La Cuaresma no es un ramadán católico

Mientras que el portal de noticias del Vaticano (Vatican News) escribió un artículo titulado "Ramadán, un Tiempo de Oración y Reconciliación por el bien de la creación", y busca todas las similitudes posibles entre la Cuaresma y el ramadán, incluso recurriendo a un musulmán con este fin, es bueno recordar las profundas diferencias que los separan.
Esta página reproduce un artículo publicado en La Porte Latine, extraído del boletín Apostol.
Al contrario de lo que algunos insinúan, existen muchas diferencias entre el ayuno del musulmán y la penitencia del católico.
Dada la creciente visibilidad y la indiscreta publicidad mediática del ramadán en la sociedad francesa, cada vez más católicos, sobre todo entre los que han vuelto recientemente al credo, tienden a entender la Cuaresma como un ramadán al estilo católico.
La comunicación del Vaticano y de los obispos, que envían cada año un mensaje de fraternidad a los musulmanes con motivo del comienzo del ramadán, contribuye a mantener esta confusión, ya que a veces se establece una analogía entre la Cuaresma y el ramadán, presentando este último como un tiempo santo y bendecido.
Sin embargo, aunque el ramadán presenta algunas similitudes superficiales con la cuaresma, que es históricamente anterior en más de dos siglos, sería una caricatura si intentara imitarla.
A diferencia del ramadán, que es una simple obligación ritual prescrita en el Corán, la Cuaresma encuentra su riqueza de significado en la historia sagrada en la que se inscribe: así como el pueblo hebreo, al salir de Egipto, pasa cuarenta años en el desierto —el tiempo para que se renovara la generación que se negó a abandonar el paganismo egipcio— antes de llegar a la Tierra Prometida, el pueblo cristiano es llamado cada año, durante los cuarenta días de la Cuaresma, a renovarse interiormente abandonando sus malos hábitos de pecado para vivir de una manera más santa y agradable a Dios.
En el espíritu de la Iglesia, la Cuaresma es la preparación para la gran fiesta de Pascua: es un tiempo de mortificación -hacer morir al hombre viejo- que prepara el corazón del hombre para renacer espiritualmente con Cristo, vencedor del demonio y del pecado, en Pascua. De ahí nacen las numerosas diferencias entre el ayuno del musulmán y la penitencia del católico.
El ramadán es ante todo un acontecimiento comunitario, un marcador de pertenencia social y religiosa, mientras que la Cuaresma es un tiempo de conversión personal, aunque el pueblo católico está llamado a vivirla juntos al ritmo de la liturgia.
El musulmán que hace el ramadán debe, por tanto, poder ser reconocido públicamente como tal y, en caso de infracción de la regla y según las circunstancias, ser sometido a presión social o incluso a una sanción.
Por el contrario, nuestra Cuaresma comienza con estas palabras de Nuestro Señor, que condena toda actitud ostentosa: "Pero tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro, para que no seáis visibles a los hombres que ayunáis, sino a vuestro Padre que está escondido" (Mt 6, 17-18).
Como marcador social, el ramadán se centra en consecuencia en ciertos actos externos (comer, beber, fumar...); pero la Cuaresma, siguiendo la enseñanza de Jesucristo, busca sobre todo, a través de las observancias externas del ayuno y la abstinencia, la curación del alma.
Por eso la Cuaresma no se limita a ayunar, sino que, en un sentido más amplio, busca destruir el pecado y todo afecto desordenado en nosotros. El ayuno es, por cierto, solo una parte del tríptico cuaresmal tradicional: oración-ayuno-limosna.
El ayuno del ramadán es brutal y excesivo (no se come ni se bebe nada, ni siquiera agua, durante todo el día; pero durante la noche, todo está permitido) y, por lo tanto, a veces imprudente, dando lugar a comportamientos agresivos y violentos, lo cual es un hecho social comprobado.
La penitencia de la Cuaresma, por su parte, es moderada: abstinencia de carne los viernes; ayuno (es decir, una sola comida al día) el miércoles de ceniza y el viernes santo. El resto se deja a la libertad de cada uno. Por lo tanto, opera suavemente la transformación de los corazones y las costumbres.
El ramadán no es un tiempo de penitencia, sino de obediencia a la ley del Corán: la ruptura del ayuno, cada noche, conduce más bien a costumbres festivas y de convivencia.
La Cuaresma, por su parte, solo se corona al cabo de un largo periodo de 40 días de alegrías pascuales: es un tiempo de penitencia y expiación por los pecados que hemos cometido; un tiempo de lucha espiritual para eliminar de nuestro corazón las malas tendencias que reinan en él; es un tiempo de lucha y lágrimas.
Estas numerosas y profundas diferencias señaladas son suficientes para protegernos de cualquier confusión perjudicial entre la Cuaresma y el ramadán, así como de cualquier intento de imprimir en nuestra Cuaresma un espíritu ramadánico. Por el contrario, debemos mostrar discreción, en ambos sentidos de la palabra, durante la santa cuarentena.
Esto significa, en primer lugar, que debemos asegurarnos de no molestar a los demás, de no imponernos ni de llamar la atención de quienes nos rodean. Esto significa, además, que debemos elegir libre e inteligentemente las penitencias adecuadas a nuestras posibilidades y necesidades, además de lo que la ley de la Iglesia impone ahora con moderación, asegurándonos, sobre todo, a través de nuestras resoluciones, de mortificar los movimientos desordenados del corazón.
La correcta comprensión de lo que es la Cuaresma, en comparación con el ramadán, también debería evitar que caigamos en la complacencia ingenua de esas personas de la Iglesia que no dudan en desear un bendito o santo ramadán.
Que muchos musulmanes practiquen el ramadán con sinceridad, e incluso con el deseo de mejorar y purificarse, es muy posible. Pero que obispos, sacerdotes o simples bautizados llamen santo lo que se hace mediante la negación de Cristo, Hijo de Dios, único Salvador y único Santo, es contrario al amor de Jesucristo y de los musulmanes.
Padre Louis-Marie Berthe, FSSPX
Fuentes: Apostol n° 194/La Porte Latine – FSSPX.Actualités
Imagen: DR