Sombras y luces sobre la Madre Teresa
Si bien no dejamos de reconocer aquello que tuvo de admirable la vida de la Madre Teresa, no podemos ignorar las graves ambigüedades ecuménicas que llenaron sus creencias y obras.
El domingo 4 de septiembre de 2016, se celebró la Misa de canonización de la Madre Teresa de Calcuta (1910 – 1997) en la Plaza de San Pedro, ante la presencia de 120,000 personas, una docena de delegados oficiales y 600 periodistas, y fue transmitida en vivo a través de 120 canales de televisión alrededor del mundo.
En su homilía, el Papa Francisco presentó a la Madre Teresa como “una generosa dispensadora de la misericordia divina”. Explicó que su misión para con las “periferias, continúa siendo en nuestros días un elocuente testigo de la cercanía de Dios hacia los más pobres entre los pobres”. El Soberano Pontífice animó a “todos los voluntarios del mundo” a seguir el ejemplo de esta “emblemática figura de femineidad y vida consagrada”, y añadió “¡que ella sea su modelo de santidad!”.
Su vida
Gonxha (Agnes) Bojaxhiu nació el 26 de agosto de 1910 en Skopje, hoy República de Macedonia, en el seno de una familia católica. Cuando tenía 18 años, movida por el deseo de convertirse en misionera, Gonxha dejó a su familia, en septiembre de 1928, para ingresar al Instituto de la Santísima Virgen María (las Hermanas de Nuestra Señora de Loreto), en Irlanda. Fue en esta congregación misionera de espiritualidad jesuita que recibió el nombre de Hermana María Teresa (en honor a Santa Teresa del Niño Jesús). Fue enviada a la India, llegando a Calcuta el 6 de enero de 1929. Luego de hacer sus primeros votos el 25 de mayo de 1931, Sor Teresa comenzó a enseñar a las jóvenes que asistían a la escuela de nombre St. Mary. El 24 de mayo de 1937, hizo su profesión de votos perpetuos y se convirtió en la “Madre Teresa”.
En 1946, tras escuchar un llamado interior, fundó la Congregación de las Misioneras de la Caridad para los más necesitados, y el 17 de agosto de 1948 comenzó a usar el sari blanco con bordes azules. Luego de recibir formación de las Hermanas de la Misión Médica en Patna, la Madre Teresa regresó a Calcuta, donde fue hospedada por las Hermanitas de los Pobres. En el mes de diciembre visitó los barrios marginales. Al cabo de algunos meses, sus antiguas alumnas comenzaron a unírsele una a una. El 7 de octubre de 1950, se estableció oficialmente la nueva congregación de las Misioneras de la Caridad en la arquidiócesis de Calcuta, para hacerse cargo de los más necesitados, los agonizantes, los niños abandonados y los leprosos. A principios de la década de 1960, la Madre Teresa comenzó a enviar a sus hermanas a otras zonas de la India. La autorización concedida por Paulo VI en febrero de 1965, la animó a fundar una casa en Venezuela, luego de lo cual abrió otras más en Roma, Tanzania y en los cinco continentes. Después de 1980, la Madre Teresa inauguró casas en los países comunistas, incluyendo Rusia, Albania y Cuba. En 1963 fundó la orden de los Hermanos Misioneros de la Caridad, en 1976 la rama contemplativa de las Hermanas, en 1979 los Hermanos Contemplativos y en 1984 fundó la orden de los Misioneros de los Padres de la Caridad. La Madre Teresa murió el 5 de septiembre de 1997, en Calcuta, a la edad de 87 años.
Menos de dos años después de su muerte, en vista de la extendida fama de santidad de la Madre Teresa y de los favores que se le comenzaron a atribuir, el Papa Juan Pablo II permitió que se abriera la Causa para su Canonización. El 20 de diciembre del 2002, aprobó los decretos de sus virtudes heroicas y milagros”, según publicó el Vaticano.
