Los altares ya no se destruyen, pero son sustituidos por las mesas. ¿Para cenar?

Fuente: Distrito de México

La Sovrintendenza alle Belle Arti, más que los altos prelados, ha comprendido perfectamente el valor del mobiliario sagrado y de todo otro objeto marcado por su antigüedad, por su belleza y por su buen gusto que esté presente en nuestras iglesias. Hablamos, naturalmente, de las iglesias de una vez, vinculadas a la genuina tradición católica, y no de los cajones modernos que son más teatros que iglesias.

El arte se encuentra, en efecto, sobre todo en las iglesias, ya sean grandes basílicas o simples iglesias parroquiales. Los Templos o los Santuarios construidos a continuación de eventos sobrenaturales, frecuentados por un número incalculable de peregrinos y enriquecidos por tantos exvotos son todavía más dignos de atención y las celebraciones tienen lugar en ellos casi ininterrumpidamente. Si se quiere ver algo hermoso y grande es necesario, por tanto, ir a las iglesias y a los locales anexos, aunque, tal vez, se encuentran sorpresas. Se descubre, por ejemplo, que faltan estatuas o altares laterales, útiles más que nunca cuando no existía en el seno de la Iglesia católica la concelebración y cada sacerdote celebraba solo la Santa Misa.

La Misa concelebrada por cien, mil, diez mil o más sacerdotes es siempre sólo una, mientras que, si cada sacerdote celebra por su cuenta, las Misas celebradas son muchas más y son tributados a Dios mayores honor y gloria. Pero esto, actualmente, no es tenido ya en cuenta por los hombres de Iglesia, en perjuicio de la propiciación que es pedida al Eterno Padre Clementísimo en cada santa Misa celebrada.

Los Altares, el Mayor el primero de todos y después todos los demás en las diferentes capillas, como si fuese siempre el Triduo Pascual, carecen de Crucifijo, de manteles, de relicarios, de candeleros, del conopeo, de la lámpara roja ya que al Santísimo Sacramento se Lo han llevado quién sabe a dónde. Donde existe todavía el sagrario se pone la sede del celebrante que se convierte en el presidente, con el riesgo de que la Santa Misa se convierta en un espectáculo.

La Sovrintendenza, aun estando compuesta por laicos, en algunos casos ha dado orden de reconstruir, pieza a pieza, aquellos Altares artísticos hechos demoler arbitrariamente por algunos eclesiásticos que han cometido verdaderos abusos. Y verdaderos abusos han sido también aquellos casos en los que los Altares han sido recortados de algunos trozos que se pueden encontrar aquí o allá, quizá rotos y ya no en su lugar.

Un patrimonio de fe y de cultura, de arte genuino, ha sido apartado y anulado. Estos cambios nos diferencian del pasado y de la Fe de los Padres.

La mayor culpa, imperdonable, es cuando el Altar ha sido sustituido por la mesa, de manera fija o movible. La astucia de la reforma anglicana o protestante (de Cramner, de Lutero, de Calvino, de Zuinglio y de otros) se repite todavía y la Santa Misa pierde una vez más el carácter de Sacrificio y de Sacramento para ser sólo la “santa cena”.

¿Por qué no nos damos cuenta de esta artimaña? ¿Por qué no nos oponemos? La doctrina cristiana nos ha enseñado siempre que entre el Cenáculo, el Calvario y el Altar en el que se celebra la Santa Misa no existe ninguna diferencia, sino en el modo en el cual la ofrenda se realiza (D. 940).

¡Que Cristo reine!