Para comulgar… ¡hay que estar en pecado!
El cardenal Francesco Coccopalmerio
Hasta ahora, las interpretaciones más “benignas” de la exhortación apostólica postsinodal Amoris Laetitia en relación a los divorciados vueltos a casar sostenían que, si éstos podían comulgar en ciertos casos, era porque su adulterio objetivo no lo era subjetivamente: es decir, no tenían “conciencia de pecado”.
Esta posición ya era insostenible conforme a la doctrina católica y el sentido común, pues es difícil admitir en ese punto una ignorancia invencible que pudiese eventualmente eximir de pecado: máxime si, como se supone que propone Amoris Laetitia, el fiel debe ser “acompañado” (y se supone que instruido) por el sacerdote.
Pues bien: ha aparecido una interpretación todavía peor
Y lo malo es que quien la propone es nada menos que el presidente del Consejo Pontificio para los Textos Legislativos, el cardenal Francesco Coccopalmerio. ¡Y en un librito publicado por la Librería Editrice Vaticana, editorial oficial del Vaticano! Se titula El capítulo octavo de la exhortación apostólica post sinodal Amoris Laetitia.
“La Iglesia podría admitir a la Penitencia y a la Eucaristía a los fieles que se encuentran en una unión ilegítima, si verifican dos condiciones esenciales: desean cambiar la situación, pero no pueden llevar a cabo su deseo… El elemento teológico que permite la absolución y el acceso a la Eucaristía… [es] la imposibilidad de cambiar de inmediato la situación de pecado”: son palabras textuales del cardenal en el libro.
En la presentación del opúsculo el pasado 14 de febrero, la posición del purpurado (ausente del acto) fue sintetizada por el teólogo Maurizio Gronchi, profesor de Cristología en la Pontificia Universidad Urbaniana: “Tienen que tener conciencia de estar en pecado y el deseo de cambiar: estas son las condiciones que indica [el cardenal]”, dijo Gronchi, quien considera que esto “no contradice la idea de la indisolubilidad, porque [el fiel] sabe que no está conforme al Evangelio”. Al día siguiente L’Osservatore Romano recogió sus elogios al opúsculo de Coccopalmerio.
He aquí, pues, una doctrina que roza el delirio: para poder comulgar… ¡la primera condición es tener plena conciencia de pecado! Es más: la segunda condición es ¡“no poder” dejar de pecar!
Entonces, ¿es que hay casos en los que el hombre, sabiendo que está en pecado, no puede no pecar? ¿Dónde queda entonces el poder de Dios? ¿Dónde la virtud de la esperanza? ¿Qué noción tiene este cardenal sobre el bien y el mal, sobre la gracia y el libre albedrío, sobre el propósito de la enmienda como condición para el arrepentimiento, sobre el designio de Dios sobre los hombres?
Dijo San Pablo: “Dios es fiel y no permitirá que seáis tentados por encima de vuestras fuerzas” (1 Cor 10, 13). Luego llegaron Coccopalmerio y –si hemos de dar por buena su interpretación- la Amoris Laetitia y dijeron lo contrario. ¡Elijan ustedes!