San Jerónimo, confesor y doctor de la Iglesia - 30 de septiembre
Hoy, 30 de septiembre, celebramos la fiesta de San Jerónimo, doctor de la Iglesia y uno de los santos más importantes de la religión católica. La traducción al latín de la Biblia hecha por San Jerónimo, llamada la Vulgata y publicada en el siglo iv de la era cristiana, fue declarada en 1546 por la Iglesia católica en el Concilio de Trento, la versión única, auténtica y oficial de la Biblia para la Iglesia latina. En su honor se celebra, cada 30 de septiembre, el Día Internacional de la Traducción.
Con San Hilario, que le precedió cerca de cuarenta años, y con San Ambrosio y San Agustín, contemporáneos suyos, forma San Jerónimo el grupo ilustre de los cuatro Padres de la Iglesia latina de los siglos IV y V. Benedicto XV, ya desde las primeras líneas de la Encíclica Spiritus Paráclitus del 15 de septiembre de 1920, publicada con ocasión del 15º centenario de la muerte de San Jerónimo, declara solemnemente que la Iglesia católica reconoce y venera en este santo insigne «el máximo Doctor que le dio el cielo para interpretar la divina Escritura». Título magnífico que podría compendiar cualquier apología del Santo.
Nació Jerónimo cerca del año 331 en Estridón, en los confines de Dalmacia y Panonia. Sus padres fueron nobles y ricos cristianos. Siendo Jerónimo de diecisiete años, enviáronle a Roma, para que prosiguiese el estudio de las letras, en el que sobresalió por la madurez y profundidad del juicio, vigor de la inteligencia y brillo de la imaginación. Estaba prendado de los libros y decía no poder vivir sin ellos. Por eso revolvió cuantos pudo y, merced a una labor diligente y constante, copiándolos de su mano, formó para sí una rica biblioteca que llenó de admiración a sus contemporáneos. Las seducciones de la gran urbe arrastraron un momento lejos del buen camino al joven estudiante, que por entonces sólo era catecúmeno; pero enseguida volvió a mejores ideas. Pidió el bautismo y lo recibió de manos del papa Liberio, por los años de 366. A raíz de un viaje que para estudios mayores hizo a las Galias llegándose hasta Tréveris, determinó renunciar al mundo para darse completamente al servicio de Dios. Desde aquel momento empezó Jerónimo su rápido ascenso hacia la santidad.