Necesitamos un vínculo con Roma: Mons. Lefebvre

Fuente: Distrito de México

En este artículo transcribimos un escrito del P. Michel Simoulin, quien fuera rector del seminario de Écône y muy cercano a Monseñor Lefebvre, donde nos habla sobre la actitud y postura de Monseñor respecto a Roma y su indefectible amor por ella, así como de la actual postura de los superiores de la FSSPX.

El P. Michel Simoulin fungió como rector del seminario de la FSSPX en Écône, de 1988 a 1993. En ese entonces, tenía una relación muy cercana con Monseñor Lefebvre, a quien asistió hasta el momento de su muerte. En este escrito explica un poco la actitud de Monseñor respecto a Roma y hace justicia al indefectible amor del arzobispo por Roma.

Principal objeción

He aquí la primera objeción, la cual es quizá la única grave, sobre las declaraciones de Monseñor Lefebvre, hechas principalmente después de 1988, respecto a que deseaba esperar la “conversión” de Roma antes de volver a dar un paso hacia la reconciliación. Esta postura generalmente se presenta de este modo: no habrá un acuerdo práctico hasta que exista un acuerdo doctrinal.

Esto es verdad y bien sabido, pero Monseñor reconocía que esto llevaría tiempo, mucho tiempo, y que sería necesario esperar a que la Providencia indicara el momento adecuado. Y en este sentido, confiaba completamente en los superiores de la Fraternidad. Nunca dejó de repetirnos lo siguiente:

 

Para mí, ya se terminó… pero tienen a sus obispos, a sus superiores, sus seminarios, sus prioratos; les di todo lo que yo recibí… ¡es tiempo de que continúen sin mí!”

Además, y aquellos que fueron los primeros compañeros de Monseñor deben recordar esto, más allá de sus declaraciones, que en ocasiones eran atronadoras, e incluso en los momentos de mayor tensión con Roma, Monseñor Lefebvre siempre actuó y reaccionó como un siervo de la Iglesia y del Papa y como un hijo de la Iglesia. Su corazón era más romano que el de la mayoría de nosotros, e incluso durante sus intervenciones más duras, aquellos que lo conocían bien, percibían detrás de todo esto una tristeza genuina: la misma tristeza de Nuestro Señor Jesucristo al llorar por Jerusalén, pero sin dejar de sentir un vivo deseo por salvar la Ciudad santa, tristeza por el estado de la Iglesia, tristeza por tener que actuar contra las autoridades de la Iglesia, tristeza al no ser escuchado ni comprendido.

Él jamás hubiera dado el primer paso hacia la ruptura con Roma, y fue siempre la “Roma conciliar” la que tomó la iniciativa en cuanto a la “separación”, la cual sólo tendría como consecuencia separar a Monseñor un poco más de la “Roma conciliar”, y empujarlo a refugiarse todavía más en el corazón de la “Roma romana”. Era romano y permaneció romano hasta su último aliento. Romanitas no fue una palabra superficial para él; esas fueron prácticamente las últimas palabras de su Diario Espiritual.

Historia de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X

Pero analicemos brevemente la historia. En primer lugar, la FSSPX, la cual no fue fundada para oponerse al Concilio o a Roma, sino para brindar una estructura en la Iglesia a los sacerdotes que eran formados en el seminario de Friburgo, Écône, fue reconocida y establecida en la “Iglesia conciliar”. Monseñor Lefebvre y el obispo Charriere se reunieron en Dakar cuando el obispo de Friburgo realizó una visita de quince días a los suizos que se habían establecido en Senegal. Simpatizaron entre sí, y Monseñor Lefebvre siempre había mantenido relaciones con él, pero nada más… El obispo Carriere era en realidad un verdadero espíritu conciliar, incluso antes del Vaticano II, representando lo que el obispo Benelli llamaba “la Iglesia conciliar”. Y, sin embargo, fue él quien estableció el Instituto de derecho diocesano llamado “Fraternidad Sacerdotal San Pío X”. Entre el 1° de noviembre de 1970, y el 6 de mayo de 1975, la Fraternidad fue, de hecho, una obra de la “Iglesia conciliar”, ¡y esto no avergonzaba en lo más mínimo a nuestro fundador!

Fue durante este período que tuvieron lugar las dos actas “fundacionales” sobre la postura inmutable de Monseñor Lefebvre, actas que revelan sus disposiciones interiores: la declaración del 21 de noviembre de 1974: “¡Sí a la Roma eterna, no a la Roma modernista!”. Él mismo reconoció que esta declaración fue dura, y en varias ocasiones nos la explicó: no era una negación a todo lo que viniera de Roma, sino una negación a aquello que fuera inspirado por el espíritu modernista, ajeno a la tradición católica.

¡No romperé con Roma!

