“Quien no quiere trabajar, es justo que no coma”
En este artículo del R.P. Lethu, de la FSSPX, hablaremos sobre la ociosidad, cosa muy peligrosa que abre la puerta al demonio y a un sinfín de pecados. Aprendamos, pues, cómo combatirla para no convertirnos en "hermanos moscas" como llamaba San Francisco de Asís a los ociosos.
Queridos fieles:
El mundo moderno no me conoce en verdad, pero me quiere mucho, a tal punto que me ofrece gratuitamente técnicas que me permitan desarrollarme para que la gente, sin darse cuenta, pierda su tiempo. El mundo moderno casi nunca habla de mí, pero bebe de mis aguas viciosas día a día. Conmigo, las virtudes y las obras de misericordia desaparecen de la faz de la tierra y los peores vicios cada día se multiplican. El mundo moderno me quiere unánimemente porque satisfago el egoísmo de cada uno. Peor todavía, la juventud moderna se casó conmigo y me abraza tanto que no puede vivir sin mí. ¿Quién soy? Soy un pecado poco conocido pero muy común. La Sagrada Escritura me llama “la madre de todos los vicios”. ¡Yo soy la Ociosidad!
¿Quiénes son los ociosos?
Se pueden llamar ociosos:
- Los que descuidan su salvación, viviendo como si no tuvieran un alma que salvar. Una cosa es necesaria: nuestra salvación, y no les importa.
- Los que siguen sus pasiones dejándose dominar por ellas como en la parábola del hijo prodigo (Lc 15, 11-32).
- Los que se dejan devorar por las cosas temporales olvidando los asuntos eternos.
- Son ociosos los que no hacen nada del día, consumiendo su tiempo en conversaciones inútiles, jugando, durmiendo… chateando, navegando como internautas en aguas turbias, pareciendo ahorcados al celular, divirtiéndose en lugar de trabajar… San Francisco de Asís llama a los religiosos ociosos “hermanos moscas”, porque lo único que hacen es molestar a los que trabajan. Como la mosca, tienen una vida sin obras, inútil, perezosa, indigna de un hombre.
- Los que hacen otra cosa que su deber, siguiendo sus caprichos; por ejemplo, haciendo pasar el deporte antes de las tareas y/o antes de la convivencia en familia. Cuidado, si la Iglesia condena la ociosidad, no condena los deportes y diversiones, sanas y oportunas. Un día, un extranjero muy armado, con arco y flechas, sorprendió a San Juan Apóstol Evangelista y obispo de Éfeso jugando en un momento de descanso con una perdiz domesticada. La tenía en una mano, y el animalito le iba subiendo por la espalda, hasta empinarse sobre la misma cabeza. Este extranjero manifestó al Apóstol su extrañeza delante de este espectáculo y san Juan le preguntó por qué causa llevaba el arco desarmado. Contestó el extranjero: “Porque el arco siempre armado pierde su fuerza”. Y san Juan le respondió: “Así mismo ocurre con los hombres muy afligidos de fatigas y cuidados; para que éstos no destruyan la fuerza del espíritu, deben buscar honesto pasatiempo en diversiones inocentes”. Muchas veces, en efecto, los pasatiempos son, más que un placer, una necesidad del espíritu. Por eso esta sentencia: “Bueno es holgar, después de trabajar”.
- Los que trabajan sin pureza de intención, es decir, sin ofrecer su trabajo a Dios. Estas personas pueden hacer obras buenas y santas en sí, pero buscan una satisfacción propia o las alabanzas de las criaturas, en lugar de referirlas a Dios.
Gravedad de la ociosidad
La ociosidad es la violación de un precepto divino: “con el sudor de tu rostro ganarás tu pan”, dice Dios a Adán después del pecado original. Y San Pablo precisa: “De nadie comimos de balde el pan, sino que con fatiga y cansancio trabajamos noche y día para no ser gravosos a ninguno de vosotros; y no por no tener derecho, sino para presentarnos a vosotros como ejemplo que podáis imitar. Por eso, cuando estábamos con vosotros, os mandábamos esto: Si uno no quiere trabajar, tampoco coma. Porque hemos oído que algunos de vosotros viven en el desorden, sin trabajar, sólo ocupándose en cosas vanas. A los tales les ordenamos y exhortamos en el Señor Jesucristo que, trabajando tranquilamente, coman su propio pan. Vosotros, empero, hermanos, no os canséis de hacer el bien. Si alguno no obedece lo que ordenamos en esta epístola, a ése señaladle para no juntaros con él, a fin de que se avergüence. Mas no le miréis como enemigo, antes bien amonestadle como a hermano” (2 Ts 3, 8-15).
Quedarse ocioso es abrir la puerta al demonio y a todos los vicios. El agua, cuando corre, guarda su nitidez, pero cuando deja de correr se vuelve turbia, dañosa, fétida, pantanosa. Igualmente, cuando Sansón lucha contra los enemigos de su pueblo, es invencible; pero cuando duerme sobre las rodillas de una mujer, pierde su fortaleza, su virtud y su gloria. David cuando está en la cabeza del ejército es casto, dulce y justo, pero ocioso en su palacio se vuelve impúdico, injusto y cruel… “una prudente ocupación -dice San Jerónimo- es el escudo del corazón.”
Quedarse ociosos es perder dos cosas que tienen un precio infinito: el tiempo y la gracia. ¿Sin el tiempo y sin la gracia, cómo ganar el cielo? Perderlos en cosas inútiles es exponerse a perder el alma para la eternidad. ¿Qué no ha sufrido Nuestro Señor en su Pasión por todo este tiempo despilfarrado? Por eso Dios odia tanto la ociosidad. “Cuando pienso cómo he usado el tiempo -declara San Francisco de Sales- temo que Dios no me dé su eternidad porque la da solamente a los que usaron bien su tiempo”.
Remedios a la ociosidad
- Miremos sin cesar a Nuestro Señor. Después de haber dado el ejemplo, Nuestro Señor envía a sus apóstoles a trabajar. ¿Y nosotros, pecadores, nos quedaríamos ociosos, en el confort?
- Mantengámonos en la presencia de Dios poniendo todo nuestro corazón en cumplir Su Voluntad. “Voluntad de Dios, Tú eres mi paraíso”, exclamaba Santa Teresa.
- Juzguémonos y castiguémonos cuando hemos perdido tiempo y así Dios no nos juzgará.
- Obliguémonos a tener un reglamento, horarios fijos, lo más que se pueda. Hay una hora católica para acostarse. Hay una hora católica para levantarse, para hacer la oración de la mañana, para desayunar, para trabajar, para comer, para hacer las tareas, para jugar… para regresar del trabajo, para rezar el rosario en familia, para cenar juntos y hacer la oración de la noche juntos.
- “El cielo sufre violencia y son los violentos que lo ganan”, dice Nuestro Señor. Sepamos entonces ser exigentes para con nosotros, mismos antes de todo encontrando la energía necesaria en la oración frecuente y en los sacramentos bien recibidos.
“Que el demonio os encuentre siempre ocupados -dice San Jerónimo- y así no podrá venceros”. Feliz y Santa Cuaresma a todos. Que así sea.
Su servidor, el Padre Donatien Lethu+
El Seamos Católicos es el boletín oficial del Priorato Nuestra Señora de Guadalupe de la Ciudad de México.