¿Qué debo saber antes de elegir a mi futuro cónyuge?

Fuente: Distrito de México

Hay preguntas muy concretas que deben hacerse antes del matrimonio con respecto a la elección del futuro cónyuge.

El matrimonio es un contrato. Este contrato define las cláusulas que unen a los cónyuges para fundar una familia. El origen del matrimonio se remonta al Génesis. Dios creó a Adán pero, dijo: "no es bueno que el hombre esté solo". Así que tomó una costilla de Adán con la que formó el cuerpo de Eva. Contemplando a la primera mujer, Adán dijo: "He aquí hueso de mis huesos y carne de mi carne (…). Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne". Así se instituyó el matrimonio.

En el Nuevo Testamento, Nuestro Señor Jesucristo lo elevó al rango de sacramento. En adelante, los esposos encuentran en esta institución los medios necesarios para la santidad. Por la gracia sacramental, poseen todas las gracias para cumplir santamente los deberes del contrato matrimonial: procreación, educación y apoyo mutuo. De esta gracia sacramental sacan su fuerza, su esperanza y su fidelidad. El matrimonio no es una institución como cualquier otra. En efecto, el matrimonio está ordenado al bien común de la sociedad civil y eclesiástica de tal manera que la estabilidad y la paz de estas sociedades dependen en gran parte de las del matrimonio. Esto muestra cuán importante es contraer un buen matrimonio y, por lo tanto, elegir bien al cónyuge adecuado.

Antes de elegir...

Conviene en gran medida tener muy en cuenta la santidad del matrimonio y pedir la guía del Espíritu Santo para la importante elección que tenemos ante nosotros. Es necesario, por tanto, considerar la opinión de nuestros padres que nos conocen y desean nuestro bien. Así como la de nuestros hermanos y hermanas o la de nuestros amigos. En general, estas personas son bastante espontáneas y sencillas en su opinión. Finalmente, nuestro director espiritual también tiene un criterio bien fundamentado ya que se apoya en la experiencia de la Iglesia y del confesionario. Consideremos a continuación las cuestiones concretas que se plantean en este asunto tan importante y delicado.

Las cuestiones esenciales

Empecemos por el principio. Debemos preguntarnos si parece razonable considerar, en la persona que estamos frecuentando, al futuro padre o la futura madre de nuestros hijos. Esta perspectiva ayuda a madurar nuestra decisión y apoya la virtud de la prudencia que es el justo medio entre la precipitación y la indecisión.

Por tanto, debemos pensar que el hogar será tanto más santo si es estable y ordenado. Esta estabilidad es un principio de paz porque es el resultado de la práctica habitual de la caridad. Este es el secreto de la santidad marital. Entonces, para lograr esta estabilidad debe haber una profunda unidad entre los cónyuges. ¿Cómo sabemos si seremos capaces de construir juntos esta unidad?

La vida espiritual y sacramental

En primer lugar, se debe hablar sobre la vida espiritual y sacramental. ¿A dónde quiere ir mi cónyuge a misa el domingo? ¿Qué comunidad quiere frecuentar regularmente? Es evidente que esta cuestión tiene un impacto en la predicación y el catecismo que los niños recibirán. Es imperativo que este tema se resuelva (¡al menos para evitar disputas semanales!). En el contexto de la crisis de la Iglesia, sucede que esta discusión tan delicada puede ser tan intensa que genere un desacuerdo. El futuro cónyuge necesita entonces mucha paciencia, delicadeza y claridad para lograr iluminar al otro sobre su posición. La verdad se transmite con mansedumbre, humildad y perseverancia. Si este punto no se soluciona antes de la boda, no se podrá solucionar después. Es una ilusión pensar lo contrario. Y son muchos los que caen en ella... ¡y luego se arrepienten! Imaginamos que el futuro cónyuge necesariamente cambiará, cuando en realidad no lo hará, pues esto rara vez sucede. A veces notamos que esta ilusión se mantiene deliberadamente para evitar enfrentar el problema. ¡Cuidado, no debemos olvidar que siendo el matrimonio un sacramento ordenado al bien común, un error voluntario repercutirá en la sociedad y, más concretamente, en los hijos! Por lo tanto, siempre debemos pensar en las consecuencias de las elecciones realizadas.

