La rectora del Antonianum y el sacerdocio
Sor Mary Melone considera el poder sacerdotal “discriminatorio” para la mujer.
En 2014 el Papa Francisco nombró a la religiosa franciscana italiana Maria Domenica (Mary) Melone, de 51 años, rectora del Antonianum1 . Se convirtió así en la primera mujer que desempeña el máximo cargo académico en una universidad pontificia, donde ya había sido profesora y decana de la Facultad de Teología.
Este 22 de diciembre la agencia Rome Reports le preguntó por la hipótesis del sacerdocio femenino. Su respuesta se recoge así: “[Ella] cree que [el debate] ahora no está abierto, aunque respeta a quien está luchando para que se replantee”. El “ahora” sugiere la posibilidad de que se abra en el futuro. El “respeto” otorga un aura de heroicidad a quienes pretenden romper la doctrina católica.
Luego se entrecomillan estas palabras textuales suyas: “Es importante repensar cómo el sacerdocio se vive hoy en día por los hombres en el sentido de que –y uso las palabras del Papa Francisco– es una forma de servicio. Cuando se interpreta como una forma de poder obviamente crea discriminaciones y normalmente las mujeres son las primeras en sufrir las consecuencias porque no llegarán nunca al sacerdocio”.
El juego de palabras entre “servicio” y “poder”, como si fuesen conceptos contradictorios, carece de sentido: son complementarios. La jurisdicción de un párroco, por ejemplo, que constituye un verdadero “poder” sobre los fieles, ¿acaso no le sitúa a su “servicio” para la salvación de sus almas mediante los sacramentos que su “poder”, de orden y de jurisdicción, le faculta para administrar?
Pero más allá de ese juego de palabras, sorprende la idea de que el “poder” del sacerdote discrimina a las mujeres porque ellas no pueden acceder al sacerdocio. Es una perspectiva “de clase” propia de la dialéctica marxista, no de la teología. Porque la discriminación que introduce el sacramento del orden (sin el sentido peyorativo que Sor Mary Melone parece otorgar a la palabra “discriminación”) es entre ordenados y no ordenados, ya sean varones o mujeres.
Es decir: respecto a la capacidad para recibir el orden, sí hay una discriminación entre hombres y mujeres (discriminación no peyorativa, salvo que atribuyamos esa intención a Nuestro Señor Jesucristo mismo al instituir el sacramento). Pero ante el “poder” del ya ordenado, los no ordenados, hombres o mujeres, están en perfecta igualdad.
La expresión “sufrir las consecuencias” de no poder acceder al sacerdocio denuncia como un abuso la discriminación, por un lado, y el “poder” mismo, por otro. Esto es, la institución y la naturaleza del sacramento tal como Dios lo quiso. Un pensamiento más propio de una feminista radical que de un rector, hombre o mujer, del Antonianum.
- 1La Pontificia Universidad Antonianum es una universidad católica de los Frailes Menores franciscanos con sede en Roma.