¿Qué pasó después del Concilio? - El cambio de la Misa
En este primer artículo de una serie que iremos publicando, tomados de una conferencia dada por Mons. Lefebvre en Roma el 6 de julio de 1977, titulada "La Iglesia después del Concilio", explicaremos una a una las consecuencias desastrosas y la tempestad ocasionada por los cambios realizados en el Concilio Vaticano II.
En la Santa Misa se substituyó el Sacrificio por la Cena. Así, en vez del Sacrificio de la Cruz se insistirá sobre la Cena, sobre la comunión y la participación de los fieles. Esta orientación es completamente contraria a la Tradición de la Iglesia y a la fe de la Iglesia.
Lo que es importante en nuestra Misa es el sacrificio. El sacrificio de la Misa no es sólo una cena, no es la cena evangélica, es un verdadero sacrificio. Porque también si el sacerdote ofrece, él solo, el Sacrificio de la Misa, éste vale lo mismo que si mil personas estuvieran con él, como si una multitud estuviera en la Iglesia. Ahora, por el contrario, parece que la Misa es sobre todo una asamblea, y que el sacerdote es el presidente de la asamblea. Presidente y no sacrificador. Es una noción nueva de la Misa. Como pueden ver, se trata de un cambio radical, muy grave.
No digo que la nueva Misa sea herética, jamás lo he dicho; pero remarco que cada vez hay más Misas inválidas, porque se cambian las bases de la misma. Pienso realmente que esta Misa es una Misa equívoca, porque puede ser dicha tanto por los protestantes como por los católicos. Los protestantes aceptan decir esta Misa. Tengo aquí un documento que lo prueba, un documento de los protestantes de Alsacia que se han reunido, documento de la "Confesión de Augsburgo de Alsacia-Lorena." El documento dice:
Vistas las formas actuales de la celebración eucarística de la Iglesia Católica, vistas las convergencias teológicas actuales, muchos obstáculos que podían impedir a un protestante participar en la celebración eucarística católica están desapareciendo. Parece, en consecuencia, que hoy puede ser posible a un protestante reconocer en la celebración eucarística católica la Cena instituida por el Señor."
Por tanto, los protestantes ya no tienen dificultad en aceptar la nueva Misa porque se asemeja cada vez más a una cena eucarística protestante.
Un hecho más, extremadamente grave y enseñado claramente por la nueva catequesis. He aquí lo que dice: "¿La Misa no es acaso la cena de nuestro Señor?... En el corazón de la Misa, que es un relato..." y esto resulta muy grave también, porque ya no se habla de la acción que se realiza durante el Sacrificio de la Misa, "infra actionem". Se dice así en nuestro Canon: "infra actionem" durante la acción. Esto indica que la acción se hace, la acción del Sacrificio que se realiza en la Consagración, una verdadera acción - no simplemente un relato, como es ahora presentada la idea en la mayor parte de los documentos oficiales.
He aquí un documento oficial de los Obispos suizos a propósito de la Misa. Siempre se emplean las mismas expresiones: "el relato de la Institución, la anamnesis y la epiclesis son el centro de la plegaria eucarística." Luego, disminuyendo siempre la idea del sacrificio, lentamente se desnaturaliza la Misa, se termina por alterar la Misa y dar a los fieles un espíritu protestante.
Por otra parte, resulta evidente que es con este mismo espíritu que se hicieron todas las reformas, como la comunión en la mano. Si es un sacrificio, la presencia real de Nuestro Señor Jesucristo es necesaria, porque en un sacrificio tiene que existir una víctima. ¿Quién es la víctima? Nuestro Señor Jesucristo mismo que, en consecuencia, debe estar realmente presente. Si es una cena no es necesaria la presencia real, basta una presencia espiritual; el pan partido, el pan de la amistad, el pan de la unión a Nuestro Señor Jesucristo, con el relato de la institución de la Cena. Si la Misa ahora se volvió una simple cena, se comprende muy bien la comunión en la mano. Igualmente, si se trata de una comida, la actitud del sacerdote, de frente a los fieles, es normal. El presidente de un banquete no da la espalda a sus convidados. Si, por el contrario, se trata de un Sacrificio, entonces éste es ofrecido hacia Dios, hacia la Cruz, que es el signo del sacrificio que se realiza en el altar - y no hacia los fieles.
Así, todo el significado del Sacrificio de la Misa es el que cambia, y todo esto es de una importancia capital, porque es también todo el significado de la espiritualidad católica que desaparece; la espiritualidad católica es el signo de la Cruz, es el Sacrificio. Vivimos bajo el signo de la Cruz, vivimos del Sacrificio, de la Sangre de Nuestro Señor, estamos bautizados en su Sangre. Somos pecadores, tenemos necesidad de la Cruz, tenemos necesidad del Sacrificio, de la Sangre de Nuestro Señor, de unirnos a Él en Su Sacrificio.
Si no hay más sacrificio, si no hay más Cruz, si no hay más presencia real, no existe la espiritualidad católica. Nuestra vida no tiene sentido si no existe la Cruz, si no existe la Sangre de Nuestro Señor. Si no estamos unidos a Nuestro Señor Jesucristo por su Sangre que es la gracia, la gracia sobrenatural, nuestras acciones no son meritorias, no merecemos el cielo, no merecemos la salvación eterna. Naturalmente puede haber buenas acciones en otras religiones, en la naturaleza humana. Podemos hacer buenas acciones, pero no meritorias, no salvíficas, si no tienen la impronta de la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo.
El mismo Señor dijo: "Yo soy la vid, vosotros los sarmientos." Es necesario estar unidos a la vid, a la raíz de la vid, si queremos dar frutos. Nuestro Señor es la puerta del redil; si no entramos por la puerta del redil, a través de Nuestro Señor, no entraremos en el Reino de los Cielos. "No podéis hacer nada sin Mí," dijo Nuestro Señor. "Nihil", nada. Es muy grave. Por tanto, tenemos que estar unidos a Nuestro Señor, al Sacrificio de la Misa, a la Cruz, a su Sangre.
Monseñor Marcel Lefebvre+