La pérdida del espíritu de sacrificio - Palabras de Mons. Lefebvre

Fuente: Distrito de México

Uno de los efectos de la reforma litúrgica es la pérdida del espíritu de sacrificio. Ya no se busca el sacrificio sin gozar. Mons. Lefebvre denuncia esta nueva orientación que recuerda por qué la Iglesia siempre ha pedido a los fieles la mortificación.

1. Si ya no hay sacrificio de la misa, tampoco hay espíritu de sacrificio

 

El catolicismo está fundado esencialmente sobre la Cruz. Si ya no existe la noción del sacrificio de la Cruz, del sacrificio de la misa que continúa el sacrificio de la Cruz, ya no se es católico. En esta fe, en la Cruz de Jesús y en su Corazón abierto, es donde hallamos la fuente de las gracias. Al contemplar su cabeza coronada de espinas y sus manos atravesadas, hallamos todas las gracias de resurrección y de redención que necesitamos. Si se suprime el sacrificio de Nuestro Señor Jesucristo en nuestros altares sólo queda una eucaristía, es decir, una comida compartida, una comunión. Ese ya no es el espíritu de la Iglesia católica que está esencialmente fundada sobre la Cruz y sobre el espíritu de sacrificio.

Hay que reconocer que a nuestro alrededor está desapareciendo el espíritu de sacrificio. Ya nadie quiere mortificarse, sino gozar y aprovechar la vida, aún entre católicos. ¿Por qué? Porque ya no está la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo. Y si ya no hay Cruz, ya no hay Iglesia católica. Es asunto de una gravedad considerable. Es el cambio de orientación que se realizó durante el Concilio.

2. Sin espíritu de sacrificio, queda afectada toda la vida de familia

 

Por el hecho de que después del Concilio ya no se habla del sacrificio de la misa, desaparece el espíritu de sacrificio y ya nadie lo entiende.

“¡Somos libres! ¡La vida está hecha para gozar de los bienes y de las diversiones! Todo el mundo debiera tener igual cantidad de bienes, de placeres y de oportunidades de gozar”.

De este modo, se elimina la noción del sacrificio. ¿Por qué ya no duran los matrimonios? “¿Para qué sacrificarse? Si ya no se entienden, ¡que se separen! Los hijos son una carga… “Ya nadie se va a sacrificar por ellos y por lo tanto ya no los van a tener, o se mata a los pobres niños inocentes por medio del aborto. Ese es el mundo moderno: “¡Afuera el sacrificio!”

3. ¿Por qué la Iglesia pide el desprecio de las cosas de este mundo?

 

En nuestras oraciones ha desaparecido todo lo que concreta el espíritu de desprendimiento de las cosas de este mundo: “Que aprendamos a despreciar las cosas de la tierra y a amar las del Cielo”, porque ahora ya no hay que despreciar las cosas de la tierra. Ahora hay que tener estima por las cosas de este mundo y por los bienes materiales. ¡Es inadmisible tener desprecio por las cosas de este mundo! Evidentemente, es inadmisible si no se reconoce que las cosas de este mundo son una ocasión de pecado.

Las cosas no son despreciables en sí mismas, pero para nosotros son una ocasión de pecado. Como la riqueza y el placer nos hacen caer en el pecado, tenemos que desprendernos de ellos. Por desgracia, todas las cosas de la tierra, a causa de la malicia que hay en nosotros, nos atraen al pecado. De ahí la necesidad de la ascesis espiritual. Por eso, ¿en qué consiste la nueva ascesis?

Dios mismo nos ha pedido que usemos los bienes de este mundo para cumplir nuestro deber de estado. Por consiguiente, está claro que tenemos que usarlos. Pero el desorden introducido en nosotros con el pecado original hace que busquemos esos bienes de un modo desordenado y excesivo, cosa que nos lleva a alejarnos de la oración y de Dios. ¿Qué es, en efecto, la oración sino la elevación de nuestras almas a Dios? Mucha gente ya no eleva su alma hacia Él porque está completamente ocupada con las cosas de este mundo. Ya no reza y ya no viene a asociarse a la oración de Nuestro Señor que es el santo sacrificio de la misa y termina desertando de las iglesias porque está llena del espíritu del mundo.

Monseñor Marcel Lefebvre

LA MISA DE SIEMPRE