Publicación del SMS 471: La verdadera misericordia
En este Seamos Católicos encontrarán un artículo sobre la Verdadera Misericordia, así como el calendario litúrgico del 24 de enero al 7 de febrero de 2015.
La verdadera misericordia
Estimados fieles, teniendo en cuenta la confusión actual sobre el tema de la misericordia, en el presente número de nuestro boletín vamos a hablar, sin pretender agotar el tema, acerca de dicha virtud.
Pocas virtudes entre las relativas al prójimo se recomiendan en la Sagrada Escritura con tanto interés e insistencia como la misericordia y la compasión por el prójimo. Las más bellas parábolas del Evangelio: la oveja perdida, el hijo pródigo, el siervo que debía 10 mil talentos, el buen samaritano, etc., así como la sublime alegoría del Buen Pastor y las escenas emocionantes de la mujer adúltera, de la pecadora que regó con sus lágrimas los pies de Jesús, Zaqueo, etc., están a ella dedicadas. Los textos son innumerables en ambos Testamentos; citemos algunos, a modo de ejemplos: “El que hace justicia y misericordia hallará vida y honor” (Prov. 21,21) “Pues prefiero la misericordia al sacrificio, y el conocimiento de Dios al holocausto” (Os. 6,6) “Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso” (Lc. 6, 36) “Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia” (Mt. 5, 7). ¿Qué quiere decir en todos estos textos el término “misericordia”?
La misericordia en general
Santo Tomás, y con él 2000 años de Iglesia, siguiendo a San Agustín, nos enseña que la misericordia es una virtud, que nace de la caridad, aunque distinta de ella, por la cual nos compadecemos internamente de la miseria ajena y nos mueve e impulsa a socorrerla si nos es posible. Se llama misericordia porque le torna a uno el corazón compasivo (miserum cor, en latín) ante las desgracias ajenas.
Las miserias o desgracias ajenas pueden ser de tres tipos:
- Contra la integridad de la persona (ej. una enfermedad)
- Contra la propia libre elección (ej. cuando a uno le resulta algo malo allí donde buscaba o esperaba un bien)
- Por propia culpa, poniendo la causa de la desgracia (ej. el pecado o una enfermedad contraída por propia culpa). Propiamente, este último tipo de desgracia (la culpa, como voluntaria) no merece compasión sino castigo; pero suele llevar consigo tantas penas, que la hacen digna de compasión caritativa.
Los motivos por los cuales nos dolemos de las miserias ajenas son dos:
- El amor al prójimo de tal modo que sus desgracias nos afectan como si fueran propias.
- La posibilidad de que la desgracia ajena pueda facilmente pasar a nosotros y hacernos sufrir lo mismo.
Respecto a todas las virtudes que miran a nuestro prójimo es la virtud más importante, por ser su acto un acto superior, ya que no se limita a compadecerse de las miserias ajenas, sino que las remedia, lo cual, de hecho, es propio del superior y de aquel que es mejor, además de parecernos a Dios haciéndonos semejantes en su obrar.
La misericordia no obra contra la justicia, sino que es cierta plenitud de la justicia, como el que dando de su dinero 200 pesos a un acreedor a quien no se le debe más que 100 pesos tampoco obraría contra la justicia, sino que se portaría con liberalidad y misericordia dando algo, además de lo justo. Lo mismo pasa cuando se perdonan las ofensas recibidas, y por eso San Pablo llama “donación” al perdón: “Donaos (perdonaos) los unos a los otros como Cristo donó (perdonó)” (Ef. 4,32). Por donde se ver que la misericordia no destruye la justicia, sino que, al contrario, es cierta plenitud de ella (algo “extra” a la justicia). Por eso el Apóstol Santiago dice: “La misericordia aventaja (está sobre) al juicio” (Sant. 2, 13).
La Misericordia de Dios
Santo Tomás dice que la misericordia le corresponde a Dios, y sobre todo a Él; no en el sentido en el que Dios siente tristeza por nuestras miserias, sino en cuanto que se mueve a solucionar nuestras desgracias como si fueran propias, lo cual, sobre todo a Él le corresponde, pues para remediar un defecto hace falta algún bien, y Dios es el primer origen de todo bien.
Por otra parte, también agrega el Santo Doctor, todas las obras de Dios siempre implican la justicia y la misericordia, es decir que Dios no hace nada que no sea Justo y Misericordioso al mismo tiempo. Así lo explica el Angélico; esperemos ser nosotros claros al transcribirlo:
- En todas las obras de Dios hay justicia porque, en todo, Él obra como es debido, es decir, no hace nada que no sea con orden y proporción, en lo cual consiste la justicia.
- Pero la obra de justicia siempre presupone la de misericordia y en ella se funda, pues si algo se le debe a la creatura (p.ej. un premio o un castigo) es porque hay algo en ella que exige tal deuda. Y si esta misma cosa que origina la deuda se le debe a la creatura, también debe de ser por algo que tiene en ella que exija tal deuda. Y como no puede uno estar diciendo esto hasta el infinito (como lo de: “¿qué es primero? ¿el huevo? o ¿la gallina?”), debemos afirmar que hay algo que, en último análisis, depende solamente de la bondad divina, que ha debido darle un primer bien que no tenía. Y así, en toda obra de Dios aparece la misericordia divina como primera raíz o causa primera, la cual influye en todas las que siguen.
Conclusión
La principal conclusión que tenemos que sacar, más allá de si le entendimos o no a lo de arriba, es que:
La “misericordia” tal como la presentan los modernistas y, sobre todo el Papa Francisco, es una FALSA “misericordia” (de hecho, por eso la ponemos entre comillas) e, incluso, es una “misericordia” CRUEL.
- FALSA en su concepción porque asume que la misericordia y la justicia son algo opuesto. Según esta forma de ver las cosas, la justicia iría contra la caridad porque la justicia a uno lo obliga a ser “duro” con el otro, lo cual no puede ser, pues Nuestro Señor ha insistido que el amor al prójimo, luego del amor a Dios, debe ser la principal de las virtudes de sus discípulos. La realidad, como explicamos arriba, es que, siendo la caridad la raíz de la misericordia, y la misericordia el fundamento de la justicia, no puede haber oposición entre estas virtudes. Además, hay que aclarar que lo que se ataca nunca es la persona en sí misma, lo cual iría contra la caridad, sino el mal que ésta padece, lamentablemente, esta distinción, como muchas más, el modernista no las hace.
- FALSA también y, por lo tanto CRUEL, en su aplicación con nosotros los pecadores, porque se queda con un sólo aspecto de la misericordia, el “perdonar”, y no el solucionarnos nuestras miserias por medio de la indicación clara, detestación y aplicación de medios contra el pecado. Cualquiera de nosotros calificaría de CRUEL a un médico que se limitase a tener lástima de sus pacientes, pero sin estar dispuesto a deshacerse de la enfermedad indicándola y combatiéndola con los medicamentos adecuados.
Padre Luis Rodríguez
El Seamos Católicos es el boletín oficial del Priorato Nuestra Señora de Guadalupe de la Ciudad de México.