¿Para qué nos da Dios el tiempo?
Dios llama a todos los católicos a la santidad, esto es a vivir en la gracia de Dios, libres de pecado. Si Dios nos da el tiempo es para mejorarnos, para preparar nuestra vida eterna; para hacer penitencia de nuestros pecados, convertirnos y llegar a la dicha de vivir con Dios como hijos suyos.
¿Para qué sirven las vacaciones?
La vida eterna, que es una felicidad eterna, se merece o se pierde en esta vida, durante el tiempo. Al momento de la muerte cuando el alma inmortal se separa del cuerpo ya no hay tiempo, es la eternidad. Eternidad feliz para el alma que se santificó y tomó el camino del paraíso; eternamente infeliz y miserable para el alma que estaba en pecado mortal, separada de Dios al momento de la muerte.
¿Quién sabe cuándo tendrá lugar este momento tremendo? Nadie. Nuestro Señor nos dice: "Velad, [...] Estad prontos." (Mateo 24, 42- 44). Para bien prepararnos a este día que abre la puerta de la eternidad, he aquí unas reflexiones sacadas de la Sagrada Escritura y de los Santos a cerca de las costumbres católicas y del valor del tiempo.
Durante las vacaciones, (al menos para los que las tienen), cada católico debe bien utilizar su tiempo para descansar y conocerse mejor a sí mismo y a Dios nuestro Señor; y hacer una reforma de vida para cumplir la voluntad de Dios eliminando de su vida lo que ofende a Dios, su Creador y lo que hace daño a su familia.
Concretamente, ¿qué tenemos que hacer durante este tiempo de vacaciones? Dos cosas: descansar el cuerpo y nutrir el alma.
Para el descanso del cuerpo cada uno tratará de descansarse de la mejor manera pero cristianamente. Los católicos que imitan o que quieren imitar a los paganos (Ezequiel 23, 7) en su manera de vestirse, de comportarse, de descansar hacen un daño tremendo a sus hijos, a sí mismos, a las generaciones futuras y a Cristo. ¿Por qué? Porque siguen el espíritu del mundo anticristiano, colaboran con la decadencia de la sociedad, destruyendo el espíritu cristiano, socavando las bases de la civilización cristiana. Por ejemplo, todo lo que son piscinas, playas, hoy en día, son indignas de una familia católica debido a la promiscuidad. "No imitéis las costumbres de los gentiles", es decir, paganos, nos manda Dios Nuestro Señor (Jeremías 10, 2). Eso significa que los católicos no pueden y no deben imitar la conducta inmoral de muchos nuevos paganos de hoy; de los inconscientes falsos católicos que viven como paganos; comen, beben, se visten, se divierten, pecan, se emborrachan, roban como paganos. El que peca profana su cuerpo, que es templo de Dios, ofende a Nuestro Señor Cristo que nos redimió con su muerte en la Cruz.
El que utiliza el tiempo para hacer el mal pecando se hace esclavo del demonio; el que pone sus pies en lugares indecentes donde se impulsa al pecado, es un traidor que pisotea las promesas de su bautismo hechas a Cristo.
El Espíritu Santo nos dice mediante san Pablo: "Los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con las pasiones y las concupiscencias. Si vivimos por el espíritu por el Espíritu también caminemos"; (Gálatas 4, 24-25).
Debemos ser realistas y precavidos. Hoy, muchísimos, católicos de nombre, están en la ilusión total. Se forjan un falso Cristo en su mente cuando no conocen su verdadera fisionomía en el Evangelio, cuando no hacen como Él dice, manda y quiere. Ya nos ha advertido: "No todo el que me dice 'Señor, Señor', entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre de los cielos"; (Mateo 7, 21). Ningún católico tiene el derecho de olvidar que los santos Apóstoles y los primeros cristianos predicaron y defendieron la verdadera fe y la moral católica hasta el martirio. En efecto, "por la fe se renovó la vida moral de innumerables generaciones. La fe hizo brotar un ardiente amor a Dios y al prójimo, llegando hasta el sacrificio de la vida, a una santidad manifiesta. Después de veinte siglos las palabrasde Cristo conservan toda su eficacia"; si hacemos lo que dicen.
