Segundo domingo de Adviento
Toda la liturgia de hoy está embebida en el pensamiento de Isaías, por ser él por excelencia el profeta que anunció la venida del reinado de Cristo Redentor. Que nuestros sentimientos sean la esperanza y la alegría: la venida de Nuestro Señor está cada vez más cerca.
En el Oficio de este Domingo dominan completamente los sentimientos de esperanza y alegría que comunica al alma fiel la feliz noticia de la próxima llegada de Aquel que es su Salvador y Esposo. El Advenimiento interno, el que se opera en las almas, es el objeto casi exclusivo de las oraciones de la Iglesia en este día: abramos, pues, nuestros corazones, preparemos nuestras lámparas y esperemos alegres la voz que se oirá en medio de la noche: ¡Gloria a Dios! ¡Paz a los hombres!
La Iglesia Romana celebra hoy la Estación en la Basílica de Sta. Cruz de Jerusalén. El Emperador Constantino depositó en esta venerable Iglesia una parte notable de la Vera Cruz, con el Rótulo que mandó fijar en ella Pilatos y que proclamaba la Realeza del Salvador de los hombres. Todavía se conservan allí estas preciosas reliquias; enriquecida con tan glorioso tesoro, la Liturgia Romana considera a esta Basílica de Sta. Cruz de Jerusalén como si fuera Jerusalén misma, como se puede observar por las alusiones que hace en las distintas Misas estacionales que allí celebran. En el lenguaje de la Sagrada Escritura y de la Iglesia, Jerusalén es el tipo del alma fiel; ésta es también la idea fundamental que ha presidido la composición del Oficio y de la Misa de este Domingo. Sentimos no poder desarrollar aquí todo este magnífico conjunto, contentándonos con abrir cuanto antes el libro del Profeta Isaías, para leer allí con la Iglesia el paso de donde saca hoy el motivo de sus esperanzas en el reino suave y pacífico del Mesías.
LECCIÓN DEL PROFETA ISAÍAS
APARECE EL MESÍAS, ANIMADO DEL ESPÍRITU DE DIOS. SU JUSTICIA
Saldrá un tallo del tronco de Jesé y de su raíz se elevará una flor. Sobre él reposará el Espíritu del Señor, espíritu de sabiduría y de entendimiento, espíritu de consejo y fortaleza, espíritu de ciencia y de piedad, espíritu de temor de Dios.
No juzgará por las apariencias, ni condenará sólo por lo que oye decir, sino que juzgará a los débiles en justicia, y defenderá con rectitud a los pobres de la tierra. Con la vara de su boca herirá al tirano y con el aliento de sus labios matará al malvado. El cíngulo de sus caderas será la justicia, y la fidelidad como un ceñidor sobre las mismas.
Habitará entonces el lobo junto al cordero y el leopardo se acostará junto al cabrito; juntos comerán el león y el toro y un niño pequeño los conducirá. El becerro y el oso pacerán juntos y sus crías estarán echadas en el mismo sitio. El león y el buey comerán paja; el niño que mama todavía, jugará junto a la cueva del áspid, y el recién destetado meterá su mano en la madriguera del basilisco. ¡Basta ya de males y destrucción en el santo Monte! Porque la tierra está llena del conocimiento del Señor, como el mar rebosante de agua.