San Mateo, el primer evangelista - 21 de septiembre
El 21 de septiembre se celebra la fiesta de San Mateo, quien de recaudador de impuestos judío se convirtió en el primero de los evangelistas. Veamos qué enseñanzas podemos sacar de la vida de este santo.
El evangelio de San Mateo es el primer evangelio jamás escrito, y la tradición afirma que éste es el único texto del Nuevo Testamento que no fue escrito en griego, sino en arameo, probablemente antes del año 50, fecha en que se celebró el Concilio de Jerusalén, cuando la mayoría de los apóstoles dejaron Palestina.
Éste es el primero de los evangelios sinópticos, similar a los evangelios de San Marcos y San Lucas. Sin embargo, las variaciones radican en que, al ser escrito en un período inicial para los judíos convertidos de Palestina, San Mateo hace hincapié en las profecías mesiánicas para afirmar que éstas apuntan a Nuestro Señor Jesucristo. No obstante, para llevar a cabo lo anterior, no dejó de lado el carácter divino de Jesucristo.
El Bautismo de Cristo, el Monte Tabor, la tentación del demonio en la montaña y la confesión de San Pedro; todo está escrito para señalar que Jesús es Dios.
Entre los acontecimientos específicos del texto de San Mateo, hay que mencionar el Evangelio de la infancia de Cristo, el cual narra la matanza de los santos inocentes por orden de Herodes el Cruel, y la visita de los Magos a Belén. Quizá por ser el más importante, debemos hacer hincapié en el Sermón de la Montaña, donde la “Carta Magna” de la nueva ley se da por completo.
Tal vez el más conocido es el discurso en Cesárea de Filipo. Nuestro Señor sale con sus Apóstoles, apartándose de los oídos indiscretos, y les hace la gran pregunta: “Y vosotros, ¿quién decís que soy?” Tomando la palabra Simón Pedro dijo: “Tú eres Cristo, el Hijo de Dios Vivo.” Y Jesús respondiéndole, le dijo:
Bienaventurado eres tú, Simón Bar Jona, porque esto no te lo ha revelado la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo te digo a ti que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos.”
A continuación, haremos un breve resumen para comprender un poco la profundidad de lo que Nuestro Señor Jesucristo impuso sobre San Pedro:
1. Lo llama Simón Pedro, y este uso único de los dos nombres, su nombre judío y apostólico, en la fundación de la Iglesia, vale tanto como cualquier certificado de nacimiento.
2. Cristo es llamado por Simón “el Hijo del Dios Vivo”, o en el texto original en hebreo “el Hijo de Aquel que Vive”, ya que los judíos nunca usaban el término Yahveh. Simón está haciendo una confesión de la divinidad de Cristo, la cual es claramente indicada por la respuesta de Nuestro Señor.
3. “Esto no te lo ha revelado la carne ni la sangre.” Esto hace referencia a la revelación evidentemente sobrenatural que Simón recibió en esa ocasión. Es como si nuestro Señor hubiera dicho: “Ningún conocimiento humano te ha sugerido la confesión de mi divinidad.”
4. “Tú eres Pedro y sobre esta piedra.” El original en arameo muestra mejor el juego de palabras: “Tú eres Kepha y sobre esta kepha,” y una correcta interpretación en español sería: “Tú eres Piedra y sobre esta piedra…” Este juego de palabras es importante porque demuestra que Pedro es establecido por Cristo para convertirse en la piedra de su Iglesia. Nuestro Señor también le cambia el nombre, lo que supone su nueva misión: ser la piedra angular de su Iglesia.
5. “Mi Iglesia.” Esta expresión es similar a aquellas en las que Cristo afirma la propiedad de su reino, de sus ángeles y de su cena. Esto indica su poder soberano sobre su Iglesia, no la de Pedro. Igualmente, en Jn 21, Cristo le pide a Pedro que apaciente a sus ovejas y a sus corderos, no a las ovejas de Pedro.
6. “Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.” El infierno y el poder y reino de Satanás y sus ángeles acometerán contra la recién nacida Iglesia para destruirla. La persecución es la marca de la verdadera Iglesia, presa de la constante emboscada del enemigo, pero Cristo promete estabilidad e indefectibilidad a su Iglesia.
7. “Las llaves del reino de los cielos.” Esas llaves que tienen el poder para atar y desatar señalan la función de Pedro, juez y gobernante, cuya autoridad queda ratificada también en el cielo.
Hoy en día, estas promesas divinas dadas a San Pedro pueden sonar extrañas debido al actual escenario eclesiástico. Quizá es momento de que pronunciemos la oración de la Iglesia primitiva para pedir la liberación de San Pedro encadenado