La necesidad absoluta de la religión católica para la salvación y la santidad
He aquí unas palabras de Monseñor Marcel Lefebvre, fundador de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, sobre la secularización de los estados católicos y la liberación de toda religión, lo cual es un crimen de apostasía que clama venganza al cielo, cuando se calculan sus consecuencias para la perdición de las almas.
Procurar la santidad cristiana en Jesucristo y por Jesucristo no es algo facultativo. “Elegit nos, in Ipso, ante constitutionem mundi, ut essemus sancti: Nos eligió en Jesucristo, antes de la creación del mundo, para que seamos santos” (Ef 1, 4).
Ninguna creatura humana puede eximirse de esta necesidad absoluta para llegar a la salvación. Toda la Sagrada Escritura lo atestigua. Y Nuestro Señor, por quien todo ha sido hecho, ha instituido la Iglesia, el Estado y la familia para contribuir, cada uno según su naturaleza, a la santificación de las almas por Jesucristo.
La libertad que Dios nos da tiene por finalidad esencial la Verdad y el Bien por medio de la ley de la caridad. No somos libres para amar o no amar a Dios, a la Santísima Trinidad y a nuestro prójimo. La libertad es correlativa a la ley de amor y de caridad.
Dios ha procurado darnos sus leyes por su Verbo, leyes divinas totalmente inspiradas por el Espíritu de caridad, el Espíritu Santo. Las leyes de la Iglesia, del Estado y de la familia deben conformarse con estas leyes divinas, y ayudar de este modo a las almas solicitadas por el error y el pecado, y ayudarlas a convertirse al único médico: Jesucristo, Verdad y Santidad.
Es un crimen de rebeldía a Dios y a Nuestro Señor desligar a las almas de la obediencia a las leyes de la sociedad civil, que no son más que la aplicación de las leyes divinas, y hacer de esta liberación un derecho natural. La secularización de los estados católicos y liberarlos de toda religión es un crimen de apostasía que clama venganza, cuando se calculan sus consecuencias para la perdición de las almas. La libertad de cultos y el ecumenismo que lo fomentan son un “delirio”, como lo decía Gregorio XVI en su encíclica Mirari vos.
Objetividad de nuestra naturaleza espiritual y de la santidad
Nuestra espiritualidad es objetiva en el sentido de que todo lo que nos santifica viene de Dios por medio de Nuestro Señor. "Sin Mí -dice Nuestro Señor- nada podéis hacer”. Todo el capítulo 15 de san Juan es una afirmación de esta realidad. Nuestra inteligencia se santifica en la verdad que se le enseña y que no viene de ella. Nuestra voluntad se santifica en la ley y la gracia del Señor, que tampoco vienen de ella.
Esta dependencia de la realidad divina, distinta de nosotros mismos, es esencial para mantener el alma profundamente arraigada en la virtud de humildad, en la adoración, en el agradecimiento y en un deseo cada vez más vivo de saciarnos y de alimentarnos en las fuentes de la santidad, especialmente las del Corazón de Jesús.
Es difícil medir los estragos espirituales causados por la tendencia subjetivista del Concilio y por su personalismo que se esfuerza erróneamente por hacer abstracción de la finalidad de la naturaleza humana y de su libertad finalizada; así se explica esta exaltación del hombre, de sus derechos, de su libertad y de su conciencia católica y el espíritu sacerdotal y religioso.
¡Cómo debemos meditar estas realidades para seguir siendo católicos y mantener los principios y las fuentes de la verdadera santidad! ¡Bienaventurados los "que tienen hambre” y los “pobres de espíritu” del Magníficat y de las Bienaventuranzas! ¡Ay de los “ricos” que están llenos de sí mismos y ya no tienen necesidad ni de Dios ni de Jesucristo!
Al venir de un mundo en el que reina por todas partes el subjetivismo, que pone como fundamento de las relaciones sociales la conciencia individual, la libertad de conciencia, la autonomía de la persona, y que justifica todos los errores y todos los vicios, los jóvenes seminaristas han de poner todo su empeño en volver a encontrar el camino de la verdad y de la virtud con la objetividad de nuestras facultades, y en reconocer en Nuestro Señor la Verdad y la Santidad.
El padre Garrigou Lagrange, en su introducción a De Christo Salvatore, tiene consideraciones muy profundas sobre la objetividad de la espiritualidad, muy útiles en nuestro tiempo de subjetivismo.
Monseñor Marcel Lefebvre+
ITINERARIO ESPIRITUAL