La incomparable dignidad de San José
Fue conveniente y necesario que la Virgen Inmaculada tuviera tanta pureza que no se pudiera encontrar otra mayor debajo de Dios; así también, era necesario que San José gozara de tanta excelencia, que no hubiera otra semejante a la de María.
Si los dones son proporcionados a la grandeza de la vocación, hemos de reconocer que después de la Santísima Virgen, no hubo jamás ninguna criatura más enriquecida de gracias, gloria y nobleza que San José; las cuales le hicieron a los ojos de Dios más grato e idóneo para la inefable dignidad que le encomendó.
¿Quieres saber quién es San Jose y cuál es su excelencia? Es un retrato vivo de la Santísima Virgen y ambos son dos azucenas purísimas y hermosas de los divinos vergeles; azucenas cuya pureza y blancura es mucho más elevada que todas las obras salidas de las manos de Dios. Dice San Francisco de Sales que José y María eran como dos purísimos espejos, puestos el uno enfrente del otro, y que los rayos de santidad que el Sol de Justicia, Cristo Jesús, enviaba a María, Ella con perfecta reverberación los comunicaba a San José; de manera que las virtudes de San José y de la Santa Virgen parecía iguales y las mismas.
Si la Virgen Inmaculada por su angelical pureza fue proclamada Reina de las vírgenes, San José fue el primero de los hombres que con voto consagró al Señor su virginidad. Si la celestial belleza de María engendraba castidad en los que la miraban, San José con su ejemplar modestia inflamaba en amor de esta santa virtud. Si en el Corazón de María no hubo nunca ni el hálito de imperfección, el alma de San José no experimentó jamás el fómite de la concupiscencia. Si la Santa Virgen fue más santa y perfecta que todos los ángeles y santos, San José es justísimo en grado inferior a María, pero superior a todos los demás justos.
Al llamar el Evangelio a San José, "varón justo", nos quiere decir: un varón a cuyos pies estaban abatidos todos los vicios, dominadas las pasiones y desvanecidas las culpas. Un varón en cuya alma brillaban todas las buenas cualidades y virtudes, que corría con pasos agigantados por la senda de la santidad más consumada.