¿Y los niños qué deben hacer?
Que los niños jueguen en el aire puro, si es posible, trabajen con sus papás, sean responsables; sobre todo, no pasen todo el día delante la televisión o Internet envenenándose y hasta corrompiéndose. Los papás conscientes hacen leer o leen con sus hijos las vidas de los santos como, por ejemplo: Santo Domingo Savio, San Juan Bosco, los santos niños de Fátima, Santa Rosa de Lima, Santa Teresa de Ávila, San Pío X o el santo Cura de Ars. Leen también el catecismo, que es el resumen de toda la doctrina dogmática, espiritual y moral católica etc.
Es de suma utilidad aprovechar los campamentos católicos para niños y para muchachas chicas y grandes. Dichosos mil veces los que aprovechan los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola organizados por los prioratos: en la Ciudad de México, en Guadalajara, Gómez Palacio y en el priorato de Guatemala.
El tiempo que Dios nos da es para utilizarlo bien, para preparar nuestra vida eterna, para sembrar los gérmenes de las virtudes y ejercitarlas, para realizar acciones dignas de la eternidad.
Las vacaciones son también tiempo para nutrir mejor su alma, dedicándose más a la oración y a la lectura: Oraciones de la mañana y de la noche, el rezo del Santo Rosario, las lecturas católicas, que son un alimento muy importante del alma.
San Juan de Ávila dice: "ahora es tiempo de sembrar, de pasar heladas, tormentos y trabajos, hasta que llegue el tiempo del coger. ¿Cuándo es o será el tiempo del coger? Cuando hubiere pasado el invierno de este mundo y viniere el verano del cielo."
El valor del tiempo
El tiempo es el precio de la eternidad. Es en el tiempo que se prepara y se merece la vida eterna. Los condenados que están en el infierno ya no tienen tiempo para poder convertirse y cambiar. Por eso decía Bossuet, gran obispo predicador francés: "El tiempo es el tesoro más precioso"; que Dios nos da. Pero cuidado: el tiempo quiere engañarnos, según advierte San Agustín (De Musica, 16, capitulo 39), porque el tiempo como sutil impostor quisiera imitar a la eternidad, y queriendo imitar a la eternidad, que conserva todas las cosas en un estado permanente, el tiempo nos va despojando e hiriendo muy poco a poco. Esa es la terrible verdad: que nos encontramos de golpe y sin advertirlo en los brazos de la muerte y en la puerta de la eternidad.
La ilusión peligrosa del pecador
Otra de las ilusiones es que el pecador unas veces juzga larga su vida y otras corta: corta, cuando se trata de gozar, y dice "comamos y bebamos, que nuestro fin está cercano"; (Isaías 22, 23), Pero ¡cómo cambia su lenguaje y qué largo lo ve todo cuando se trata de convertirse! Tenemos tiempo para convertirnos, dicen los necios, sigamos pecando. Sin embargo, todos lo sabemos que "el tiempo no es otra cosa sino un camino hacia la muerte. Morimos cada día porque en cada uno de ellos perdemos una parte de nuestra vida."
