Revista “gay” de venta en una iglesia madrileña

Fuente: Distrito de México

El Padre Ángel posa con el último ejemplar de Shangay en la iglesia de San Antón. / Fotografía de Pablo Carrasco de Juanas para Shangay.

La revista Shangay, de temática homosexual, se distribuirá en la iglesia de San Antón (Madrid, España), donde ejerce su apostolado el sacerdote Ángel García Rodríguez, popularmente conocido como Padre Ángel, fundador en 1962 de la entidad benéfica Mensajeros de la Paz. 

Shangay se define como “la marca gay más importante de España, líderes en información, ocio, moda y estilo de vida para el colectivo gay y lésbico”. A raíz de la entrevista concedida por el Padre Ángel a esta publicación, le propusieron venderla en el templo: “Le pareció bien, así que nos pusimos en contacto con los responsables de su ONG, Mensajeros de la Paz, para organizarlo. Desde hoy, puedes encontrar tu revista allí”, dicen ellos mismos.

Desde hace años el Padre Ángel, que goza de un extraordinario predicamento en los medios de comunicación generalistas, no deja de mostrar posicionamientos contrarios a la doctrina de la Iglesia, con la permisividad de los sucesivos obispos diocesanos (actualmente, el cardenal Carlos Osoro), que olvidan que están obligados por su oficio de pastores -y de él rendirán cuentas a Dios- a impedir y, en su caso, castigar todo cuanto pueda suponer escándalo para sus fieles o les aleje de la doctrina y la moral cristianas. ¡Aunque eso suponga el acoso mediático de los enemigos de la Iglesia!

¿Qué sucede, sin embargo? En la entrevista a Shangay, el Padre Ángel responde “Sí, sí, sí. Sin más” a la pregunta de si se puede compatibilizar ser católico practicante “siendo homosexual”, en un contexto en el que “ser” equivale a “practicar”. De hecho, afirma luego que “ya poca gente se atreve a criticar públicamente o en privado estas opciones sexuales de la gente”.

Luego añade que el matrimonio civil entre personas del mismo sexo “ha sido un avance”: “Me parece bien esa ley civil. Me parece que ha sido algo que ha tranquilizado y ha dado mucha paz a mucha gente”. Y aunque dice que la Iglesia “tiene todo el derecho a poner sus normas”, de modo que el matrimonio canónico sólo lo puedan contraer hombre y mujer, se muestra dispuesto a bendecir la unión entre dos hombres o dos mujeres: “¿No voy a poder bendecir a dos personas que se quieren?”.

Con cualquiera de las acepciones del Diccionario de la Real Academia para la palabra “bendecir”, no. Porque bendecirles sería “alabar, engrandecer, ensalzar” (acepción 1) a dos personas en su voluntad objetiva de pecar, lo cual es, por parte de quien bendice, una falta de caridad, además de un escándalo; y también casi una blasfemia, pues  “invocar en su favor la bendición divina” (acepción 3), conociendo cómo Dios repudia el pecado de sodomía, es una afrenta directa a Él.

Además, el Padre Ángel demuestra un grave error en su concepción del matrimonio, al hablar del matrimonio canónico como si fuese algo independiente del matrimonio civil (natural) y como si sobre éste los poderes mundanos pudiesen legislar a su capricho. El matrimonio canónico es el matrimonio natural entre bautizados, al que está ligada la gracia sacramental. Por tanto, presupone ese matrimonio natural, una institución creada por Dios, una e indisoluble, y por supuesto entre hombre y mujer, para salvaguardar la especie humana mediante la procreación y educación de los hijos, amén de sus finalidades secundarias (el mutuo apoyo y el remedio de la concupiscencia). Por tanto, ningún católico puede considerar legítima una regulación civil del matrimonio que viola todas sus características esenciales. Si ya las leyes de divorcio convierten el matrimonio en una caricatura, con el llamado “matrimonio homosexual” la caricatura hace irreconocible el original: entre dos hombres y dos mujeres no puede haber aquella “una sola carne” que Dios dispuso, ni puede haber hijos, ni su relación remedia la concupiscencia, sino que la pone en práctica.