Islam, razón y libertad
Sin detenernos a hacer comparaciones entre el islam y el cristianismo, a continuación, trataremos de comprender la causa de este encarcelamiento vivido en la religión de Mahoma. Una de las principales respuestas a nivel natural que el islam rebasa la razón humana y niega la libertad.
De la confesión de los convertidos del islam al cristianismo, el sentimiento dominante que sigue luego de su bautismo es la alegría de sentirse libres y amados. Amados, pues se han convertido enhijos de Dios, hijos de un Padre atento, mientras que antes no eran más que esclavos de un dios despreocupado. Libres, pues descubren que estaban aplastados por una plancha de plomo y ahora gozan de la libertad de ser hijos de Dios.
Testimonios de convertidos
¿Cuál es el lugar que ocupa la inteligencia en el mahometanismo, cuál es la relación entre la fe y la razón? Sin querer caricaturizar, es necesario admitir que en esta ideología, al igual que el hombre, la razón está sumisa. Es necesario creer, sin plantearse preguntas. Aquí, la razón no está para descubrir la verdad, simplemente está al servicio de la ley. Tomemos algunos ejemplos de conversión. El célebre iraquí Joseph Fadelle, ferviente musulmán en sus principios, puso en duda su fe pues un cristiano lo invitó a leer el Corán comprendiendo lo que decía. Apegándose a esta iniciativa, el futuro bautizado fue a ver a su Imam, un hombre sabio, quien aceptó que no podía responder a todas las contradicciones internas de esta “religión”, que sólo había que creer “y eso era todo”. Esta negación de la inteligencia que vivió el señor Fadelle entre los chiítas, otros lo han encontrado entre los sunitas. En Egipto, Mark Gabriel, antiguo doctor de la universidad Al Azhar, en el Cairo, la más prestigiosa del mundo, también planteó cuestionamientos pertinentes. Siempre se le respondía: “Aquello que el profeta dice que se debe hacer, considérelo como evidente”. Y cuando las objeciones fueron más explícitas, tuvo que sufrir una verdadera persecución que lo llevó al cristianismo. Sélim Kerboua, nacido en Algeria en 1958, explica lo que le llamó la atención del cristianismo: “La profundidad que no existe en el Islam. Muchas trivialidades e incoherencias en el Corán me sacudían (sorprendían). Al contrario del Evangelio, en el Corán no hay unidad. Todo se puede interpretar de mil maneras según el lugar y el momento en el que uno se encuentra. Y además, los musulmanes no hacen el esfuerzo de buscar la objetividad, de tender a lo alto, pues el islam no los incita a tal. El espíritu musulmán se compromete con errores manifiestos; niega la verdad más evidente… personalmente, el bautismo me liberó”.