¿Para qué sirve el año de humanidades? - SMS 526
Este 7 de marzo de 2018, algunas familias de nuestras capillas fueron al aeropuerto para dejar a uno de sus hijos al avión que los conduciría al seminario situado en Argentina, ya que el 10 de marzo dará inicio el año de Humanidades. 7 jóvenes mexicanos, con la gracia de Dios, se animaron a seguir este año de humanidades para reflexionar seriamente sobre el llamado de Dios a la vocación sacerdotal o religiosa.
Formación del juicio
¿Qué beneficio puede sacar el joven que ingresa en el Año de Humanidades?
Desde el punto de vista intelectual, en el transcurso de dicho año, se le imparten clases de latín, historia, arte, doctrina, lengua y literatura, en resumen, una cierta formación humanística, que apunta a suplir las notables fallas del sistema educacional moderno.
Su finalidad es la de permitir al joven humanista formarse un juicio correcto del mundo moderno, y disciplinar sus facultades en orden a un estudio serio y metódico, en caso de que decida luego ingresar en el Seminario.
Si tenemos en cuenta la estructura de las escuelas de hoy, todo apunta a formar el homo faber, esto es, el hombre capaz de producir en todos los rubros, por no decir el hombre tecnológico, cuya vida se centre en la informática y la computadora. Pero todo ello se hace en detrimento del desarrollo del raciocinio especulativo, induciendo a la sumisión propia de la cultura de masas.
Por ello es necesario reaccionar formando de nuevo el homo sapiens, el hombre deseoso de saber, hombre de principios que, basado en la recta norma de la prudencia y de la fe y respaldado por los principios inmutables de la sabiduría de los antiguos, sepa dirigir una mirada atenta al pasado y a la naturaleza humana en sí misma y formular un juicio crítico de la realidad actual.
Pero esos beneficios son aún poca cosa si consideramos el más importante de todos ellos, que reside en el hecho de que esos jóvenes viven durante un año entero en un Seminario de la Fraternidad San Pío X, la congregación creada por Dios para conservar la Tradición.
En ese lugar, tienen el envidiable tesoro de una vida litúrgica cotidiana y profunda, basada en las más antiguas y venerables costumbres de la Iglesia, con la misa diaria y la celebración solemne de los principales misterios de nuestra Redención. Aprovechan también la confesión semanal, aprenden a hacer la meditación, se acostumbran al rezo diario del Santo Rosario, construyendo así una vida espiritual sólida y verdadera si cooperan con las numerosísimas gracias que Dios les concede durante estos meses.
Para los jóvenes que opten por entrar en el Seminario, esta formación y vida espiritual les permitirá estar en contacto tanto con Dios como con el mundo real.
Y para los que decidan volver al siglo, regresarán a él con una sólida formación que los ayudará a superar las perversiones del mundo actual, después de haberles permitido adquirir valiosísimas amistades, que serán un tesoro inestimable para todas sus vidas.
Reflexionar sobre la vocación
Este año tiene una finalidad bien determinada: permitir a los jóvenes que consideran la posibilidad de la vocación sacerdotal o religiosa, pensar sobre este punto con el tiempo, silencio y seriedad requeridos.
En este sentido, el Año de Humanidades se presenta como la solución a una necesidad moderna. En efecto, la experiencia muestra que una de las fallas de la juventud de hoy es el temor a asumir compromisos, sobre todo cuando implican responsabilidades importantes o definitivas, como en los casos del sacerdocio y del matrimonio.
La cosa cambia si el joven puede contar con un año de vida en un entorno sacerdotal o religioso, con la disciplina propia de una vida consagrada, con el contacto con la oración y la liturgia, pero sintiéndose por el momento libre de asumir ningún compromiso.
Durante ese año, viviendo como un seminarista o un religioso, el joven podrá ver por sí mismo si reúne las aptitudes para responder a un posible llamado de Dios, y se verá en condiciones, al final de dicho año, de tomar una decisión.
¡Joven, si tú quieres…!
He aquí un joven cualquiera, despierto, inteligente. Se casaría de buena gana. Varias muchachas lo están rondando. No tendría más que hacer un gesto.
Pero, impresionado por la falta de obreros evangélicos, por el gran número de almas que se pierden por falta de apóstoles, entrevé todas las consecuencias que tendría para la salvación de las almas si consagrara toda su vida al servicio de Dios y renunciara a las lícitas alegrías del matrimonio… Ve las consecuencias de este don de sí mismo en un Francisco Javier, en un Juan Bosco, en un Vicente de Paúl, en un Juan María Vianney. Y se dice a sí mismo: “¿Y por qué yo no…?”
Como lo dice Santo Tomás de Aquino: se necesitan más razones para quedarse en el mundo que para entrar en el seminario o en la vida religiosa.
Los padres no tienen derecho a impedir que un hijo se entregue a Dios, ni siquiera a exigirle un tiempo de espera demasiado largo (por ejemplo, a que haya terminado sus estudios o tenga una buena posición económica…). Esto es un abuso del que tendrán que dar cuenta a Dios. El joven que, llamado por Nuestro Señor, le pidió la dilación necesaria para enterrar a su padre y a su madre antes de seguirle, no volvió luego (Mateo 8, 21-22).
Que el joven que siente el llamado no haga esperar a Dios, sino que se entregue generosamente a Cristo, apenas se le haya clarificado el tema de la vocación, y pase a su realización en cuanto pueda. No hay que hacer esperar a Nuestro Señor.
¡Así, pues, joven… decídete!
San Ignacio te pregunta:
—“A un joven que estuviera en tu misma situación, ¿qué le aconsejarías hacer para la mayor gloria de Dios y la mayor perfección de su alma?”
—“En el día de tu muerte, ¿qué querrías haber elegido hoy?”
—“Tus diversos argumentos en favor o en contra de la vocación, sean los que sean, ¿qué valen delante de Dios?”
Y no lo dudes más. Obra en consecuencia. Si vis…! Si quieres…! Comprende la gracia, comprende el honor que se te hace. “No me habéis elegido vosotros a Mí, sino que Yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis, y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca” (Juan 15, 16).
Su servidor, el P. Donatien Lethu +
El Seamos Católicos es el boletín oficial del Priorato Nuestra Señora de Guadalupe de la Ciudad de México.