La facultad de hacer el mal es un defecto de la voluntad - Palabras de Mons. Lefebvre
Grabémoslo bien en nuestra cabeza. La facultad de hacer el mal es un defecto de la libertad. Eso es lo que condena el liberalismo. Para los liberales, precisamente, el hombre es libre; somos libres y por eso podemos hacer el bien y el mal, y si no pudiéramos hacer el mal no seríamos libres. Ese es su razonamiento.
Si la facultad de hacer el bien y el mal fuese un bien y una perfección, tendríamos la impresión de poder hacer más que si eligiéramos sólo cosas buenas: podríamos elegir también las malas. A primera vista, sería una facultad más amplia, pero no es así, porque si fuera una perfección también lo sería para Dios, que de este modo también podría hacer el mal. Sin embargo, Dios es sumamente libre. Posee la libertad en un grado infinito, pero no puede hacer el mal. Lo mismo sucede con los bienaventurados, ángeles u hombres.
En cambio, los ángeles antes de su prueba, podían hacer el mal moral, es decir, pecar. Dios les había propuesto algo nuevo: su posible elevación a la visión beatífica o, como dicen algunos, les había revelado el misterio de la Encarnación y su voluntad de hacerse hombre; y entonces, algunos se rebelaron. Descartaron la necesidad de algo que no poseyeran ya por naturaleza, o siendo espíritus puros, negaron la obligación de adorar a un hombre Dios, compuesto de materia, es decir, a Nuestro Señor Jesucristo.
Por eso, para los ángeles y para los hombres la facultad de cometer el mal no es ninguna perfección. En eso justamente hizo hincapié San Agustín contra los pelagianos.
Si el poder apartarse del bien fuese según la naturaleza y perfección de la libertad, entonces Dios, Jesucristo, los ángeles, los bienaventurados, en todos los cuales no se da semejante poder, o no serían libres, o lo serían con menor perfección que el hombre viador e imperfecto.
Por supuesto, eso es impensable. Dios, los ángeles y los elegidos serían menos libres y menos perfectos que los hombres. Además, basta reflexionar un poco: elegir el mal, sólo puede ser un defecto. Si hacemos una comparación con la enfermedad: ¿qué es más perfecto, poder estar enfermo o no? Si estar enfermo fuese mejor que no poder estarlo - los santos del cielo no pueden estarlo - los hombres en la tierra podrían "elegir" entre la salud y la enfermedad, y así nosotros seríamos más perfectos en la tierra que en el cielo. Eso es ridículo.
Elegir el mal es un defecto y no puede ser más que eso. En el fondo, se elige la propia destrucción... es suicidarse. Querer lo que es pecado es querer la propia imperfección y, por lo tanto, la nada. ¿Cómo podría Dios querer su propio mal? Eso es imposible, pues ya no sería Dios. ¿Cómo podrían los ángeles y los elegidos, que están en el gozo perfecto y en la perfección absoluta, destruirse a sí mismos por buscar el mal? Eso es imposible.
Grabémoslo bien en nuestra cabeza. La facultad de hacer el mal es un defecto de la libertad. Eso es lo que condena el liberalismo. Para los liberales, precisamente, el hombre es libre; somos libres y por eso podemos hacer el bien y el mal, y si no pudiéramos hacer el mal no seríamos libres. Ese es su razonamiento.
Este es el pensamiento que dirige nuestras sociedades actuales, que se llaman liberales: el hombre es libre y tiene que poder ejercer su libertad y hacer todo lo que quiera.
Monseñor Marcel Lefebvre
SOY YO, EL ACUSADO, QUIEN TENDRÍA QUE JUZGAROS