Recordando a Nuestro Fundador +25/03/1991 - SMS 501

Fuente: Distrito de México

Con motivo del 26 aniversario luctuoso de nuestro fundador, Monseñor Marcel Lefebvre, les traemos este artículo en el que queremos rendirle un homenaje a su persona y obra, así como recordar su importancia para la Iglesia.

Datos Biográficos

Nace el 29 de no­viembre de 1905, en el norte de Francia, siendo su ciudad natal Tourcoing. Es bautizado al día si­guiente. En 1923, el 25 de octubre, en­tra en el Seminario Francés de Roma. Es ordenado sacerdote el día 21 de septiem­bre de 1929.

En 1930, empieza su labor apostólica como un simple vicario en un barrio obrero en su provincia natal. Su hermano lo convence de dejar la diócesis y unirse a los Padres del Espíritu Santo, entrando en el noviciado el 1 de septiem­bre de 1931. El 8 de septiembre de 1932 hace su profesión religiosa, y se embar­ca para Gabón el 12 de noviembre. En el continente africano desempeñó las más diversas labores: profesor de semina­rio, misionero, y todo aquello que fuese necesario, chofer, constructor, etc.

El 18 de septiembre de 1935 pronuncia sus votos perpetuos de obediencia, po­breza y castidad. Los cuales, aún siendo Obispo, cumplió a ca­balidad, consciente de que había adquirido obligaciones perpe­tuas.

Para probar sus habi­lidades, y poner más en claro su talento, es nombrado director de un Escolasticado (se­minario para la ense­ñanza de la filosofía), después de la II guerra mundial. Allí no sólo tiene que formar sacerdotes, sino que también tiene que re­construir hombres que han venido de la gue­rra. Tarea ardua y difí­cil en la cual va a tener éxito.

El 18 de septiembre de 1947 es consa­grado Obispo en su ciudad natal, de ma­nos del Obispo de su diócesis. Y debe ir nuevamente hacia África, porque ha recibido el nombramiento como Vicario Apostólico de Dakar. Al año siguiente es nombrado Delegado Apostólico del África de habla francesa y Madagascar, cargo que significa que era los oídos, la voz y los ojos del Papa en distintos paí­ses de África. El 14 de septiembre 1955 es promovido a Arzobispo de Dakar, juntando ambos cargos, arzobispo y delegado apostólico, ambos cargos los desempeñará hasta 22 de julio de 1959, quedando desde este día nada más con el cargo de Arzobispo de Dakar.

Dejará el África el año 1962 para ser nombrado Arzobispo-Obispo de la pe­queña diócesis de Tulle (nótese aquí que de acuerdo a su dignidad arzobispal, le correspondía un arzobispado, pero los obispos franceses se oponen a que sea nombrado en una tal sede, debido a una carta de apoyo a Jean Ousset, que sirvió de prólogo al libro “Para que Él reine", en donde se recordaba la doctrina social de la Iglesia, frente a la ola modernista que estaba de nuevo en boga). En ese mismo año de 1962, la Congregación de Propa­ganda Fide, lo nombra consultor, des­pués de 6 meses en su pequeña diócesis es nombrado Superior General de los Padres Espíritu Santo, cargo que ejercerá hasta el 28 de octubre de 1968, cuando es echado del Capítulo General de su con­gregación por los sacerdotes progresis­tas, para destruir ellos la congregación, poniéndola al día según las falsas y per­niciosas doctrinas de Vaticano II. Y aquí empieza su gran obra la Fraternidad Sa­cerdotal San Pío X.

La Fraternidad Sacerdotal San Pío X

Vamos a describir en palabras de Mon­señor la fundación de la Fraternidad: “Algunos estudiantes del seminario fran­cés en Roma y otros, eran 5 o 6, vinieron a buscarme y a describirme la situación del Seminario francés, allí las cosas iban en curso de empeorar: ausencia de disci­plina, seminaristas saliendo a la noche, sin sotana, y cambios litúrgicos cada semana. Había un equipo litúrgico que cada semana inventaba algo…. Había un gran desorden en este seminario que yo había conocido, tan próspero y del que guardo un gran recuerdo. Ellos insistían en que yo hiciese algo por ellos, sabían que yo estaba libre. Personalmente yo no quería hacer ningún trabajo. Nos encon­trábamos en 1969, y pensaba que, tenien­do cerca de 65 años, no era el momento de empezar una cosa. Muchas personas toman su retiro a los 65 años, por ende yo lo podría haber tomado. Ante su in­sistencia, me quise ocupar de ellos, pero no pensaba fundar una sociedad. Lejos de mí esa idea."