El 2 de septiembre del 2016, durante una conferencia de prensa en el Vaticano, el Padre Brian Kolodiejchuk, postulador de la causa de beatificación y canonización de la Madre Teresa, declaró:
A donde quiera que la santa fuera, siempre fue un símbolo de misericordia, y como ella misma sentía la necesidad de la tierna misericordia divina, asistía a la confesión frecuente y regularmente.
Sabiendo que todos la escuchaban, la Madre Teresa no dudó en usar su fama para atraer la atención del mundo hacia los problemas morales y sociales. Durante su discurso de aceptación del Premio Nobel de la Paz en 1979, llamó al aborto “el mayor destructor de la paz”."
Lo anterior lo escribió Jean-Marie Guénois en el diario francés Le Figaro, el 4 de septiembre.
La fundadora de las Misioneras de la Caridad fue beatificada por Juan Pablo II el 19 de octubre del 2003, luego del reconocimiento del carácter milagroso de la curación, el 5 de septiembre de 1998, de una joven hindú de 30 años de edad, de nombre Mónica Bersa, quien tenía un tumor abdominal. Y esto a pesar de que el milagro fue cuestionado por un grupo de médicos hindúes. El 17 de diciembre de 2015, el Papa Francisco aprobó un segundo milagro atribuido a la beata: la curación de Marcilio Haddad Andrino, un hombre brasileño de 35 años de edad que tenía múltiples tumores cerebrales. El 15 de marzo, el Papa Francisco firmó el decreto para la canonización de la Madre Teresa.
Ambigüedades ecuménicas e interreligiosas
Luego de la beatificación de la Madre Teresa, la revista Nouvelles de Chrétienté, en su edición de noviembre-diciembre (#84), publicó un artículo escrito por el Padre Hervé Gresland de la FSSPX, bajo el título: "Madre Teresa, una beatificación ambigua". Después de relatar la vida de la Madre Teresa, el autor sugirió que debería “ser juzgada –en la medida en que los hombres pueden hacerlo–, pues sólo Dios puede juzgar”, “a la luz de algunos hechos objetivos y públicos que no pueden ser silenciados.”
A continuación, compartimos algunos extractos del análisis elaborado por el Padre Gresland:
Juan Pablo II fue un gran admirador de la Madre Teresa. Deseaba que el proceso de beatificación fuera excepcionalmente rápido: gracias a una dispensa especial concedida por la Santa Sede, el proceso se abrió en julio de 1999. Y su beatificación fue, en cierto modo, el regalo del Papa a la Iglesia por el 25 aniversario de su pontificado. Si la Curia no se hubiera opuesto a su idea, él la hubiera beatificado y canonizado el mismo día.
Juan Pablo II y la Madre Teresa estaban en perfecta armonía espiritual, y defendían un catolicismo que sus adversarios consideraban “conservador”, especialmente en lo referente al ámbito moral. La Madre Teresa dijo del aborto lo siguiente: “es el acto más diabólico que un humano puede llevar a cabo. Pidamos a Nuestra Señora que extirpe del corazón de las madres ese horrible deseo de eliminar al niño que llevan en su vientre.”
Los anticlericales encuentran intolerable su visión cristiana del sufrimiento y de la muerte. Se le considera una reaccionaria, y no es muy útil para aquellos sacerdotes progresistas que, a los ojos de la Madre Teresa, se avergüenzan de su sacerdocio. Para ella, la confesión debe tener un papel fundamental en la vida de los cristianos. Dijo cosas muy bellas del sacerdocio: los sacerdotes, que son Cristos en la tierra, deben ser sacerdotes santos. En cuanto a la vida religiosa y el concepto del pecado, etc., responde irónicamente a los innovadores y los critica. Los progresistas le recriminan su teología y moral “retrógradas” (específicamente hablando de la teología de la liberación, el papel de los laicos y las mujeres en la Iglesia y los anticonceptivos), y le reprochan el ponerse del lado del Papa.” (…)
Pero cuando se trata del ecumenismo, es donde nosotros le reprochamos. Para ella, la fe es subjetiva; el catolicismo está bien para los católicos.
