¿La infidelidad impide el matrimonio?
He aquí el primer artículo, de una serie de 4, sobre la reforma del Derecho Canónico, emprendida por el Papa Francisco por su Motu Propio Mitis Iudex Dominus Iesus, respecto a los procesos de nulidad del matrimonio.
Entre los casos en los que la nulidad del matrimonio fuera “particularmente evidente”, el motu proprio indica ”la falta de fe que pueda generar la simulación del consentimiento o el error que determina la voluntad”. Ahora bien, el matrimonio es ante todo una realidad natural, aun cuando haya sido elevada por Nuestro Señor al rango de sacramento. ¡Entonces, no es necesario tener fe para casarse!
El hecho de que el matrimonio entre personas bautizadas sea siempre un sacramento no postula que tengan fe. Ellas no pueden contraer matrimonio sin recibir el sacramento, ¡pero no están obligadas a creerlo! Hasta el primero de los sacramentos, el Bautismo (llamado el “sacramento de la fe”), podría ser recibido válidamente sin la fe.
Que un falso catecúmeno, que no quisiera el Bautismo más que por un motivo temporal (para poder casarse, por ejemplo), se presentara voluntariamente a la ceremonia, eso sería suficiente para que el sacramento sea conferido válidamente aunque infructuosamente. El carácter bautismal sería impreso en su alma, y para recibir la gracia del sacramento, le sería suficiente el confesarse de su sacrilegio (recibiendo el Bautismo en malas disposiciones) así como de otros eventuales pecados graves cometidos después del Bautismo.
La Iglesia reconoce la validez del matrimonio de personas que profesan graves errores a su respecto: “El simple error sobre la unidad, la indisolubilidad o de la dignidad del sacramento del matrimonio, incluso si es causa de contrato, no invalida el consentimiento matrimonial.” (Código de Derecho Canónico de 1917, canon 1084).
Desde luego, una falsa creencia podría estar en el origen de una intención que excluiría el matrimonio, pero esto debe ser probado y no es en absoluto “evidente”. “Es así que se casan verdaderamente, a pesar de sus errores o sus prejuicios: los infieles (no creyentes) que creen que llegando a ser ricos podrían casarse con una segunda mujer, los cismáticos orientales que están persuadidos de que el lazo conyugal puede ser roto a causa del adulterio, los protestantes bautizados que consideran que el matrimonio no es un sacramento, y tanta gente que se engaña o son engañados” (Mons. Martin, Précis théologique et canonique sur le mariage).
Sería necesario, sobre todo, preguntarse por qué tanta gente se casa sin tener fe, sin saber exactamente a qué les obliga el matrimonio, en lugar de pedir perdón por las faltas del pasado, la Iglesia conciliar haría mejor en pedir perdón a los millones de católicos que ha traicionado y que continúa traicionando.
¿Por qué los sacerdotes no dan un verdadero catecismo a los bautizados que llegan a ellos para casarse? ¿Cómo es que los eclesiásticos que no hablan más que de “pastoral”, son capaces de dejar pasar esta oportunidad única de cuidar a esas almas?
Mientras que la enseñanza de los que son ignorantes es una obra de misericordia, la Iglesia conciliar se apoya en esa ignorancia para sumergir más aún a las almas en la miseria. ¡Que Dios nos preserve de esta “misericordia”!
Padre Thierry Gaudray
Sacerdote de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X
Fuente: La Porte Latine