Publicación del Boletín de Puebla - Junio 2016

Fuente: Distrito de México

En este boletín encontrarán los horarios de misa para el mes de junio, así como varios artículos.

La capilla San Ignacio de Puebla depende del Priorato Beato Rafael Guizar y Valencia de Orizaba.

Editorial

Orizaba, 21 de mayo de 2016

¡Estimados amigos y benefactores!

En la lucha contra el demonio y sus secuaces, tenemos un amparo poderoso en el Sagrado Corazón de Jesús. Una jaculatoria se difundió después de las grandes revelaciones del Corazón de Jesús a Santa Margarita María Alacoque (1647-1690), en la cual, miles de almas encontraron un socorro eficaz en las tentaciones, en las pruebas y angustias, en los más diversos peligros que se enfrentan en la vida cotidiana.

“¡Detente!, el corazón de Jesús está conmigo.”

Se estableció la costumbre de escribir este exorcismo bajo una pequeña imagen del Sagrado Corazón y llevarla consigo. En la gran peste que se desencadenó en Marsella en 1720, el azote se detenía muchas veces como por milagro ante esta imagen protectora. Desde entonces, la práctica de llevar consigo el sencillo emblema del “Detente” o al menos de rezar la invocación, se extendió a varios países.

El emblema distintivo de los contrarevolucionarios

En 1789 estalló en Francia, con trágicas consecuencias para el mundo entero, un flagelo muchísimo más terrible que cualquier epidemia: la calamitosa Revolución Francesa. En ese periodo los verdaderos católicos encontraron amparo en el Sacratísimo Corazón de Jesús, y el escudo protector fue llevado como una señal distintiva por los sacerdotes, nobles y plebeyos que resistieron a la sanguinaria revolución anticatólica. Incluso damas de la corte portaban ese escudo preciosamente bordado sobre tejidos.

Los Chouans —heroicos resistentes católicos, que enfrentaron a los impíos revolucionarios franceses— bordaron el escudo del Sagrado Corazón de Jesús en sus trajes y banderas, como si fuese un blasón y, al mismo tiempo, una armadura: “blasón” usado para reafirmar su Fe católica; “armadura” para defenderse contra las embestidas adversarias.

Este escudo fue ostentado por muchos otros líderes y héroes católicos que murieron o lucharon en defensa de la Santa Iglesia, como los bravos campesinos seguidores del aguerrido tirolés Andreas Hofer (1767-1810). Estos portaban el Detente para protegerse en las luchas contra las tropas napoleónicas que invadieron el Tirol.

A comienzos del siglo XX, el Detente fue usado en nuestro país por los Cristeros, que se levantaron en armas contra los gobiernos anticristianos opresores de la Iglesia; y en España por los famosos tercios carlistas —los llamados requetés— célebres tanto por su piedad, como por su arrojo en el campo de batalla, cuya contribución fue decisiva para el triunfo de la insurgencia anticomunista de 1936-39.

Aprobación pontifical

En 1870, año de pruebas y lágrimas para el Pontificado Romano, el Beato Pio IX aprobó y bendijo esta devoción. “Es un pensamiento celestial. Sí viene del cielo. Doy mi bendición a este Corazón y quiero que todos los que se hagan conformes a este modelo, reciban esta misma bendición sin que tengan necesidad de ninguna otra. Además, quiero que el demonio no tenga poder alguno sobre los que lleven este Corazón”. En 1872 el Papa concedió 100 días de indulgencia a los que la practican.

El detente que llevamos o que rezamos es una armadura espiritual. Es una señal de fidelidad al Corazón de Jesucristo. Es un blasón que nos ennoblece. Es un muro que nos defiende. Es un imán que atrae sobre nosotros las miradas y gracias del cielo. Es un pararrayos que aparta de nosotros los castigos de Dios. Es una oración perenne por nosotros de Jesús, suplicante al Padre. Es un corazón que late junto al nuestro.

 

Ábreme, Oh Jesús tu Corazón, muéstrame sus encantos, úneme a él para siempre. Que todas las respiraciones y palpitaciones que dé mi corazón, aun cuando esté durmiendo, te sirvan de testimonio de mi amor y te digan sin cesar: ¡Señor te amo! Recibe el poco bien que hago. Dadme gracia para reparar el mal que hecho, para que te ame en el tiempo y te alabe por toda la eternidad. Así sea”.

Padre Marc Gensbittel +

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