Peregrinación de Juquila

Fuente: Distrito de México

A mediados de abril, un grupo de feligreses que dependen de nuestro priorato de Orizaba, acompañados por el Padre A. Jiménez, hicieron una peregrinación a Juquila (Oaxaca). ¡Descubra las fotos al final del artículo!

El grupo salió de la ciudad de Oaxaca a las 01:00 de la mañana. Llegó al Pedimento a las 06:45 a.m., lugar en el cual se hicieron las oraciones de la mañana (el Pedimento se encuentra a 2 horas de Juquila caminando) y también las peticiones a la Santísima Virgen.

Se inició la caminata a las =8:00 a.m., en la cual estuvieron rezando el Santo Rosario, mientras que el Padre iba confesando a los peregrinos. El grupo de peregrinos llegó al Santuario de la Virgen a las 10:00 de la mañana e hizo su consagración a la Santísima Virgen. Después desayunaron todos y tuvieron un tiempo libre hasta las 14:30 de la tarde, hora en que se dijo la Santa Misa. A las 6 de la tarde fueron al santuario para despedirse de la Virgen y regresaron a Oaxaca a las 02:00 de la madrugada.

¡Gracias a Dios todo salió bien!

 

Historia del Santuario

Con el nombre de Juquila se conoce la pequeña imagen de la madre de Dios, generalmente venerada y visitada desde entonces año con año, por miles de devotos.

Tiene una tercia de vara (30 centímetros) y el grueso de 2 dedos (4 centímetros aproximadamente y 15 cm de ancho del vestido), viste una túnica sobre la que cae el manto que se desprende de los hombros y se tercia airosamente bajo el brazo izquierdo. El cabello se extiende sobre el ropaje, las manos están unidas ante el pecho y los ojos modestamente inclinados.

Perteneció primeramente a Fray Jordán de Santa Catalina, pasando luego por donación de este religioso al poder de un indio natural de Amialtepec, piadoso y gran devoto de María. Los vecinos de Amialtepec, adonde la llevó su nuevo dueño, cobraron a la imagen singular afecto visitándola con frecuencia e invocándola en sus necesidades. Sin duda, aquellas peticiones fueron bien acogidas por la reina de los cielos, pues se contaban maravillas obradas por su intercesión, y tanto, que pronto la fama voló por los pueblos circunvecinos y aún llegó a lugares distintos de donde partían devotos peregrinos para visitar el jacal de Amialtepec que guardaba la santa imagen.

La noticia de tales acontecimientos llegó al cura del lugar, don Jacinto Escudero, persona instruida y sensata, quien para evitar abusos fáciles de cometer con pretextos de devoción en una casa privada lejos de la vigilancia de los sacerdotes, venciendo la resistencia del propietario de la sagrada imagen, la trasladó al templo. Ahí la devoción creció y los peregrinos aumentaron considerablemente.

Corría el año de 1633 cuando llegó el invierno, los indios pusieron fuego a la hierba seca del monte, como es costumbre entre ellos, para lograr en la primavera pasto verde para los ganado;, esta vez, el fuego cundió rápidamente y ayudado del viento, muy en breve hizo presa de los jacales de Amialtepec, los habitantes huyeron y desde un crestón cercano de su montaña vieron sus casas devoradas por las llamas, y el templo mismo en donde estaba la imagen de la virgen: por el voraz incendio, templos y casas desaparecieron. Pasado el peligro y repuestos los indígenas del susto, al volver sobre el ennegrecido suelo para recoger lo que de sus cosas hubiese perdonado el fuego, vieron con sorpresa que era en efecto un montón de cenizas, pero que sobre esta quedaba entera, con sus vestidos intactos y aunque ligeramente ahumada, la imagen de María Milagrosa, imagen de nuestra señora de Amialtepec, en donde quemándose toda la iglesia y el altar en que estaba colocada, pasado el incendio se hayó sobre las cenizas del templo, sin quemarse ni aún el vestido.

El padre, maestro, Nicolás Arrazola, persona docta que escribió sobre el caso, dice que el hecho es auténtico y en comprobación de él cita a los párrocos de aquel lugar: Escudero, ya mencionado, y Casaus, que fue después penitenciario de Oaxaca.

Aquel suceso causó viva sensación en Oaxaca, cooperando en buena parte a conmover los ánimos el párroco Escudero con sus consultas dirigidas a las personas más caracterizadas y doctas de la ciudad. Muchos de los vecinos de esta ciudad, de los pueblos inmediatos y aún de las más lejanas montañas de Oaxaca, desde luego se pusieron en marcha hacia el pueblo de Amialtepec, resueltos a ver por sí mismos las señales del prodigio que se contaba. No deben de haberse arrepentido de su viaje, pues desde entonces comenzó para continuar hasta nuestros días la anual peregrinación de los oaxaqueños, que desde fines de noviembre salen de todas partes a millares, dirigiendo sus pasos al pueblo de Juquila, llevando en su corazón la segura confianza de que sus males desaparecerán en la presencia de la sagrada imagen.