La Misa del Concilio Vaticano II
El Novus Ordo Missae, o Nueva Misa, se dio a conocer el 3 de abril de 1969. En este artículo, les proponemos ver por qué razones se rechaza esta reforma que cambió totalmente la liturgia católica.
Por el R.P. Pierre Mouroux, FSSPX
Si bien en las reformas que la precedieron, a veces se podía lamentar una tendencia hacia lo “moderno”, es preciso recordar que estos cambios no tocaban la fe, ya que se trataba de meras cuestiones disciplinarias, como lo explicó muy claramente Mons. Lefebvre. Por eso, en la Fraternidad Sacerdotal San Pío X se dice la Misa Tridentina según el rito de 1962, o sea, de Juan XXIII. En este rito no hay nada que vaya contra la fe. Mons. Lefebvre lo tomó recordando que:
Existe una cierta clase de obligación a obedecer a la Santa Sede, cuando no hay razones graves para no obedecerla, y aun cuando pueda haber algunos inconvenientes”. (1)
Ahora bien, si no seguimos la reforma litúrgica de 1969 es justamente porque hay razones graves para no hacerlo, no simplemente porque nos parece más bonito el rito tridentino. Veamos, pues, cuáles son estas razones.
No se trata aquí de argumentar a partir de los excesos que se pueden ver en las celebraciones modernas, que son evidentemente malas y sancionables, sino de estudiar el Novus Ordo Missae tal y como apareció en los libros litúrgicos oficiales publicados por la Santa Sede. O sea, que los puntos que vamos a denunciar se encuentran en todas las misas nuevas, hasta las celebradas lo mejor posible, ¡incluso en las que se dicen en latín!
Por eso nos apoyaremos en el Breve Examen Crítico del Novus Ordo Missae de los cardenales Ottaviani y Bacci, quienes declararon que el nuevo rito:
Se aleja de manera impresionante, en el conjunto como en el detalle, de la teología católica de la Santa Misa tal como fue formulada en la XXII Sesión del Concilio de Trento”.