¿De qué sirve dar limosna?

Ya que "ayudar a la Iglesia en sus necesidades" es uno de los mandamientos de la Santa Madre Iglesia, y que justamente entramos en el período tradicional del "diezmo", les proponemos un texto del R.P. Michel Boniface, de la FSSPX, sobre la limosna.
Si no podemos ser todos doctores, filósofos, ingenieros, presidentes, diputados, millionarios, todos podemos y debemos amar a Dios, y al prójimo especialmente ayudándolo en sus necesidades. Por eso, la limosna, de una u otra forma, es necesaria. He aquí sus ventajas:
Nuestro Señor Jesucristo dijo "Nadie puede servir a dos señores: no podéis servir a Dios y al dinero" (Mat 4, 24). No se puede pertenecer a Dios y a la avaricia, al Cielo y a la tierra. San Agustín dice: "El oro y la plata son bienes, no capaces de haceros un bien sino que os han sido concedidos para que hagáis el bien con ellos". Nuestro Señor manda a cada uno de sus discípulos diciendo: "Da a quien te pide, no vuelvas la espalda a quien quiera tomar prestado de ti" (Mateo 5, 41). San Pablo nos dice: "Sed en vuestro trato sin avaricia, estando contentos con lo que tenéis. (...) Y del bien hacer y de la mutua asistencia, no os olvidéis; en tales sacrificios se complace Dios" (Hebreos 13, 5, 16). "¿Cómo puede tener el amor de Dios, dice el apóstol san Juan, el hombre que teniendo bienes de este mundo, y ve a su hermano padecer necesidad y le cierra sus entrañas? Hijitos no amemos de palabra, y con la lengua, sino de obra y verdad" (I Juan 3, 17-18).
Los verdaderos interpretes de la Palabra de Dios hablando de la limosna dicen: "Muy culpables sois, dice San Ambrosio, si, sabiéndolo, permitís que sufra hambre uno de vuestros hermanos" (De los Oficios I, 30). San Juan Crisóstomo dice a los egoístas y despilfarradores: "Sois el asesino del pobre a quien no socorréis". Dios, que ha creado los bienes de la tierra para todas sus creaturas, manda dar limosna: "No endurezcas tu corazón, ni cierres tu mano contra tu hermano pobre; sino ábrele tu mano y préstale lo suficiente para satisfacer la necesidad que lo oprime. Ten cuidado que tu ojo no sea malo con tu hermano indigente, de modo que no le des nada; pues si él clama contra ti a Yahvé, tú te acarreas el pecado" (Deuteronomio 15, 7-9).
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