Cuando yo era Superior General, hice contactos en Suiza y con la provincia Suiza de los Espiritanos, quienes tenían una Casa para acoger a los estudiantes mientras estos seguían sus cursos en la Universidad de Friburgo. Veía en esto la solución más simple.

Envíe a algunos inmediatamente para sacarlos de ese medio en el que se encon­traban. Fui una o dos veces a Friburgo a verlos, para ver como se desarrollaban las cosas. Y allá también se hacía el ag­giornamento. También se hacían cam­bios.

Fui al Seminario interdiocesano. El su­perior me recibió amablemente y me dijo que recibían estudiantes laicos y que re­cibirían también a los seminaristas, pero que en esa casa no había una formación especial para los seminaristas. Todos vi­ven en pensión, hacen lo que quieren y se organizan como pueden, que ellos no se encargaban de ellos.

Yo pensé que me encontraba con la mis­ma situación que con los Padres del Es­píritu Santo. La liturgia oficial iba a ser la nueva, y después todo iba a ser cambia­do. Por lo tanto, no valía la pena que fueran a esa casa.

¿Qué se podía hacer? Había que dar una solución. Es la Providencia la que me hizo ir adelante. Me dije: Bueno, enton­ces, como insisten, tendré que ir a donde Mons. Charriere, Obispo de Friburgo, a quien conozco. Si él me anima, veré como organizar algo para estos semina­ristas. Si él no está de acuerdo, entonces, no haré nada o haré lo que me indique.

Fui a donde Mons. Charriere, le expuse la situación. Me dijo: “Sí, sí, por supues­to, usted sabe que la situación es bastan­te grave, vamos a ver que las cosas van a empeorar. Busque una casa aquí en la ciudad, rente una casa, meta allí a los seminaristas y ocúpese de ellos. No los puede abandonar”. Yo respondí: “ Como Ud es la voz de la Providencia, hará fal­ta ver qué es lo que debemos hacer por ellos. Voy a reflexionar y buscar un lugar para rentar”.

Se comenzó esperando a ver quien ven­dría. Y así al inicio fueron nueve. Em­pecé a buscar la ayuda de otro sacerdote, porque todavía estaba ocupado con la Congregación de Propaganda Fide. No pensé entregarme completamente a esta obra. Así encontré la ayuda del Padre Clerc y así empezó esta casa.

Y después caí enfermo, realmente en­fermo….. No podía comer, tenía la len­gua totalmente seca. Se analizaba todo y me decían que no tenía nada. Y aún así adelgazaba, no podía comer. Me hicie­ron una biopsia en mi estomago y descu­brieron que tenía estróngilos. ¿Dónde había tomado tal parásito? Ciertamen­te en África. Felizmente pude sanar. Por eso pude retomar poco a poco el tra­bajo con esos seminaristas, pero yo pen­saba que Dios no quería que emprendie­se esta obra debido al estado en que me encontraba.

Y a esto se le sumaron nuevas pruebas. Tres se van, y después un cuarto. Les dije a los seminaristas que debían insta­larse en el seminario interdiocesano el año entrante. Que se organizaran ellos mismos para hacer los ejercicios de pie­dad y que yo no iba a continuar con esta obra. Me respondieron: No nos podemos desanimar. No podemos ir a esa casa donde no hay nada. Habrá algunos que querrán venir.

Y durante el mes de julio recibí 11 súpli­cas. Hay que continuar, no hay nada que hacer.” (Tomado del libro: “La pequeña historia de mi larga vida”).

Después preguntaron los seminaristas acerca del futuro, ¿qué iba a suceder des­pués del seminario? Así se decide fundar la Fraternidad Sa­cerdotal San Pío X.

La Providencia nos ha verdaderamente guiado. Yo me hacía el pesado, se los ase­guro, tenía los pies de plomo. Nunca dije: Quiero hacer esto. Pienso esto. Pienso aquello. Constato que toda mi vida ha sido la misma cosa. En cada acontecimiento, es siempre la Providen­cia la que ha decidido."

Que el ejemplo de Nuestro Fundador nos sirva a todos.

Que Dios los bendiga. P. Ramírez+