Meditación de los Misterios Dolorosos del Rosario

Todo buen católico, amante de la Madre de Dios, debe tener una tierna devoción al rezo del Rosario y obedecer la petición del cielo de rezarlo diariamente y meditar sus misterios. Es por ello que proponemos cinco cortas meditaciones de cada uno de los misterios dolorosos, para ayudarnos a cumplir con la petición de Nuestra Señora.
1er Misterio Doloroso
La Agonía de Nuestro Señor en el Huerto de los Olivos
¡No ofendan más a Dios Nuestro Señor, pues ya está muy ofendido! Dios, en la Segunda persona de la Santísima Trinidad, se ha hecho hombre, ha asumido una carne pasible y mortal, y se ha ofrecido en sacrificio en la cruz después de haber sufrido una pasión atroz. Y todo eso para reparar los pecados de los hombres, nuestros pecados, mis pecados… ¿ Cómo puedo seguir yo ofendiendo a mi Dios, que tanto me ama y me lo ha probado ofreciendo su vida por mí? No puedo ser ingrato. En respuesta a tanto amor debo amar: el amor se paga con amor.
Desgraciadamente, la dura realidad nos muestra cómo los hombres, y a veces nosotros mismos, somos ingratos con Dios. Se sigue pecando, se sigue ofendiendo a Dios. En vez de consolar a Dios con una conducta virtuosa, se le ofende más y más, y no aprovechamos los méritos que nos consiguió con los dolores de su Pasión. Los comentaristas dicen que la agonía de Nuestro Señor en el Huerto de los olivos duró tres horas. En la primera hora vio todos los pecados del mundo en detalle, en la segunda hora todos los sufrimientos que iba a tener que padecer para repararlos, y en la última, la más dura de todas, Nuestro Señor vio cómo muchos hombres no iban a aprovechar estos sufrimientos, iban a pasar al lado de su salvación haciendo inútiles sus sufrimientos por sus almas. ¡No seamos parte de estos pobres hombres!
Por eso, la Virgen María nos viene a despertar de nuestra tibieza al recordarnos que Dios está triste de ser tan ofendido, y nos hace el reproche de seguir ofendiéndolo, reproche que también implica una amenaza. La justicia de Dios puede, en efecto, castigar a los hombres por sus pecados. Es lo que paó,s por ejemplo, con la Segunda Guerra Mundial, que Nuestra Señora de Fátima anuncio diciendo: si no se cesa de ofender a Dios, bajo el reinado de Pío XI comenzará otra guerra peor. Esto debería despertar en nosotros un temor saludable, ya que los hombres, en vez de mejorarse desde entonces, no han hecho otra cosa sino empeorarse y ofender más a Dios. Es tiempo de parar tantas ofensas a fin de evitar un castigo peor aún.
Virgen María, dadnos la gracia de no caer en la tibieza. Os ofrecemos nuestras oraciones para consolar vuestro Corazón y el de Jesús.