Octava de Navidad y Circuncisión de Nuestro Señor - textos litúrgicos
La liturgia de hoy celebra tres fiestas juntas: la primera es "la Octava del Señor". Hace ya ocho días que Jesús nació. La segunda fiesta nos recuerda que, si tenemos con nosotros a Jesús, después de Dios se lo debemos a María. La tercera fiesta es la de la Circunsición. Moisés impuso este rito purificatorio, imagen del bautismo, a todos los varones israelitas en el día octavo de su nacimiento. Aquella sangre divina fue la primera que vertió el Señor para lavar nuestras almas.
MISA
La Estación se celebra en Santa María al otro lado del Tiber. Era justo honrar esta Basílica, venerable por siempre entre todas las que consagró a María la devoción de los católicos. La más antigua de las Iglesias de Roma dedicada, a la Santísima Virgen, fué consagrada por San Calixto en el siglo m, en la antigua Taberna Meritoria, lugar famoso, aun entre los autores paganos, por la fuente de aceite que de allí brotó, bajo el reinado de Augusto, y corrió hasta e r Tiber.-La piedad popular vió en este suceso un símbolo de Cristo (unctus) que debía pronto nacer, la Basílica lleva hoy todavía el título de Fons olei [1],
El Introito, como la mayor parte de las piezas que se cantan en la Misa, es el de Navidad, en su Misa Mayor. Celebra el Nacimiento del Niño Dios, que cumple hoy sus ocho días.
INTROITO
Un niño nos ha nacido, y nos ha sido dado un Hijo: en sus hombros descansa el Imperio; y se llamará su nombre: Angel del gran consejo.
En la Colecta, la Iglesia celebra la fecunda virginidad de la Madre de Dios y nos muestra a María como fuente de que Dios se ha servido para derramar sobre el género humano el beneñcio de la Encarnación, presentando ante el mismo Dios nuestras esperanzas fundadas en la intercesión de esta privilegiada criatura.
ORACIÓN
Oh Dios, que, por la fecunda virginidad de la Bienaventurada María, diste al género humano los premios de la salud eterna: suplicárnoste, hagas que sintamos interceder por nosotros, a aquella que nos dió al Autor de la vida, a Jesucristo, tu Hijo, N. S. El cual vive y reina contigo.
EPÍSTOLA
Lección de la Epístola del Apóstol S. Pablo a Tito. (II, 11-15.)
Carísimo: La gracia de Dios, nuestro Salvador, se ha aparecido a todos los hombres, para enseñarnos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos debemos vivir sobria y justa y piadosamente en este siglo, aguardando la bienaventurada esperanza y el glorioso advenimiento del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo, el cual se dió a sí mismo por nosotros, para redimirnos de todo pecado y purificar para sí un pueblo grato, seguidor de las buenas obras. Predica y aconseja estas cosas en Nuestro Señor Jesucristo. En este día en que ponemos el principio de nuestro año civil, vienen a propósito los consejos del gran Apóstol, advirtiendo a los fieles la obligación que tienen de santificar el tiempo que se les concede. Renunciemos, pues, a los deseos mundanos; vivamos con sobriedad, justicia y piedad; nada debe distraernos del ansia de esa bienaventuranza que esperamos. El gran Dios y Salvador Jesucristo, que se nos revela estos días en su misericordia para adoctrinarnos, volverá un día en su gloria para recompensarnos. El correr del tiempo nos advierte que se acerca ese día; purifiquémonos y hagámonos un pueblo agradable a los ojos del Redentor, un pueblo dado a las buenas obras. El Gradual celebra la venida del divino Niño, invitando a todas las naciones a ensalzarle a El y a su Padre que nos le había prometido y nos le envía.