Necesidad de servir a Dios desde la juventud - SMS 492
En este artículo el R.P. Pablo González, de la FSSPX, nos habla sobre la necesidad de comenzar a ejercitarnos desde la juventud, o después será muchísimo más difícil poder dar los frutos que Nuestro Señor nos pide.
Amados hermanos:
Hoy es el último domingo después de Pentecostés, y la Iglesia somete a nuestra consideración el Fin del Mundo, momento dramático, en que Nuestro Señor vendrá con gran poder y majestad, por segunda vez a este mundo a juzgar a vivos y muertos. Nadie podrá escapar a este juicio terrible, nadie podrá tampoco arrepentirse de sus pecados, porque el tiempo del arrepentimiento se habrá acabado y dará paso al tiempo del justo juicio.
San Pablo nos amonesta en la epístola de este día y nos dice claramente, qué debemos hacer para llegar a este día con alguna posibilidad de salvarnos, escuchémoslo: “No cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de la voluntad de Dios, con toda sabiduría e inteligencia espiritual; para que andéis de una manera digna de Dios, agradándolo en todo; fructificando en toda especie de obras buenas y creciendo en la ciencia de Dios….” Sí queridos hermanos, debemos agradar en todo a Dios, debemos tener en todo momento presente a Dios para que nuestros actos sean de su agrado, para que nuestra voluntad se someta a la suya. Debemos dar fruto en esta vida para poder llegar al día de la segunda venida de Nuestro Señor con la confianza de poder estar a su derecha.
Pero ¿Cómo lograr esto? Es difícil, requiere de mucho esfuerzo, requiere de una gran perseverancia en el bien, requiere de la formación de buenos hábitos. En otras palabras, si no comenzamos a ejercitarnos desde la juventud, después será muchísimo más difícil poder dar los frutos que Nuestro Señor pide.
Tobías nos da un magnífico ejemplo al respecto: “Habiendo Tobías temido siempre a Dios desde su infancia yNecesidad de servir a Dios observado todos sus mandamientos, no se entristeció ni murmuró cuando Dios le hizo sufrir la pérdida de la vista, sino que permaneció firme en el temor de Dios, dándole gracias todos los días de su vida” (Tobías 2, 13 – 14)
Entonces, mientras más jóvenes comencemos a ejercitarnos en la virtud, más fácil será luego poder agradar a Dios. La juventud es la época más favorable para injertar la gracia y el espíritu de Nuestro Señor en el alma. La juventud se desarrolla en medio de la inocencia y por lo tanto es más apta para recibir las buenas impresiones y está más dispuesta para hacer buenas acciones.
La Sagrada Escritura tiene muchos pasajes que nos hablan claramente acerca de este punto: Recibe, hijo mío, la instrucción desde tu juventud, y alcanzarás la sabiduría hasta en los últimos días (Eclesiástico 6,18) Acércate a la sabiduría como el que labra y siembra y espera sus buenos frutos; Puesto que te costará un poco de trabajo su cultivo: mas luego comerás de sus frutos (Eclesiástico 6, 19-20) Buscad la virtud desde vuestra edad primera y la encontraréis, dice el Espíritu Santo, pues brotará su flor, como la uva temprana, y se regocijará con ello vuestro corazón (Eclesiástico 51, 18-20).
Es bueno que el hombre lleve el yugo del Señor desde la adolescencia (Lamentaciones de Jeremías 3, 27) Llevar el yugo del Señor es obedecer su ley y sus mandamientos; es ser humilde manso y paciente en las adversidades.
Un vaso, dice San Jerónimo, conserva por mucho tiempo el olor y el sabor del líquido que ha contenido. Claro, el que haya llevado el yugo del Señor desde sus primeros años, estará acostumbrado a obrar el bien y luego ya no le costará tanto trabajo. Para el que lleva el yugo del Señor desde su juventud, las palabras de Cristo no son extrañas: “Mi yugo es suave y mi carga ligera” (Mateo 11,30)
¿Dónde hallaremos ventajas semejantes a las que se encuentran en el servicio de Dios, aceptado desde la juventud? Servir a Dios desde la juventud es conservar la inocencia y la pureza; es agradar a Dios, guardando su gracia, todos sus favores y bendiciones, y no perdiendo jamás los preciosos tesoros del santo bautismo. ¡Feliz y mil veces feliz para el tiempo y la eternidad, la juventud que sirve al Señor con todo su corazón, con toda su alma y con todas sus fuerzas, y tiene la dicha de perseverar en tan dulce y saludable servicio!
En definitiva, hemos de servir a Dios desde la juventud por las siguentes razones:
1º Porque la juventud pasa muy rápido, es como el vuelo de un ave, como un relámpago, es un ligero vapor. El joven piensa que tiene mucho por vivir, y que tal vez después se corregirá, pero la vida pasa rapidísimo. Además, son incontables los casos en que Dios llamó a jóvenes y aún a niños a rendir cuentas. Nadie sabe cuándo será la hora en que el Señor lo llame.
2º Porque la vejez ha de ser como la juventud “Vuestra vejez será semejante a los años de vuestra juventud (Deuteronomio 33,25) Los huesos del impío, quedarán penetrados de los vicios de la juventud, y estos dormirán con él en el polvo de la tumba (Job 20,11)
3º Porque estamos más expuestos a todo mal entonces que en las otras edades. La juventud, dice San Basilio, es ligerísima y se inclina fácilmente al mal; está expuesta a los deseos indómitos y desenfrenados. Y el demonio la ataca con especial encono, porque sabe que si triunfa las otras edades quedan comprometidas. El mundo y la carne atacan también a la juventud de una manera más cruel que a las demás edades. Vemos queridos hermanos que la juventud está en grave peligro, y mucho más en los tiempos que nos toca vivir, que son de una malicia inaudita.
4º Porque esta edad pertenece especialmente a Dios. Todas las edades pertenecen al soberano Señor de todas las cosas; pero la juventud debe sobre todo ser de Dios. Los días de la juventud son las primicias de la vida, y siempre las primicias se han ofrecido al Señor. Nuestra juventud, no nos pertenece, y arrebatarla a Jesucristo es cometer un robo.
Queridos papás, debemos proteger a nuestros niños y jóvenes del fuego de las pasiones. Debemos utilizar todos los medios a nuestro alcance para protegerlos de los ataques del mundo demonio y carne. Debemos enseñarles a observar la Ley de Dios, debemos enseñarles a vivir en la presencia de Dios, debemos enseñarles a vivir en el temor de Dios, debemos enseñarles a amar a Dios, a amar a Nuestra Señora, debemos enseñarles a odiar el pecado. Bien, muchas cosas se pueden hacer y son responsabilidad de los padres. Pero una que está a su alcance queridos papás, es aprovechar los apostolados del priorato, el Instituto, el Coro, el Batallón, la Legión, la SAS, las Jacintas, el Catecismo por supuesto. Se hace un esfuerzo grande, que no es aprovechado como se debiera.
Ánimo queridos papás, estamos en una guerra verdadera y debemos usar todas las armas disponibles. Termino recordando unos sabios versos: “He sentido en mi pecho el río de las pasiones nacer, y fácil fuera en el principio haberlo contenido….”
(Tomado de: Tesoros de Cornelio A. Lápide)
Con mi bendición, Padre Pablo González, Prior.
El Seamos Católicos es el boletín oficial del Priorato Nuestra Señora de Guadalupe de la Ciudad de México.