La modestia cristiana
Dado el mundo en que vivimos ahora: un mundo de materialismo y lleno de todo tipo de vanidades, es oportuno tratar nuevamente sobre la modestia, algo que no atañe solamente a las mujeres en su manera de vestir, sino también a los hombres.
Lamentablemente, cuando hablamos de la modestia la gente piensa inmediatamente que es algo que atañe solamente a las mujeres en su manera de vestir. Pero no es así en la realidad, porque vemos como también los hombres pueden escandalizar a las mujeres con su manera de vestir. Además, los hombres tienen un gran papel en la propagación de la modestia. Los papás que son hombres, supuestamente educadores de sus hijos, deben educar a sus hijos en la manera correcta de vestir. Nosotros hombres, que tenemos hermanas o hermanitas, ¿acaso no tenemos la obligación de corregirlas cuando usan ropas provocativas o ropas que no son suficientemente modestas? Este artículo quiere ser una ayuda para nuestras señoritas y señoras, para que tengan una idea de la verdadera modestia cristiana; también, para que los papás se aseguren de que sus hijos, y especialmente, sus hijas, no sean causa de que muchas almas se condenen al infierno.
El Mensaje de la Virgen de Fátima
“Más almas se van al infierno por pecados de la carne (es decir, pecados en contra del 6º y 9º mandamientos) que por cualquier otra razón”. Nuestra Señora de Fátima le dijo a Jacinta, “Se introducirán ciertas modas que ofenderán gravemente a Mi Hijo”. Jacinta también dijo, “Las personas que sirven a Dios no deberían seguir las modas. La Iglesia no tiene modas; Nuestro Señor es siempre el mismo”.
“¡Ay de aquél que cause el escándalo!” (Mateo 18:7). La modestia es una virtud que regula los movimientos del cuerpo, la vestimenta, los gestos y las palabras. Como fruto del Espíritu Santo, todo esto lo hace sin trabajo y como naturalmente, y además dispone todos los movimientos interiores del alma, como estando en la presencia de Dios. Nuestro espíritu, ligero e inquieto, está siempre revoloteando para todos lados, apegándose a toda clase de objetos y charlando sin cesar. La modestia lo detiene, lo modera y deja al alma en una profunda paz, que la dispone para ser la mansión y el reino de Dios: el don de presencia de Dios. Al don de presencia de Dios le sigue rápidamente el fruto de modestia. La presencia de Dios es una gran luz que hace al alma verse delante de Dios y darse cuenta de todos sus movimientos interiores y de todo lo que pasa en ella con más claridad de la que vemos los colores de la luz del mediodía. La modestia nos es completamente necesaria, porque la inmodestia, que en sí parece poca cosa, no obstante es muy considerable en sus consecuencias y no es pequeña señal de un espíritu poco religioso.