Viernes de la segunda semana de Cuaresma
En este breve artículo, veremos la explicación de la colecta, epístola y evangelio del viernes de la segunda semana de Cuaresma.
La Estación se celebra hoy en la iglesia de San Vidal Mártir, consagrada por Inocencio I (401-471).
COLECTA
Suplicámoste, oh Dios omnipotente, hagas que, purificados con el santo ayuno, lleguemos a las futuras fiestas con corazones sinceros. Por el Señor.
LECCIÓN
Lección del libro del Génesis.
En aquellos días dijo José a sus hermanos: Oíd el sueño que yo vi: Parecíame que atábamos gavillas en el campo: y que mi gavilla se levantaba, y se tenía derecha, y vuestras gavillas estaban en torno de ella, como adorándola. Respondieron sus hermanos: ¿Serás acaso nuestro rey? ¿O nos someteremos a tu dominio? Esta cuestión de los sueños y de las conversaciones fomentó entre ellos la envidia y el odio. Vio también otro sueño, que contó a sus hermanos, diciendo: Vi en sueños al sol, y a la luna, y a once estrellas como adorándome. Habiendo referido esto a su padre y a sus hermanos, le reprendió su padre, y dijo: ¿Qué significa ese sueño que has visto? ¿Acaso yo y tu madre y tus hermanos te hemos de adorar sobre la tierra? Le envidiaban, pues, sus hermanos: pero el padre meditaba el asunto en silencio. Y, estando sus hermanos en Siquén, apacentando los ganados de su padre, le dijo Israel: Tus hermanos apacientan las ovejas en Siquén: ven, te enviaré a ellos. Respondiendo él: Presto estoy, le dijo: Vete, y ve si están bien tus hermanos y los ganados: y dime, lo que hacen. Enviado desde el valle Hebrón, vino a Siquén: y le encontró un hombre vagando por el campo, y le preguntó qué buscaba. Y él respondió: Busco a mis hermanos: dime dónde apacientan el ganado. Y le dijo el hombre: Marcharon de este lugar: pero les oí decir: Vayamos a Dothaín. Continuó, pues, José en busca de sus hermanos, y los encontró en Dothaín. Ellos, cuando le vieron a lo lejos, antes que se acercase a ellos, pensaron matarle, y decían entre sí: allí viene el soñador: venid, matémosle, y arrojémosle en una cisterna vieja, y diremos: Le devoró una ñera salvaje: y entonces se verá de qué le aprovecharon sus sueños. Pero al oír esto Rubén, procuraba librarle de sus manos, y decía: No matéis su alma, ni derraméis su sangre: sino arrojadle en esta cisterna, que hay en el desierto, y conservad limpias vuestras manos: pero esto lo decía, queriendo arrancarlo de sus manos y devolverlo a su padre.