Segundo domingo de Pascua o Domingo del Buen Pastor - textos litúrgicos

Fuente: Distrito de México

"Yo soy el Buen Pastor, y conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí. Yo apaciento mis ovejas, y por ellas sacrifico mi vida". Yo conozco a mis ovejas; es decir, las amo —aclara San Gregorio—. Y mis ovejas me conocen. Me aman y me siguen. Ahora bien, hermanos: mirad a ver si realmente sois vosotros de sus ovejas, si le amáis, si le seguís. (Homilía de Maitines).

Este Domingo se designa con el nombre popular de Domingo del buen Pastor por leerse en la Misa el trozo del evangelio de San Juan, en que Nuestro Señor se da a sí mismo este título. Un lazo misterioso une este texto evangélico al tiempo en que estamos; pues fue en estos días cuando el Salvador de los hombres estableció y consolidó su Iglesia y comenzó por darle el pastor que debía gobernarla hasta la consumación de los siglos.

El Hombre Dios, según el decreto eterno, después de pasados algunos días, dejará de ser visible aquí abajo. La tierra no le verá más hasta el fin de los tiempos, cuando venga a juzgar a los vivos y a los muertos. Sin embargo, no abandonará esta raza humana por la que se ofreció en sacrificio en la Cruz y libró de la muerte y del infierno al salir victorioso del sepulcro. Será su jefe en los cielos; ¿qué tendremos para suplir su presencia en la tierra? la Iglesia. A la Iglesia dejará toda su autoridad sobre nosotros; en manos de la Iglesia pondrá el depósito de todas las verdades que ha enseñado; ella será la dispensadora de todos los medios de salvación que ha destinado para los hombres.

LOS MIEMBROS DE LA IGLESIA

Esta Iglesia es una vasta sociedad en la que todos los hombres están llamados a entrar; sociedad compuesta por dos clases de miembros: los gobernantes y los gobernados, los maestros y los discípulos, los santificadores y los santificados. Esta sociedad inmortal es la Esposa del Hijo de Dios: para ella crea sus elegidos. Ella es su madre única: fuera de su seno no hay salvación para nadie.

PEDRO CONSTITUIDO PASTOR

¿Pero cómo podrá subsistir esta sociedad? ¿Cómo atravesará los siglos y llegará así hasta el último día del mundo? ¿Quién le dará la unidad y la cohesión? ¿Cuál será el lazo visible entre sus miembros, el signo palpable que la designará como la verdadera Esposa de Cristo, dado el caso que otras sociedades pretendieran fraudulentamente arrebatarla sus legítimos honores? Si Jesús se hubiera quedado con nosotros no habríamos corrido ningún riesgo; donde está El, allí también está la verdad y la vida; pero Él "se va", nos dice, y nosotros no podemos seguirle aún. Escuchad, pues, y aprended sobre qué base ha establecido Él la legitimidad de su única Esposa.

Estando un día durante su vida mortal en el territorio de Cesárea de Filipo rodeado de sus discípulos les interrogó acerca de la idea que se habían formado de su persona. Uno de ellos, Simón hijo de Juan o Jonás, y hermano de Andrés, tomó la palabra y dijo: "Tú eres Cristo, Hijo de Dios vivo". Jesús recibió con bondad este testimonio que ningún sentimiento humano podía sugerir a Simón, sino que salía de su conocimiento divinamente inspirado en este momento; y declaró a este dichoso Apóstol que ya en adelante no sería Simón sino Pedro. Cristo había sido designado por los Profetas con el carácter simbólico de piedra[1]; al atribuir tan solemnemente a su discípulo este título distintivo del Mesías, Jesús daba a entender que Simón tendría con Él relaciones que no tendrían los otros Apóstoles. Pero Jesús continuó su discurso. Había dicho a Simón: "Tú eres Pedro (Piedra)"; y añadió; "y sobre esta Piedra edificaré mi Iglesia".

Ponderemos estas palabras del Hijo de Dios: "Edificaré mi Iglesia". Ha concebido, pues un proyecto: el de edificar una Iglesia. No es él quien edificará ahora esa Iglesia; esta obra se diferirá todavía por algún tiempo, lo único que sabemos con certeza es que se edificará sobre Pedro. Pedro será el fundamento, y quien no descanse en Pedro no formará parte de la Iglesia. Escuchemos aún: "Y las puertas del infierno no prevalecerán contra mi Iglesia". En el estilo de los judíos las "puertas" significan los "poderes"; de modo que la Iglesia de Jesús será indestructible, a pesar de todos los esfuerzos del infierno. ¿Por qué? porque Jesús le dará un fundamento firme. El Hijo de Dios continúa: "Y yo te daré las llaves del Reino de los cielos." En el lenguaje de los judíos, las "llaves" significan el poder del Gobierno, y en las parábolas del Evangelio el "Reino de Dios" significa la Iglesia que debe ser edificada por Cristo. Al decir a Pedro, que en adelante no se llamará más Simón: "Yo te daré las llaves del Reino de los cielos", Jesús se expresaba como si le hubiese dicho: "Yo te haré el Rey de esta Iglesia, cuyo fundamento serás al mismo tiempo." Esto es evidente; pero no echemos en olvido que todas estas magníficas promesas miran al porvenir: (San Mateo, XVI)

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