En el ámbito de la vida espiritual, sin que nos transformemos en confesores, debemos observar la vida religiosa de la persona que estamos frecuentando: ¿es fiel a la oración diaria, al rosario, a la comunión y a la confesión frecuente? ¿Alguna vez ha asistido a un retiro espiritual (¡asistan a uno antes de la boda!)? ¿Conoce las principales nociones de la doctrina católica? No olvidemos que mañana seremos educadores y que será nuestro turno de transmitir. Es bien conocido el adagio: nadie puede dar lo que no tiene. Puede ocurrir que el cónyuge esté en proceso de conversión: entonces hay que tener mucho cuidado porque generalmente este suele ser un camino largo y laborioso que exige un cambio total de vida según el Evangelio. Para saber si el futuro cónyuge no está fingiendo su conversión, observemos si va por su cuenta a misa el domingo, si tiene interés en estudiar el catecismo, si hace preguntas sobre la fe y la moral, incluso si tiene objeciones, porque esto significa que está reflexionando sobre el tema.

La personalidad del futuro cónyuge

Pasemos ahora al tema de la personalidad del futuro cónyuge. Es difícil vivir sólo de apariencias. Dice el adagio: expulsa lo natural y volverá galopando. Para observar al futuro cónyuge en la realidad de lo que verdaderamente es, es necesario visitar varias veces a la futura familia política. En ese entorno podemos vislumbrar al futuro cónyuge en su elemento natural en el que, inevitablemente, se mostrará tal cual es. Entonces será más fácil responder a estas preguntas que arrojarán más luz sobre su personalidad: ¿lo/la conozco bien? ¿Desde cuándo? ¿Cuáles son sus cualidades? ¿Sus defectos? ¿Cuáles son mis cualidades? ¿Mis defectos? ¿Cuáles son las diferencias de carácter entre él/ella y yo? ¿Me asustan estas diferencias? ¿Son importantes? ¿Creo que puedo soportarlas y sobre todo ayudar a mi cónyuge a superarlas? ¿He pensado en las formas correctas que me permitirán ayudarlo/a en esta dirección? Porque eso es el amor conyugal: querer el bien del otro. "Exhorto a los recién casados ​​sobre todo al amor mutuo que tanto les recomienda el Espíritu Santo en la Escritura", dijo Pío XII en un discurso a los recién casados. Pero, ¿cuál es este amor que nos inculca el piadoso maestro de la vida cristiana? ¿Es acaso el simple amor natural e instintivo, como el de una pareja de palomas, escribe San Francisco de Sales, o el amor puramente humano conocido y practicado por los paganos? No, ese no es el amor que el Espíritu Santo recomienda a los esposos. Es mucho más que eso: un amor que, sin negar los santos afectos humanos, se eleve más alto, para ser en su origen, en sus ventajas, en su forma y en su modo "todo santo, todo sagrado, todo divino", semejante al amor que une a Cristo y a su Iglesia".

Debemos hacer todas las preguntas necesarias: ¿qué educación recibió? ¿A qué escuela asistió? ¿Serán interesantes los temas de conversación en general? ¿Su forma de vida es conveniente para mí? ¿Mi futuro cónyuge es educado? ¿Sabe comportarse en sociedad? No podemos olvidar que viviremos el resto de nuestra vida con él/ella. La diferencia en la educación recibida puede ser un obstáculo para la estabilidad marital. También hay que comprobar si mi familia y la de mi futuro cónyuge tienen aproximadamente el mismo rango social y la misma forma de educar.

