La devoción de las Tres Avemarías
Matthias Grünewald
Una devoción revelada por la Santísima Virgen
La devoción de las tres Avemarías es muy sencilla. Consiste en rezar, todos los días, tres Avemarías en honor a la Virgen María, Madre de nuestro Dios y Señor Jesucristo. Esta beneficiosa práctica fue revelada y enseñada por la Santísima Virgen a Santa Matilde, benedictina del siglo XIII, en el monasterio de Hefta, Alemania. Santa Matilde era hermana de Santa Gertrudis. Un día, mientras Santa Matilde le pedía a la Virgen María que se dignase asistirla con su presencia en su última hora, la Virgen le respondió: "Te lo prometo, pero debes rezar tres Avemarías todos los días".
Desde entonces, un sinnúmero de cristianos ha abrazado esta práctica de rezar diariamente las tres Avemarías, viéndolo como un medio seguro de obtener la perseverancia final en el momento de la muerte. Nuestra Señora le explicó a Santa Matilde que el número tres hace referencia a las tres personas de la Santísima Trinidad, que nunca habían dejado de colmarla, a ella, la Madre de Dios, de todas las gracias.
"Así, a la hora de la muerte, Dios Padre te consolará y alejará todo poder enemigo de ti; Dios Hijo llenará tu alma con las luces de la fe y la sabiduría; el Espíritu Santo te concederá la dulzura del amor divino para vencer los dolores y la amargura de la muerte". Esta es la promesa de Nuestra Señora a Santa Matilde1 .
Un medio muy eficaz para asegurar la salvación
San Leonardo de Porto Mauricio (1676-1751), célebre misionero, aconsejaba rezar las tres Avemarías, en la mañana y en la noche, en honor a María Inmaculada, para obtener la gracia de evitar todo pecado mortal, durante el día y durante la noche; además, prometía con seguridad la salvación a aquellos que fueran constantemente fieles a esta devoción.
El Papa San Pío X aconsejaba también esta devoción de las tres Avemarías por la mañana y por la noche, e incluso le concedió algunas indulgencias.
Se debe enseñar también a los niños
San Alfonso de Ligorio (1696-1787), doctor de la Iglesia, exhortaba especialmente a los padres y a los responsables de la educación a asegurarse de que los niños fueran fieles en rezar diariamente sus tres Avemarías, en la mañana y en la noche.
Uno de los primeros en rezar y recomendar la devoción de las tres Avemarías fue San Antonio de Padua, doctor de la Iglesia. Su principal finalidad a través de esta práctica era honrar la virginidad inmaculada de María y conservar una pureza perfecta de mente, corazón y cuerpo, en medio de los peligros del mundo.
La virginidad de María
Nuestra Señora concibió a su Hijo Jesús no de un padre humano, sino por obra y gracia del Espíritu Santo; por eso afirmamos que permaneció virgen en la concepción del Niño Jesús.
Nuestra Señora dio a luz a su Hijo Jesús, el Hijo de Dios, conservando milagrosamente su virginidad; por eso afirmamos que permaneció virgen durante el parto.
Nuestra Señora no tuvo otros hijos después de su único Hijo primogénito Jesús; por eso la honramos bajo el título de Bienaventurada María siempre virgen.
- 1Livre de la grâce spéciale, ch. 47.