Si no hacéis penitencia, todos pereceréis

Fuente: Distrito de México

En este artículo hablaremos de los fundamentos del precepto divino de la penitencia, la extensión del precepto eclesiástico de la penitencia, lo que se debe pensar acerca de las últimas modificaciones de la disciplina eclesiástica sobre esta materia y lo que tenemos que hacer en la práctica.

Si en el vocabulario cristiano hay una palabra que nos suena un poco desagradable, es la palabra penitencia. La mortificación no ha sido nunca una palabra publicitaria y hoy menos todavía. Inmersos en un mundo materialista y hedonista, nos cuesta mucho creer que aún nos sea necesaria la penitencia. Nos parece una noción del pasado, y aún más cuando vemos las disposiciones oficiales de la jerarquía de la Iglesia, que parecen mitigar la obligación del ayuno y la abstinencia.

1. EL PRECEPTO DIVINO DE LA PENITENCIA

Como en todo lo que concierne a la práctica y a la disciplina de la Iglesia, no nos importa para nada el juicio que el mundo da sobre este tema. En realidad, lo primero que tenemos que consultar es la Revelación divina.

1.1 En el Antiguo Testamento

Al bajar Moisés de la montaña para comunicar la ley divina, le pidió al pueblo que hiciese penitencia por sus crímenes de idolatría y de ingratitud (Ex 32, 30). Incluso vemos que más tarde Dios mismo se reservó un día para la penitencia: el día de la expiación, y dijo que «el que ese día no se afligiese, sería borrado de en medio de su pueblo» (Lv 23, 29).

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