¡Vamos a José!

Fuente: Distrito de México

Al acercarse la fiesta de San José, y en este mes dedicado a él, he aquí algunos hermosos textos que alimentarán nuestra devoción a este gran santo. 

"Josué asombró al mundo entero cuando mandó al sol que se detuviera, para tener tiempo de completar la derrota de los enemigos, y el sol obedeció su voz. Pero, ¿qué paralelo podemos trazar entre Josué, que es obedecido por el sol, criatura inanimada, y José, que es obedecido por Jesucristo, hijo de Dios? Mientras vivió José, es decir, durante treinta años, Jesucristo lo respetó como a un padre, lo obedeció como a un padre. De modo que, durante estos treinta años, la ocupación continua del Salvador fue obedecer a José.

Durante todo ese tiempo fue José el que mandaba como cabeza de esta familia, y Jesucristo el que obedecía como subordinado a José, quien le había sido dado por Dios para servirlo como su padre. Por tanto, todas las acciones de Jesucristo, sus trayectos, sus alimentos, sus descansos, todo estaba regido por las órdenes de José; y, además, Jesucristo no podía estar más atento para escuchar y cumplir lo que José le mandaba. Según San Bernardo, Dios no eligió a San José para ser solo el consolador de su madre, que tuvo tantas tribulaciones en la tierra; no lo eligió solo para ser el padre adoptivo de Jesucristo; pero también quería que fuera de alguna manera su colaborador en la redención del mundo, que fue obra del gran concilio de las tres personas divinas - Bossuet, Panegírico de San José.

Protector y defensor de la Santa Iglesia, "su acción es evidentemente ante todo de orden espiritual, pero se extiende también a las cosas temporales; es el sostén de las familias, de las comunidades, el consuelo de los desdichados, la esperanza de los enfermos". Él vela por los cristianos, de todas las condiciones, de todos los países, por los padres de familia, esposos, así como vírgenes consagradas; sobre los ricos, para inspirarles la distribución caritativa de sus bienes, como sobre los pobres para socorrerlos. Está atento a los más grandes pecadores y a las almas más avanzadas. Es el patrón de la buena muerte, de las causas desesperadas, es terrible para el demonio que parece triunfar, y es también, según nos dice Santa Teresa, la guía de las almas interiores en los caminos de la oración. Hay en su influencia un maravilloso reflejo de "la Sabiduría divina que llega con fuerza de un extremo al otro del mundo y lo ordena todo con delicadeza" (Sabiduría, VIII, 1 – RP Garrigou-Lagrange, La Mère du Sauveur et notre vie intérieure.

Acerquémonos a San José con respeto y gran confianza, la misma confianza de Santa Teresa que no dudó en escribir: "Desde hace ya algunos años que el día de su fiesta le pido una gracia y siempre la veo cumplida; y si la petición va algo torcida, él la endereza para más bien mío" – Autobiografía, capítulo VI.

¡Vayamos a San José, pidamos y recibiremos!

Padre Bertrand Labouche, FSSPX