Nunca se habla demasiado de la Virgen María
La devoción a la Santísima Virgen es moralmente necesaria para la salvación y absolutamente necesaria para llegar a la santidad. Para llegar a poseer a Jesús es indispensable poseer a María; para parecernos a Jesús hay que parecerse a María.
Al Beato Champagnat, fundador de los Hermanos Maristas, le gustaba repetir a sus hijos lo que se cuenta del Padre Francisco Vepeze, muerto en olor de santidad en el año 1617. Este santo varón había recibido del cielo el conocimiento de la rabia que tiene el demonio a dos clases de personas por las pérdidas considerables que le ocasionan: las que llevan el santo escapulario y las que propagan la devoción a la Santísima Virgen. A propósito de estas últimas, solía el Beato Champagnat contar a sus hijos el siguiente caso, que copiamos de la biografía publicada por los Maristas. Es el Beato quien habla.
Un día, dice, vio cierto misionero que después del sermón se le acercaba un respetable anciano que deseaba decirle una cosa importante. "Muy bien, ¿qué me quiere decir usted?" El anciano vacila, el respeto mantiene cerrados sus labios y no se atreve a decir al predicador lo que el Señor le ha comunicado. "Ánimo. Hable con libertad." "¡Cómo!... ¿Yo, el más miserable de los hombres, venir a recordar un deber a un ministro de mi Dios? No, nunca tendré tal atrevimiento..." "No tema; explíqueme. ¿Cuál de mis deberes ve usted que no cumpla yo convenientemente?" "Ministro de Jesucristo, usted se lamenta de que sus sermones, tan elocuentes y patéticos, no producen fruto alguno de salvación... Yo conozco la causa. Le falta, reverendo Padre, una cosa esencial. Se olvida de hablar de la Santísima Virgen. Sin Ella pierde usted el tiempo, pues el fruto de la divina palabra está en sus manos."
El misionero era un santo sacerdote que se abrasaba en deseos de salvar almas. Al día siguiente dio una sólida instrucción sobre la Santísima Virgen. Toda la ciudad se conmovió, los pecadores se estrujaban ante los confesionarios y a partir de aquel día la misión tuvo un éxito pleno. El misionero, sin darse a conocer, ha contado muchas veces esta historia como prueba evidente de la necesidad de la devoción a la Virgen María para ganar almas a Dios y hacerlas adelantar en la virtud.
También el Padre Esteban Sala, primer Superior de los Misioneros Hijos del Corazón de María, al ser nombrado su santo fundador, San Antonio María Claret, se le presentó un día delante de la catedral de Vich, un hombre desconocido, reprendiéndole de que los Misioneros hablaban poco de la Virgen Santísima en sus sermones, y desapareciendo al instante, sin que le volviesen a ver jamás; él lo tuvo por un aviso del cielo y así se lo dijo a sus misioneros.
¿No hemos oído, asimismo, a San Alfonso María de Ligorio asegurar con toda verdad que, de entre los sermones de los Redentoristas, el de la misericordia de la Santísima Virgen, era ordinariamente el que más copiosos frutos de salvación producía?
Un piadoso obispo del sur de Francia, Monseñor Levezou de Vézins, hablando de las maravillas de conversión y de santificación operadas en su diócesis por ciertos religiosos de talento muy ordinario, pero que predicaban sin cesar sobre la Virgen María, decía sonriendo: "Como tienen a su disposición a la Santísima Virgen, hacen todo lo que quieren."
Repite, hijo de esta dulce Madre, repite: "Yo soy uno con la Virgen María. Mi cuerpo es, en cierta manera, cuerpo de María, templo de María; mis miembros son como miembros de la Virgen Inmaculada. ¿Osaría yo convertir estos miembros de María en miembros del pecado? ¡Jamás! ¡Lejos de mí tan horrible pensamiento!
R.P. LOMBAERDE
Espíritu de la Vida de Intimidad con la Santísima Virgen