva Misa instituida por el papa Pablo VI, fue uno de los combates principales del prelado de Ecône. En la nueva Misa veía la causa de la pérdida del espíritu de sacrificio, que es, sin embargo, propio del espíritu cristiano.