Conocer a la futura familia política es necesario porque no solo es un indicio adicional sobre la personalidad del futuro cónyuge sino que, además, será la segunda familia que visitaremos regularmente. Entonces, ¿has pasado algunos días con tu futura familia política? ¿Las visitas son agradables? ¿Qué piensas de tus futuros suegros? ¿Te agradan? ¿Por qué? ¿Tus futuros suegros están contentos con el matrimonio? Si la respuesta es negativa, ¿por qué? No debemos ignorar nunca los consejos de los suegros que conocen a tu cónyuge más que tú. ¿Conoces a sus hermanos y hermanas? ¿Te agradan? ¿Tienes una buena relación con ellos? ¿Qué te dicen sobre tu futuro cónyuge? ¿Estás listo/a para pasar unas vacaciones con ellos?

Recuerda que necesariamente confiarás a tus hijos al cuidado de tus suegros. ¿Estás listo para hacer esto? Si no, ¿por qué? Los suegros, cuñados, cuñadas y futuros primos influirán en tus hijos. Entonces, ¿comparten las mismas convicciones en las áreas esenciales: religión, educación, cultura, política?

La unidad en las creencias y convicciones

La estabilidad marital también se basa en la unidad de creencias que afectan áreas importantes. En primer lugar, la manera de abordar la vida matrimonial: ¿en dónde quieren vivir? ¿Han hablado seriamente sobre el problema del trabajo de la esposa y su presencia en el hogar [1]? ¿Tu cónyuge estará fuera a menudo? ¿Por su trabajo o por sus ocupaciones relacionadas con él? Debemos tener cuidado con los movimientos asociativos que invaden la vida familiar. El compromiso es encomiable solo en la medida en que no impide cumplir con los deberes maritales. La vida marital a veces nos obliga a dejar ciertas actividades.

Todos los temas deben ser abordados, incluso algunos temas delicados como la moralidad que rodea las relaciones conyugales: con generosidad, ¿estoy dispuesto/a a aceptar todos los hijos que Dios decida mandarnos? ¿Tu futuro cónyuge está en la misma disposición? ¿Tienes alguna aprensión sobre este tema? ¿Crees que la castidad marital será difícil de mantener? El matrimonio es ciertamente un remedio para la concupiscencia, pero no extingue todas las tentaciones contra la carne. Por eso, la virtud de la pureza debe perfeccionarse lo más posible tanto antes como durante el matrimonio. Si hay preguntas sobre cualquier punto relacionado con la moralidad de este sacramento, es absolutamente necesario encontrar las respuestas con el sacerdote que los está preparando. No se queden nunca con la duda, sobre todo en estos temas, tanto para quitar escrúpulos como para evitar una laxitud que llevaría a los esposos a caer en el pecado.

La educación de los hijos

En el ámbito educativo, ¿están de acuerdo en la forma en que conciben la educación? ¿Tienen suficientes conocimientos personales para transmitir cultura general? ¿Para guiar y formar el juicio de sus hijos en el ámbito religioso, político y social? ¿En qué colegio piensan matricular a sus hijos? ¿Qué catecismo quieren para ellos? ¿Cuál creen que es la forma ideal de fomentar la virtud en los niños? ¿En los adolescentes? ¿Cuál creen que es la mejor forma de corregir a un niño? ¿Y al adolescente? Hablar de estos temas siempre es muy esclarecedor porque ayuda a comprender la educación recibida por el futuro cónyuge. En general, tendemos a reproducir lo que hemos vivido.

Las preguntas propuestas obviamente no son exhaustivas. Hay otras que surgirán naturalmente mientras los novios se preparan para el matrimonio.

En este ámbito, los novios siempre deben ser muy sencillos y prudentes. Sencillos porque no existe una pareja ideal. Inevitablemente habrá imperfecciones en el otro. Pero en la medida en que éstas no sean un obstáculo mayor para la santidad conyugal, serán el principio de las virtudes. Prudentes porque la finalidad del sacramento es muy grande.

Que los novios se encomienden con confianza a la Sagrada Familia. Deben saber que su matrimonio valdrá lo que haya merecido su compromiso.