¿Un Concilio pastoral debatible? - Mons. Fellay
Texto de la plática dada por Monseñor Fellay el 8 de octubre del 2016, en Port-Marly, Francia, sobre el tema "Un Concilio Pastoral en la Iglesia". Vale la pena leer el texto completo, pues Monseñor Fellay explica detalladamente la situación actual verdadera de las relaciones con Roma, la postura de la FSSPX y cuál debe ser nuestra actitud al respecto.
Durante las “Conferencias sobre la Tradición”, Monseñor Bernard Fellay, Superior General de FSSPX, dio una plática, de la cual hemos incluido aquí la segunda parte, acerca del actual estado de las relaciones con Roma.
¿Puede ser Discutible un Concilio Pastoral?
Enseñan sin enseñar. Esto genera confusión en todas partes. Es una nueva postura. Hasta hoy todos los católicos tenían muy claro que cuando Roma habla: Roma locuta est, causa finita est. Roma ha hablado, Roma ha enseñado, y fin de la discusión. Y ahora resulta que nos dicen que no, que “esto pretende ser un punto de partida para posteriores reflexiones teológicas”. En muchas de sus encíclicas, Juan Pablo II incluso habló de “meditaciones”. Ya no estamos hablando de enseñanza, sino de una “meditación”.
Las discusiones doctrinales continúan, y cada vez se vuelven más interesantes porque las autoridades están comenzando a abrir la discusión. Hasta ahora únicamente era: “Obedezcan”. Enseñaban y luego: "cállense y sométanse". Pero, de pronto, su actitud ha cambiado. Creo que se están viendo forzados –esto es una especie de conclusión que saqué de lo que el arzobispo Pozzo me dijo–, están siendo forzados por la situación tan catastrófica, por la confusión absolutamente universal que reina, incluso en Roma. Se están viendo forzados a hacer concesiones. Ya no pueden seguir manteniendo sus posiciones; ya no tiene sentido hacerlo. Esto me hace pensar en las palabras del Cardenal Müller en el 2014. Nos dijo: “Están obligando a la Congregación para la Doctrina de la Fe a dedicarles tiempo precioso, cuando existen en la Iglesia problemas gigantescos”. Eso suena interesante, ¡pero es precisamente lo que nosotros les estamos mostrando! Súbitamente están admitiendo que hay problemas gigantescos en la Iglesia. Y se dicen entre sí: Esta Fraternidad no es un problema tan grande. Pero, al mismo tiempo, se enojan porque nosotros les decimos: “Ustedes son el problema”. Ya no saben cómo tratarnos, y entonces empiezan a hacer concesiones. ¿A dónde conducirá todo esto? Pronto lo veremos. Pero pienso que actualmente la situación es tan catastrófica que está ocasionando una reacción extremadamente interesante. En distintos niveles.
Y luego, de vez en cuando, recibo algunas cartas como ésta. Voy a leerla en inglés porque expresa una imagen: “Aférrense a sus armas. Siempre aférrense a sus armas”. Esto significa: No quiten las manos de las pistolas. Manténganlas ahí firmemente. En otras palabras: “Defiéndanse. Siempre. Y niéguense a transigir en las cuestiones que no pertenecen realmente a la esencia de la fe: libertad religiosa, ecumenismo, diálogo con las religiones no cristianas. Somos muchos en la jerarquía que pensamos y creemos en lo que ustedes están haciendo sobre estas cuestiones”. Fue un obispo quien me escribió esto. No escribió “Yo”, sino “somos muchos”. Escribió también otras cosas que no me atrevo a leerles porque su carácter es demasiado laudatorio, pero esta es la idea: “Necesitamos voces que nos indiquen los límites de nuestra libertad en esas áreas”. Dice que la Iglesia, que enseña la Verdad, se encuentra actualmente perdida en las zonas grises, en la ambigüedad. “Vengan en nuestra ayuda”. Y también: “No se desprendan de nada, sigan así, ¡lo necesitamos!” ¡Esto es algo nuevo! ¡Nunca antes había sucedido algo así! Los obispos solían decirnos: es evidente que hay problemas, pero, bueno... Y ahora nos dicen: “¡Resistan, lo necesitamos!”. Pero no hablan demasiado fuerte porque saben muy bien que si lo hicieran, se estarían cortando sus propias cabezas.
No estén todo el tiempo preocupados preguntándose: “¿Habrá un acuerdo o no?” Yo mismo no lo sé. ¡Ya veremos! Lo que sí sé es que no cederemos, con la gracia de Dios. ¡Que venga en nuestra ayuda! Recemos por esta intención. Y, para finalizar, ¡agradezcamos a Monseñor Lefebvre! Debemos estar muy agradecidos con él y no olvidarlo. Y gracias también a todos los que apoyan esta labor, y a ustedes también, queridos fieles.