Otra prueba de su amor por Roma es la respuesta que dio a la editorial del P. Georges de Nantes, en febrero de 1975, en el cual se le incitaba a romper relaciones con Roma. En la carta que Monseñor Lefebvre le envió al P. Georges escribió lo siguiente: “Sepa, que si un obispo llega a romper relaciones con Roma, ¡no seré yo! Mi Declaración lo expresa clara y rotundamente”. ¡Esta carta tiene fecha del 19 de marzo de 1975!

Los obispos independientes de la “Iglesia Católica” son libres de llevar a cabo esta ruptura, pero que no lo hagan alegando una supuesta fidelidad a la postura de Monseñor Lefebvre, y que dejen de hacernos reír amargamente al hablar de “la actual traición de las autoridades de la FSSPX hacia la postura y obra de Monseñor Marcel Lefebvre”. ¿Qué han aceptado nuestros superiores de las cosas que Monseñor Lefebvre se negó a aceptar?: ¿la Nueva Misa?, ¿las teorías conciliares?, ¿la libertad religiosa?, ¿el culto al hombre?, ¿el ecumenismo indiferentista? O, ¿acaso han perdido la Romanitas tan amada por Monseñor?

En vez de criticar y condenar a Monseñor Fellay, estas personas deberían sugerir cosas positivas y constructivas. ¿Qué es lo que proponen como solución? ¡Nada más que negación y ruptura!

Declaración de Monseñor Williamson

Aprovecho aquí para recordar la hermosa declaración de Monseñor Williamson, quien en ese entonces era director del seminario estadounidense de Ridgefield, y que ahora es el actual líder de la llamada “Resistencia”. La declaración fue hecha el 8 de diciembre de 1987, luego del “escándalo de Asís”:

 

¡Recemos por la Fraternidad! ¡Recemos especialmente por el Cardenal Gagnon, quien viene desde el seminario de la FSSPX en Suiza, luego de haber realizado una visita de un mes de duración en las casas de la FSSPX, ubicadas en Suiza, Francia y Alemania. Recemos para que cuando escriba su informe al Santo Padre, lo haga en forma tal que recibamos la aprobación del Papa. Recemos por el Papa para que haga lo que a todas luces debe hacer, conceder jurisdicción y un estatuto a la Fraternidad, la cual lo merece completamente”.

Monseñor Williamson es humano, y yo no le reprocho a nadie por cambiar de opinión, pero lo que no me parece correcto es ¡acusar de traición a aquellos que no han cambiado!

Y también están como prueba las palabras de Monseñor para los futuros obispos:

 

Los exhorto a permanecer adheridos a la Sede de Pedro, a la Iglesia romana, Madre y Maestra de todas las Iglesias, y a la integridad de la fe católica”.

Necesitamos un vínculo con Roma

Podemos finalizar con las siguientes palabras de Monseñor, quien permaneció fiel a su postura inicial hasta el último momento, dichas a los diáconos durante un retiro en Montalenghe, en junio de 1989, luego de las consagraciones episcopales. En aquella ocasión volvió a explicar el significado de la declaración de 1974:

 

Pienso que, con todo, necesitamos un vínculo con Roma… Es en Roma donde encontramos la sucesión de Pedro, la sucesión apostólica de Pedro el Apóstol, de la primacía de Pedro y la Iglesia; si este vínculo se rompe, entonces nos convertimos en un barco sacudido por la fuerza de las olas, sin saber más a qué o a quién estamos unidos. Pienso que es posible ver al sucesor de San Pedro en la persona que suceda a los papas anteriores, ya que ocupa la Sede y ha sido recibido como Obispo de Roma en la Basílica de San Juan de Letrán, y es el obispo de Roma, quien es el sucesor de San Pedro, y es reconocido como el sucesor de Pedro por todos los obispos del mundo. ¡Entonces, he ahí que podemos pensar que es verdaderamente el sucesor de Pedro! En este sentido nos adherimos a él, y a través de él a sus predecesores, ontológicamente, sí se me permite decirlo así. Es una pena muy grande para la Iglesia Católica y para nosotros, tener que presenciar una cosa como esta. Pero creo que es la solución que corresponde a la realidad”.

Amor por Roma

Estas verdades, bien conocidas por los simpatizantes y benefactores, nos pueden ayudar a ver las cosas claramente y a mantenernos firmes, sin ser seducidos por esas sirenas perversas, lúgubres y tristes que olvidan los tesoros escondidos en el alma de Monseñor Lefebvre, quien, no obstante, era su padre: ¡el amor por Roma donde encontramos y encontraremos hasta el fin de los tiempos la sucesión de Pedro, la sucesión de los apóstoles, de la primacía de Pedro y la Iglesia!

Fuente: Le Seignadou, octubre, 2016