Lutero, el enemigo de la gracia de JC - Católicos y protestantes desde Vaticano II

Fuente: Distrito de México

Con ocasión de los 500 años de la Reforma Protestante, he aquí el cuarto artículo de nuestra serie "Lutero, el enemigo de Jesucristo".  El tema que trataremos en este número será: los católicos y los protestantes desde el Vaticano II.

1. El día de todos los santos es una de las grandes fiestas católicas por excelencia, es decir, una fiesta que sólo los miembros de la santa Iglesia romana, debidamente instruidos en el dogma revelado por Dios, son capaces de celebrar de manera indiscutiblemente digna. Esto porque expresa uno de los puntos esenciales de la fe católica: el valor meritorio de las buenas obras que se hacen no solamente por la propia salvación, sino también por la del prójimo. Esta verdad se encuentra en el fundamento del dogma de la comunión de los santos, y san Agustín la resume diciendo «Dios, que te creó sin ti, no te salvará sin ti”» (1). El protestante, quien no es ni católico ni cristiano, en la medida misma que no es romano, porque rechaza la autoridad suprema del vicario de Cristo -el obispo de Roma-, no puede asociarse con esta celebración. Después de Lutero y Calvino, efectivamente, niega el valor meritorio de las buenas obras para conseguir la salvación; asimismo, niega también el dogma de la comunión de los santos. El 1° de noviembre, por lo tanto, es un día totalmente anti ecuménico: un día que los católicos y protestantes jamás podrán celebrar juntos.

2. Sin embargo, esta celebración común es de los principales objetivos del Papa Francisco, siguiendo el Concilio Vaticano II. Es por esto que, en esta vigilia de todos los santos, el Papa quiso convertirse en el «testigo voluntario y participativo» del proceso emprendido por los luteranos de Suecia, para celebrar los quinientos años de la protesta que inició Lutero. Dirigiéndose a los sucesores del heresiarca, les dijo: «Aquello que nos une es más que lo que nos divide» (2). Lo mismo que dijeron Juan Pablo II (3) y Benedicto XVI (4) con el fin de promover un ecumenismo que va en contra de la enseñanza del Magisterio anterior al funesto Concilio Vaticano II.

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