Hablando de las personas agonizantes que eran recibidas en su casa, dijo lo siguiente: "les damos lo que piden, de acuerdo a su fe". Y el obispo Jean-Michel Di Falco declaró en una ocasión: “La Madre Teresa desea ayudar a las personas según la religión que cada quien tenga. (…) Para los católicos, los sacerdotes están ahí para administrar los últimos sacramentos. Para los demás, lo importante es que mueran en paz con ellos mismos y con Dios. La Madre Teresa, fácilmente acusada de ecumenismo, no esperó a que el Concilio Vaticano II practicara el ecumenismo y prestara atención a las religiones no cristianas. Esta conducta le ganó críticas de algunos miembros del clero, quienes le reprocharon el descuido de su papel misionero.” (Obispo Jean-Michel Di Falco, Mère Teresa ou les miracles de la foi, Le Livre de Poche, 1997, pp.98-99)”…
En una ocasión, un periodista le preguntó: “¿puede su ejemplo convertir?”, a lo cual ella únicamente respondió: “Oh, mi deseo es convertir. Pero no lo digo en el mismo sentido que usted. Lo que intentamos hacer, lo que todos intentamos hacer con nuestro trabajo al servir a las personas, es acercarnos más a Dios. Si, cuando nos encontramos cara a cara con Dios, lo aceptamos en nuestras vidas, entonces nos convertimos, nos volvemos mejores hindúes, mejores musulmanes, mejores católicos. ¿Cuál sería mi postura? En mi caso, desde luego, sería un enfoque católico, para usted tal vez podría ser un enfoque hindú, para alguien más podría ser budista. De acuerdo con la conciencia de cada uno, aquello que Dios es en nuestras mentes, eso es lo que debemos aceptar” (Desmond Doig, Madre Teresa, su gente y su obra, William Collins, Glasgow, 1976; citado por Monseñor Fellay en Le Sel de la terre n°1, p. 16). Esto quiere decir que no intentaba convertir a la gente pobre que ayudaba… lo cual dista mucho del gran apóstol de la India, San Francisco Javier.
La Madre Teresa no bautizaba a los niños agonizantes. Y sigue sucediendo lo mismo actualmente: en sus casas no se bautiza a los niños huérfanos, lo cual va en contra de los principios católicos.
Para la celebración del 25 aniversario de su congregación, en octubre de 1975, los miembros de todas las religiones practicadas en Calcuta invitaron a la Madre Teresa a distintas ceremonias llevadas a cabo en honor de su jubileo. Durante una semana entera (del 28 de septiembre al 7 de octubre), asistió a todos los templos de las 18 distintas religiones para rezar con ellos en sus ritos. Hay que señalar que esto sucedió once años antes del primer encuentro interreligioso que tuvo lugar en Asís. (Una narración de esta semana escrita por una hermana de su congregación, publicada en el número de marzo de 1976 del boletín Missi). (…)
La Madre Teresa estuvo presente en la gran reunión ecuménica de Asís, que tuvo lugar el 27 de octubre de 1986. Incluso llegó tarde al evento, lo cual ocasionó que todos los presentes voltearan a verla a su llegada. (…)
No es nuestra intención negar la enorme obra de caridad de la Madre Teresa, ni su amor sincero por Dios y por la Iglesia. (…) Pero el reconocer lo que hay de admirable en su vida y las lecciones que podemos sacar de ella para nosotros, no significa que ignoremos las graves ambigüedades ecuménicas que llenaron la vida de la Madre Teresa, especialmente después del Concilio Vaticano II.”
Fuentes: apic/imedia/Vatican/radiovatican/lefigaro/NDC – DICI#340 Sept. 9, 2016