Papa pide perdón a Dios por la participación de la Iglesia en el Genocidio de Ruanda
El Presidente de Ruanda, Paul Kagame, escucha al Papa Francisco durante su visita el 20 de marzo del 2017. (Créditos de la imagen: ktpress)
El Papa Francisco se reunió con el Presidente de Ruanda, Paul Kagame, el 20 de marzo del 2017. En el transcurso de la reunión, expresó su tristeza y solidaridad hacia las víctimas del Genocidio de Ruanda, y pidió perdón a Dios por “los pecados y faltas de la Iglesia y sus miembros,” cometidos en ese entonces.
“Humilde reconocimiento de las faltas” de la Iglesia
La Oficina de Prensa de la Santa Sede anunció el 20 de marzo del 2017, que el Papa Francisco había recibido en audiencia al Presidente de Ruanda, Paul Kagame. Durante dicha reunión, el Papa “comunicó su profunda tristeza… por el genocidio cometido contra los Tutsi,” y expresó su solidaridad con las víctimas de la tragedia en representación de la Iglesia. Con unas palabras que recuerdan aquellas dichas por Juan Pablo II en el 2000, “imploró nuevamente el perdón de Dios por los pecados y faltas de la Iglesia y sus miembros,” incluyendo a “sacerdotes y hombres y mujeres religiosos, quienes sucumbieron al odio y a la violencia, traicionando su propia misión evangélica.”
Asimismo, el Papa deseó “que su humilde reconocimiento de las faltas cometidas durante ese período que, desafortunadamente, desfiguró el rostro de la Iglesia” pueda “contribuir a la purificación de la memoria” y “a promover, con esperanza y confianza renovada, un futuro de paz[.]”
El Papa hizo referencia en su discurso a una declaración similar hecha por los obispos católicos de Ruanda el 20 de noviembre del 2016. Anteriormente, el Presidente Kagame había juzgado inadecuada dicha declaración hecha por los obispos: se disculpaban por la participación del clero en los hechos violentos, pero hacían hincapié en que el genocidio no había sido ordenado por la Iglesia. En esa ocasión, Kagame declaró que “en vista de la magnitud en la que se cometieron estos crímenes, una disculpa del Vaticano sería más apropiada.
Ahora, el Papa Francisco se ha disculpado públicamente, pero al hacerlo remitió diplomáticamente al Presidente Kagame a la declaración hecha por los obispos. Sin embargo, la disculpa del Papa parece haber dejado satisfecho a Kagame, y debería marcar el rumbo para renovar la colaboración entre la Iglesia y el Estado en Ruanda.
El Genocidio de Ruanda
Este hecho se refiere a la matanza del grupo étnico Tutsi llevada a cabo por los Hutu, iniciando el mes de abril de 1994 y terminando en julio del mismo año. Cuando los belgas quitaron a los alemanes el control de Ruanda, después de la Primera Guerra Mundial, se encontraron con una sociedad jerárquica en la que la mayoría de los Tutsi eran terratenientes, desempeñaban cargos gubernamentales y eran tratados como una especie de aristocracia nativa, mientras que muchos de los Hutu eran obreros. Había una cierta superposición y matrimonios entre las dos etnias, y ambos grupos estaban relativamente satisfechos con la situación. La administración colonial belga conservó la estructura social; era habitual que las potencias coloniales católicas apoyaran las estructuras sociales nativas y las utilizaran para lograr sus objetivos de civilización y conversión.
Sin embargo, en el período que siguió a la Segunda Guerra Mundial, varios misioneros belgas, empapados de los ideales de la democracia cristiana, comenzaron a ganar influencia en el país. Tomaron el control de las escuelas, y uno de ellos, el Padre Georges Dufour, fundó un movimiento juvenil, los Xaveri (que todavía existe). Su objetivo era crear una nueva élite en Ruanda que luchara por la justicia social y la hermandad universal, así como por la autonomía. Vieron la estructura de clases existente, formada por los Tutsi y los Hutu, como un sistema feudal y racista del que los Hutu debían liberarse. Los jóvenes ruandeses fueron entrenados para odiar las imposiciones de la sociedad jerárquica en la que habían nacido y para idealizar el igualitarismo, que consideraban como una oportunidad para acceder al poder.
A finales de la década de 1950, mientras la furia, inspirada por el marxismo, por lograr la descolonización recorría África, las tensiones raciales entre los Tutsi y los Hutu, agravadas por la obra de los misioneros socialistas, alcanzaron un punto crítico. Se produjeron motines y matanzas entre ambos lados. En 1962, los belgas se retiraron del país y Ruanda declaró su independencia. La violencia entre los Hutu (ahora el poder gobernante) y los Tutsi se intensificó, hasta que el asesinato del presidente Hutu de Ruanda, en 1994, desató una explosión de matanzas contra los Tutsi, fueran civiles o soldados. Alrededor de 80,000 personas murieron antes de que la masacre llegara a su fin, en julio de 1994.
Involucramiento de la Iglesia en el Genocidio
Bajo la administración belga, los misioneros católicos habían difundido la fe entre los Hutu y los Tutsi. Inevitablemente, había católicos, laicos y religiosos en ambos lados del conflicto. Aunque un gran número de religiosos y sacerdotes católicos fueron asesinados por los Hutu, hubo varios que fueron declarados culpables de haber ayudado o instigado a los Hutu, e incluso de haber participado en las masacres.
Poco más de 20 años nos separan de estos trágicos eventos, y les tocará a los historiadores asignar la culpa con exactitud. Los últimos Papas se han disculpado en numerosas ocasiones por los pecados de la Iglesia a lo largo de la historia. Al formular observaciones sobre estas cuestiones, es importante hacer una distinción entre la santidad que es una marca inmutable de la Iglesia como institución divina, y la santidad o perversidad personal de sus miembros individuales.