La crisis de la Iglesia y Fátima
El año en que se conmemora el centenario de Fátima (2016-2017) se inauguró el día de Pentecostés con una noticia que ha dado mucho de qué hablar. El teólogo alemán Ingo Döllinger, transmitió al sitio OnePeterFive que después de la publicación del Tercer Secreto de Fátima, el cardenal Ratzinger le habría confiado: «¡Todavía no se ha publicado todo!». La Oficina de Prensa Vaticana intervino de inmediato, publicando un mentís según el cual «el papa emérito Benedicto XVI comunica 'no haber hablado nunca con el profesor Döllinger sobre este tema'», y afirma de modo tajante que las declaraciones atribuidas al profesor Döllinger al respecto «son pura invención, absolutamente no verdaderas», confirmando categóricamente: «La publicación del Tercer Secreto de Fátima es completa».
Desmentida que no convence a quienes, como Antonio Socci, han sostenido siempre la existencia de una parte no divulgada del secreto, la cual hablaría del abandono de la fe en la cúpula de la Iglesia. Otros estudiosos, como el doctor Antonio Augusto Borelli Machado, consideran que el secreto divulgado por la Santa Sede está completo y es trágicamente elocuente. Ateniéndonos a los datos de que disponemos, hoy por hoy, es imposible afirmar con plena certeza que el texto del tercer Secreto esté completo, como también que esté incompleto. Lo que sí parece totalmente cierto es que la profecía de Fátima no se ha cumplido y que su cumplimiento tiene que ver con una crisis sin precedentes en el seno de la Iglesia.
A propósito de esto, conviene recordar un importante principio hermenéutico. Por medio de revelaciones y profecías que no acrecientan nada el depósito de la fe, el Señor nos brinda, en ocasiones, una dirección espiritual que nos orienta en las épocas más oscuras de la historia. Y, si bien es cierto que las palabras divinas arrojan luz en tiempos tenebrosos, no es menos cierto lo contrario: en su dramática evolución, los sucesos de la historia nos ayudan a entender el significado de las profecías.
Cuando el 13 de julio de 1917 la Virgen anunció en Fátima que si la humanidad no se convertía, Rusia difundiría sus errores por el mundo, esas palabras resultaban incomprensibles. Los acontecimientos sacaron a la luz el significado. Después de la Revolución Bolchevique de octubre de 1917, quedó claro que la expansión del comunismo era el instrumento del que Dios quería servirse para castigar al mundo por sus pecados.
Entre 1989 y 1991, el imperio del mal soviético se desmoronó en apariencia, pero la desaparición de su envoltorio político permitió una difusión más amplia del comunismo en el mundo, difusión que tiene su núcleo ideológico en el evolucionismo filosófico y el relativismo moral. La filosofía de la praxis, que según Antonio Gramsci, sintetiza la revolución cultural marxista, se ha convertido en el horizonte teológico del nuevo pontificado, trazado por teólogos como el cardenal alemán Walter Kasper y el arzobispo argentino Víctor Manuel Fernández, inspirador de la exhortación apostólica Amoris Laetitia.
En este sentido, no debemos tomar el Secreto de Fátima como punto de partida para entender que está teniendo lugar una tragedia en la Iglesia, sino partir de la crisis eclesial para entender el significado fundamental del Secreto de Fátima. Una crisis que se remonta a los años sesenta del siglo XX, y que con la abdicación de Benedicto XVI y el pontificado de Francisco, ha experimentado una aceleración sin precedentes.
Mientras la Oficina de Prensa Vaticana se apresuraba a desactivar el caso Döllinger, estallaba otra bomba con mucha mayor resonancia. Durante la presentación del libro de profesor Roberto Regoli, Oltre la crisi della Chiesa. Il pontificato di Benedetto XVI, que tuvo lugar en el aula magna de la Pontificia Universidad Gregoriana, monseñor Georg Gänswein ponía de relieve la renuncia al pontificado del papa Ratzinger con estas palabras: «Desde el 11 de febrero de 2013, el ministerio papal no es el mismo que antes. Es y sigue siendo el cimiento de la Iglesia Católica; no obstante, es un cimiento que Benedicto XVI ha transformado de un modo profundo y duradero en su pontificado de excepción».