El tiempo pasa, pero nuestras obras no pasan. El Bossuet escribe:
¡Ah, con razón decimos que pasamos el tiempo! Lo pasamos en realidad y pasamos con él. Toda mi existencia se reduce a un momento; he aquí lo que me separa de la nada. Un momento pasa y le sigue un segundo; y ambos pasan el uno detrás del otro. Soy yo el que los une, queriendo confiarme seguro; pero me doy cuenta de que me arrastran insensiblemente con ellos y que seré yo el que un día le falte al tiempo y no el tiempo el que me falte a mí. He aquí a lo que se reduce mi vida. Y lo que es todavía más espantoso, todo pasa ante mi vista, pero delante de Dios todo permanece, todo me mira. Lo que es mío y su posesión depende del tiempo, porque yo dependo también; pero las cosas son de Dios antes que mías y dependen de Él antes que del tiempo. El tiempo no las puede arrebatar de su imperio, porque Él está por encima del tiempo y ante su vista todo permanece, todo forma parte de sus tesoros. Lo que yo haya colocado lo encontraré; lo que yo haya hecho en el tiempo, pasará, a través del tiempo, a la eternidad. Todos los momentos de placer que yo disfrute se reducen al instante en que pasan; pero una vez que han pasado, he de responder por ellos como si fueran permanentes. No basta que yo diga: Ya pasaron, no pensaré más en ellos. Porque sí, han pasado para mí, pero no para Dios, que me pedirá la cuenta".
¿Cómo debemos emplear el tiempo?
Hablando del tiempo un hombre sabio dijo: "Con gran esmero, pensando cuánto vale para la vida presente y para la eternidad; con orden: primero lo necesario, luego lo útil o meramente agradable; primero para el alma, luego para el cuerpo; con buen fin para la gloria de Dios, a la cual se subordina y con la cual se entrelaza la misma salvación".
Los maestros, los catequistas, por ejemplo, pueden durante sus vacaciones profundizar sus conocimientos porque "el amor al estudio, a la reflexión y al retiro es otra de las disposiciones esencialísimas en quién está destinado por la Providencia a la educación e instrucción de la juventud".
Y ¿por qué no hacer algo de apostolado?
"Mientras hay tiempo hagamos bien todos" (Gálatas 6, 10) Y en primer lugar a nuestra propia alma, nutriéndola con más oración, más sacramentos, más formación católica, haciendo un retiro espiritual. San Pablo nos dice: "Este es el tiempo propicio, éste es el día de la salud" (II Corintios 6, 2). Millones de nuestros hermanos católicos que viven en pecado mortal están al borde del infierno y siguen ofendiendo a Dios ¿Qué hacemos por su salvación? ¡Al menos pensemos que tenemos que hacer algo para las almas por las cuales Cristo Dios derramó su sangre! San Juan Crisóstomo, santo patrono de los predicadores católicos, nos dice: "No digáis, que no importa que los otros ofendan a Dios. El Señor dio su vida por los hombres y vosotros les negáis hasta las palabras para su salvación. Sabed, pues, que en todas las ocasiones que se presenten de contribuir a la conversión de vuestro hermano, aunque fuera preciso dar la vida, lo debéis hacer así"
¿Cómo se pierde el tiempo?
El tiempo se pierde "de mil maneras (¡y cuántos son los que lo pierden como si no tuviera valor ninguno!) se pierde obrando el mal; se pierde faltando al orden, no haciendo lo que se debe hacer, afanándose quizá por muchas cosas, sin terminar ninguna; se pierde por pereza o en cosas vanas", se pierde mirando la televisión, se pierde pasando horas delante la computadora jugando o navegando en Internet y también con el teléfono en la mano.
¿Qué nos aconsejan los santos y los sabios cristianos?
"Todos, cualquiera que sea nuestra edad, tenemos apenas el tiempo de prepararnos a la verdadera vida, a la única vida, a la verdadera dicha. Tenemos sólo una edad: la de nuestras virtudes o la nuestros pecados. "Yo cumplo cuatro años el 19 de junio, porque es el aniversario de mi conversión. El resto de mi vida no cuenta; es fango"; decía Eva Lavallière una célebre convertida francesa.
San Antonio María Claret aconseja: "No pierda jamás un instante de tiempo porque la ociosidad abre la puerta al demonio y a todos los males". La distancia que nos separa de los santos es obra de nuestra pereza y comodidad. Si utilizamos bien el tiempo, todos podemos ser los santos que Dios quiere que seamos, salvarnos y salvar a muchísimas almas.
Pidamos a Dios la gracia de valorar el tiempo para poder salvarnos y cooperar a la salvación del prójimo.
Padre Michel BONIFACE