Segunda visita del año a la Huasteca Hidalguense - octubre 2024

El lunes, en la fiesta de la Virgen del Rosario, los dos Padres, Jiménez y Kordeuter, junto con un fiel, Luis García, que, entre otras cosas, hace favor de transportar a nuestros sacerdotes y oblatas cuando lo necesitan, tomaron camino rumbo a la Huasteca hidalguense. Después de siete horas de un complicado trayecto, llegaron al pueblito Chiapa, escondido entre los cerros huastecos.

Todos en el pueblo se habían preparado para recibir a los Padres: las coronas y collares de flores estaban tejidos, la danza de bienvenida ensayada y, al llegar la camioneta con los Padres, empezó la ceremonia. Todos desfilaban, saludaban y entregaban sus ofrendas como signo de respeto.

Después entraron todos a la capilla para entonar el Salve Regina y pedir a la Santísima Virgen, la Reina de los Apóstoles, su abundante bendición para esta visita.

En los siguientes días se ocupó el tiempo en celebrar el santo sacrificio de la misa, para lo cual fue inaugurado el nuevo altar que mandaron a hacer los Padres; se confirió el sacramento de la confesión y dos bautismos; se repasó y enseñó el catecismo; se organizaron distintos juegos con los niños y jóvenes y se dieron algunas pláticas a las distintas familias para aclarar dudas, responder preguntas y aconsejarles sobre algunos aspectos de su vida diaria.

También en esta visita vino un grupo de fieles de la ciudad de Huejutla para integrarse y participar en las actividades de la Misión. Su esfuerzo es notable, ya que les toma más de dos horas llegar a Chiapa, además de los gastos de transporte, lo cual representa un gran esfuerzo para ellos. Un señor de otro pueblo, también presente en cada visita, camina tres horas por senderos entre los cerros para llegar a la Misión. ¡Qué gran ejemplo de entrega a la Santa Misa de siempre!

Como siempre, al final de la visita, las almas se quedan un poco tristes. Otra vez tendrán que esperar medio año hasta que vuelvan a recibir a los Padres. La mies es grande, pero los obreros pocos...

Si tuviéramos más sacerdotes en el Distrito de México, podríamos hacer más visitas a las Misiones, y cuántas almas más se salvarían...

Pidamos a la Santísima Virgen María que guíe a las almas de nuestros jóvenes a la generosidad para que, encontrando su vocación la sigan fielmente, y que los demás apoyen con su tiempo y dedicación a los misioneros.