La desacralización de los sagrados misterios - Palabras de Monseñor Lefebvre
He aquí unas palabras de Monseñor Marcel Lefebvre, fundador de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, sobre las consecuencias del Novus ordo missæ, entre las cuales una de las más importantes es la desacralización de los sagrados misterios.
La desacralización ha tenido lugar primeramente:
Por la lengua vernácula - La supresión de la lengua sagrada, que es el latín, ha vuelto en cierto modo profana la santa misa y ha hecho de ella algo que ya no es realmente sagrado.
Por la pronunciación de esa traducción en voz alta durante toda la santa misa - Ya no quedan momentos de silencio y el sacerdote ya no dice nada en voz baja. Ahora bien, el concilio de Trento hizo alusión a las diversas oraciones del santo sacrificio de la misa que se dicen de modo secreto y que invitan a la meditación sobre el gran misterio que se realiza.
Por la introducción de la mesa en lugar del altar - El altar, para ser considerado como tal, tenía en principio que ser de piedra. El sacrificio se ofrece sobre una piedra. Ahora bien, se ha suprimido la piedra de altar, ya que no es obligatoria, y ahora se reemplaza el altar por una simple mesa.
Por la posición del sacerdote - La misa de cara al pueblo no invita de ningún modo al recogimiento ante el misterio que se realiza. El mismo sacerdote se distrae con las personas que tiene delante y la gente se distrae con el sacerdote, sobre todo si este último es algo enérgico, un poco desordenado, o hace las cosas de un modo poco respetuoso. Por lo menos, cuando el sacerdote da la espalda, son cosas que se perciben menos. También en esto hay una disminución del carácter sagrado de la misa.
Por la distribución de la Eucaristía por los fieles - A mi parecer, la distribución de la comunión en la mano no sólo ha disminuido el carácter sagrado de la sagrada Eucaristía, sino que tiene un carácter casi sacrílego. Es uno de los ejemplos de sacrilegio que da Santo Tomás. Ahora nos puede reclamar que es la Iglesia la que lo permite, pero Ella no puede permitir semejante manipulación de la sagrada Eucaristía.
Por la santificación de los ornamentos del celebrante - Ahora, en la mayor parte de los casos, ya no se usan ornamentos. Sólo se usa un alba, que se parece a la que usan los protestantes de Taizé, y una estola que está cosida al alba, de modo tal que para colocarse esta prenda que se cierra con una cremallera, en pocos segundos ya está revestido de sacerdote, y en unos pocos segundos más, se vuelve seglar. ¿No es esto otra desacralización más? La belleza de los ornamentos manifiesta también el carácter importante y noble de la consagración.
También la concelebración, lejos de contribuir a la dignidad de la misa, le ha dado el carácter de algo ordinario. El hecho de que los sacerdotes extiendan simplemente las manos en la consagración no es cosa digna hacia la Sagrada Eucaristía y el sacrificio. Y por último, yo añadiría que la multiplicidad de la plegarias eucarísticas autorizadas suprime igualmente el carácter fijo, sagrado y de tradición que tenía el Canon de la misa, del cual dijo el concilio de Trento que no hay nada tan Santo ni tan hermoso como este Canon romano.
El uso del pan fermentado, es decir, ordinario, para la Eucaristía, es algo completamente contrario a la Tradición y a la costumbre de la Iglesia. ¿Por qué nos pide la Iglesia usar pan ázimo, es decir, sin levadura? San Pablo nos dicen en sus cartas que Nuestro Señor Jesucristo es el fermento de la Eucaristía. Precisamente por ello, la Iglesia nos pide que no haya fermento en la masa del pan, porque el mismo Jesucristo, Nuestro Señor es quien representa el fermento de la Eucaristía y la vida del pan eucarístico. Por lo tanto es una costumbre muy hermosa y significativa. En cuanto al hecho de emplear pan ordinario fermentado, que contiene levadura, es también una falta de comprensión y aplicación de esa tradición tan hermosa.
Hasta ahora, en todas estas consideraciones sobre el Novus ordo missæ, no he mencionado sino cosas oficiales. No se trata de creaciones o inventos hechos por algunos sacerdotes sino de lo que está autorizado oficialmente por Roma, y eso que no hablo, evidentemente, de la creatividad de la que por otra parte ha hablado Roma, sobre todo Mons. Bugnini, como si la liturgia tuviera que estar siempre en evolución y en movimiento. Pero no hablemos de ello, porque en ese caso tendríamos que hablar días enteros.
Monseñor Marcel Lefebvre+
LA MISA DE SIEMPRE.