Utilidad de los defectos
Pequeña reflexión sobre cómo aprovechar nuestros defectos para adelantar en la santidad.
¡Cuán útil es para la salvación un buen defecto… muy visible, muy humillante, pero que, por la gracia de Dios, no impida el bien que estamos obligados a hacer!
Ser desconfiados y dejarlo traslucir, no obstante los esfuerzos que hacemos para evitarlo; tener modales algo ridículos, de los cuales no podemos enteramente corregirnos; cometer algunas faltitas sin trascendencia, que provoquen la sonrisa, pero la burla… ¡oh, lo repetimos, qué bueno es para la salvación!
Un defecto nos hace humildes; mas por ventura ¿no es humildad lo que más falta nos hace?
Un defecto nos hace recurrir más cordialmente a Dios; pero acaso ¿no es la plegaria filial la fuente de toda gracia?
Un defecto nos hace indulgentes con los demás; pero ¿no es la caridad la virtud que más ama Dios en nosotros?
Queridos defectillos, que sólo podéis perjudicarme a mí, ¡ah cómo os amo!