Miércoles de ceniza - textos litúrgicos

Fuente: Distrito de México

Hoy es Miércoles de Ceniza, inicio de la Cuaresma, y desde el punto de vista litúrgico, uno de los días más importantes del año. En este artículo se explicará detalladamente el significado y la ceremonia de la bendición e imposición de la ceniza. 

INVITACIÓN DEL PROFETA

Hervía ayer el mundo en los placeres, y los mismos cristianos se entregaban a expansiones permitidas; mas ya de madrugada ha resonadoa nuestros oídos la trompeta sagrada de que nos habla el Profeta[1]. Anuncia la solemne apertura del ayuno cuaresmal, el tiempo de expiación, la proximidad más inminente de los grandes aniversarios de nuestra Redención. Arriba, pues, cristianos, preparémonos a combatir las batallas del Señor. 

ARMADURA ESPIRITUAL

En esta lucha, empero, del espíritu contra la carne, hemos de estar armados, y he aquí que la Iglesia nos convoca en sus templos para adiestrarnos en los ejercicios, en la esgrima de la milicia espiritual. S. Pablo nos ha dado ya a conocer al pormenor las partes de nuestra defensa: “Ceñidos vuestros lomos con la verdad, revestida la coraza de la justicia, y calzados los pies prontos para anunciar el Evangelio de la paz. Embrazad en todo momento el escudo de la fe y la esperanza de salvaros por yelmo que proteja la cabeza”[2]. El Príncipe de los Apóstoles viene por su parte a decirnos: “Cristo padeció en la carne, armáos también vosotros del mismo pensamiento”[3]. La Iglesia nos recuerda hoy estas enseñanzas apostólicas, pero añade por su parte otra no menos elocuente, haciéndonos subir hasta el día de la prevaricación, que hizo necesarios los combates a que nos vamos a entregar, las expiaciones que hemos de pasar. 

ENEMIGOS CON QUIENES HEMOS DE LUCHAR

Dos clases de enemigos se nos enfrentan decididos: las pasiones en nuestro corazón y los demonios por de fuera. El orgullo ha acarreado este desorden. El hombre se negó a obedecer a Dios. Dios le ha perdonado, con la dura condición de que ha de morir. Le dijo, pues: “Polvo eres, hombre, y en polvo te volverás”[4]. ¡Ay! ¿cómo olvidamos este saludable aviso? Hubiera bastado sólo él para fortalecernos contra nosotros mismos persuadidos de nuestra nada, no nos hubiéramos atrevido a quebrantar la ley de Dios. Si ahora queremos perseverar en el bien, en que la gracia de Dios nos restableció, humillémonos, aceptemos la sentencia y consideremos la vida como sendero más o menos corto que acaba en la tumba. Con esta perspectiva, se renueva todo, todo se explica. La bondad inmensa de Dios que se dignó amar a seres condenados a la muerte se nos presenta todavía más admirable; nuestra insolencia y nuestra ingratitud contra quien desafiamos en los breves instantes de nuestra existencia nos parece cada vez más para sentida, y la reparación que podemos hacer y que Dios se digna aceptar, más puesta en razón y salutífera. 

IMPOSICIÓN DE LA CENIZA

Este es el motivo que decidió a la Iglesia, cuando juzgó oportuno anticipar de cuatro días el ayuno cuaresmal, a iniciar este santo tiempo, señalando con ceniza la frente culpable de sus hijos y repitiendo a cada uno las palabras del, Señor que nos condenan a muerte. El uso, sin embargo, como signo de humillación y penitencia, es muy anterior a la presente institución y la vemos practicada en la antigua alianza. Job mismo, en el seno de la gentilidad, cubría de ceniza su carne herida por la mano de Dios, e imploraba de este modo su misericordia[5]. Más tarde el salmista en la contrición viva de su corazón, mezclaba ceniza con el pan que comía[6], y análogos ejemplos abundan en los Libros históricos y en los Profetas del Antiguo Testamento. Y es que vivamente sentían entonces ya la relación que hay entre ese polvo de un ser materialmente quemado y el hombre pecador, cuyo cuerpo ha de ser reducido a polvo al fuego de la divina justicia. Para salvar por de pronto al alma, acudía el pecador a la ceniza y reconociendo su triste fraternidad con ella, se sentía más a resguardo de la cólera de Aquel que resiste a los soberbios y tiene a gala perdonar a los humildes. 

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