Según el arzobispo Gänswein, la dimisión del Papa teólogo ha hecho época, porque ha introducido en la Iglesia Católica la novedosa institución del Papa emérito, transformando el concepto de munus petrinum, el ministerio petrino. «Tanto antes como después de su dimisión, Benedicto ha entendido y entiende su misión como participación en dicho ministerio petrino. Aunque abandonó el solio pontificio con su decisión del 11 de febrero de 2013, no abandonó, en realidad, dicho ministerio. Por el contrario, integró el cargo personal en una dimensión colegial y sinodal, casi un ministerio en común. (…) Desde la elección de su sucesor Francisco, el 13 de marzo de 2013, no hay por tanto dos Papas, sino un ministerio ampliado de facto, con un miembro activo y otro contemplativo. Por ese motivo, Benedicto XVI no renunció a su nombre ni a la vestidura talar blanca. Y por esa razón, la forma correcta de dirigirse a él sigue siendo el tratamiento de Santidad. También por esa razón, no se ha retirado a un monasterio apartado, sino al interior del Vaticano. Como si se hubiera hecho a un lado para dejar sitio a su sucesor y a una nueva etapa en la historia del papado. (…) Con un acto de extraordinaria audacia, lo que ha hecho es renovar el cargo pontificio (contrariando la opinión de consejeros bien intencionados y sin duda competentes), y con un último esfuerzo, lo ha potenciado (como espero). Esto ciertamente no lo podrá demostrar sino la historia. Pero en la historia de la Iglesia, el año 2013 quedará como aquel en que el celebre teólogo que ocupaba el trono de San Pedro se convirtió en el primer papa emérito de la historia».
Este discurso resulta chocante, y por sí solo pone de manifiesto que no hemos superado la crisis de la Iglesia, sino que nos encontramos más que nunca dentro de dicha crisis. El Papado no es un ministerio que pueda ampliarse, porque es un cargo, y un cargo atribuido personalmente por Jesucristo a un único Vicario y un único sucesor de San Pedro. Lo que distingue a la Iglesia Católica de las demás iglesias y religiones, es la misma existencia de un principio unitario e indivisible encarnado en la persona del Sumo Pontífice. El discurso de monseñor Gänswein da a entender que hay una Iglesia bicéfala y aumenta la confusión en una situación ya demasiado confusa.
Una frase vincula la segunda y la tercera parte del Secreto de Fátima: «En Portugal se conservará siempre el dogma de la fe». La Virgen se dirige a tres pastorcillos portugueses y les garantiza que su país no perderá la fe. ¿Y dónde se perderá la fe? Siempre se ha creído que la Virgen se refería a la apostasía de naciones enteras, pero cada vez se ve más claro que la pérdida mayor de la fe está teniendo lugar entre el clero.
Un «obispo vestido de blanco» y «varios otros obispos, sacerdotes y religiosos de ambos sexos» constituyen la parte central del Tercer Secreto, con un trasfondo de ruina y muerte, que es legítimo suponer que no sea sólo material, sino también espiritual. Lo confirma la revelación que tuvo sor Lucía en Tuy el 3 de enero de 1944, antes de poner por escrito el Tercer Secreto y que por tanto, está indisolublemente ligada a él. Tras la visión de un terrible cataclismo cósmico, sor Lucía cuenta que sintió en su corazón «una voz suave que le decía: 'con el tiempo, habrá una sola fe, un solo bautismo, una sola Iglesia, Santa, Católica y Apostólica. ¡En la eternidad, el Cielo!'».
Estas palabras suponen la negación radical de toda forma de relativismo religioso, al cual la voz celeste contrapone la exaltación de la Santa Iglesia y de la Fe católica. El humo de Satanás podrá infiltrarse en la Iglesia a lo largo de la historia, pero quien defienda la integridad de la Fe ante las potencias del infierno, verá, en el tiempo y en la eternidad, el triunfo de la Iglesia y del Corazón Inmaculado de María, sello definitivo de la trágica pero entusiasmante profecía de Fátima.
Roberto de Mattei
Fuente: www.corrispondenzaromana.it [Traducido por J.E.F en Adelante la Fe]