Martes Santo - textos litúrgicos

Fuente: Distrito de México

La carne divina es el pan verdadero bajado del cielo; este Pan, este cuerpo del Hombre-Dios está destrozado, ensangrentado; los judíos le clavan sobre un madero de modo que está traspasado de dolor al mismo tiempo que este madero está completamente bañado en su Sangre. Sobre este madero se inmola el Cordero de Dios; y por este sacrificio participamos del Pan celestial, que es al mismo tiempo la carne del Cordero y nuestra verdadera Pascua.

LA HIGUERA MALDITA

Este día vuelve de nuevo Jesús a Jerusalén muy de mañana. Quiere dirigirse al templo y confirmar allí sus últimas enseñanzas. Claramente prevé que el desenlace de su misión va a comenzar. El mismo acaba de decir a sus discípulos: “Dentro de dos días se celebrará la Pascua y el Hijo del hombre será entregado para ser crucificado”[1]. Los discípulos que marchan en compañía de su maestro por el camino de Betania a Jerusalén quedan estupefactos al contemplar la higuera que Jesús había maldito el día anterior. Se había secado como un leño cortado, desde las raíces hasta las hojas. Pedro se acerca a Jesús y le dice: “Maestro, mira la higuera que maldijiste; se ha secado.” Jesús aprovecha la ocasión para enseñarnos que la materia está sometida al espíritu cuando éste se mantiene unido a Dios por la fe y dice: “Tened fe en Dios: en verdad os digo que cualquiera que dijere a este monte: levántate y arrójate al mar y no dudare en su corazón, mas creyere que se hará todo cuanto dijere, todo le será hecho. Por tanto, os digo que todas las cosas que pidiereis en vuestra oración creed que las recibiréis; y se os darán”[2].

JESÚS EN EL TEMPLO

Continuando el camino, pronto se entra en la ciudad, y apenas ha llegado Jesús al templo, se le acercan los príncipes de los sacerdotes, los escribas y los ancianos y le preguntan: “¿Con qué poder haces estas cosas, quién te ha dado tal poder?”. Se puede ver en el Santo Evangelio la respuesta de Jesús, así como las diversas enseñanzas que dio con ocasión de este encuentro. No hacemos más que indicar, de un modo general, el uso que hizo de las últimas horas de su vida mortal nuestro divino Redentor; la meditación del Evangelio suplirá lo que no decimos.

Como los días precedentes, sale de la ciudad por la tarde, y atravesando el monte de los Olivos, se retira a Betania, con su Madre y sus amigos.

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