¿Obras de misericordia con la Tierra?

Fuente: Distrito de México

Este 1 de septiembre se celebró la II Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, instituida por Francisco.

En el Mensaje consagrado a esta fecha, el Papa ha reiterado muchos de los conceptos ecologistas incluidos en la encíclica Laudato Si, entre ellos la propuesta de “un firme propósito de cambio de vida” que “debe traducirse en actitudes y comportamientos concretos más respetuosos con la creación”, entre los que cita “un uso prudente del plástico y del papel”, “diferenciar los residuos” y “utilizar el transporte público” (n. 4).

De alguna forma, Francisco incorpora a las obligaciones morales del cristiano lo que en el fondo son simples disposiciones de las autoridades civiles más o menos relacionadas con el bien común, en algunos casos de utilidad discutida o que ni siquiera el poder político preceptúa.

El Papa sugiere además aumentar el número de las obras de misericordia (n. 5): “Me permito proponer un complemento a las dos listas tradicionales de siete obras de misericordia, añadiendo a cada una el cuidado de la casa común. Como obra de misericordia espiritual, el cuidado de la casa común precisa de «la contemplación agradecida del mundo» (Laudato Si, 214), que «nos permite descubrir a través de cada cosa alguna enseñanza que Dios nos quiere transmitir» (ibid., 85). Como obra de misericordia corporal, el cuidado de la casa común necesita «simples gestos cotidianos donde rompemos la lógica de la violencia, del aprovechamiento, del egoísmo […] y se manifiesta en todas las acciones que procuran construir un mundo mejor» (ibid., 230-231)”.

Las catorce obras de misericordia tienen como destinatario nuestro prójimo, en su  cuerpo (las corporales) y en su alma (las espirituales). Resulta chocante que se incluya en el elenco acciones cuyo objeto no sean las personas, sino las cosas: Usemos misericordia con nuestra casa común, se titula, de hecho, el mensaje.

¿Puede sentirse “misericordia” de las cosas u obrarla sobre ellas? Las obras de misericordia son manifestaciones de la caridad, y por tanto orientadas a ayudar al prójimo a alcanzar, mediata o inmediatamente, su fin último. Las cosas no tienen un fin propio, son instrumentos a nuestro servicio para alcanzar dicho fin.

La “contemplación agradecida del mundo” es, ciertamente, una virtud y una obligación, pero enriquece al sujeto (es una muestra de amor a Dios), no al objeto. No es una obra de misericordia con el mundo: lo es, en todo caso, con nosotros mismos.

El “cuidado de la casa común”, por su parte, sólo es obra de misericordia porque la casa común es también la casa de nuestros hermanos. Debemos cuidar la Creación para nuestro prójimo: no tiene otro valor en sí que ése.

Talar árboles puede ser, según y cómo, tan “misericordioso” como plantarlos.