Publicación del Boletín de Cancún - Mérida 31

Fuente: Distrito de México

En este número 31 encontrarán un artículo sobre la Misa, así como los horarios de misa para el mes de Febrero.

Tu misa y tu vida

En el plan de Dios, el centro del universo no es el hombre, sino Jesucristo, el Verbo Encarnado.  Dios ha creado todas las cosas para Cristo, Verbo eterno, centro del universo que precede a todas las creaturas: “Él es antes de todas las cosas” (Col. 1, 17). “El primogénito de toda creación” (Col. 1, 15). “En el principio era el Verbo…”, (Jn. 1, 1). “todas las cosas fueron creadas por medio de Él y para Él”, (Col. 1, 16, 17).

En Él, por Él y para Él, somos agradables al Padre celestial. Sin Él, no somos nada, y siendo pecadores, menos que nada. Esto último es muy importante para entender un poco qué es la Misa, medio elegido por Dios para restablecer la amistad entre Dios y los hombres, amistad que había sido destruida por el pecado. Nuestros sacrificios tendrán valor solamente si están unidos al sacrificio de Cristo.

El Santo Sacrificio de la Misa en el plan de Dios

La Misa es el medio por el cual podemos hacernos la prolongación de Cristo a través del ofrecimiento de nosotros mismos a Cristo, a través de la consagración de nosotros a Cristo, a través de la comunión con Cristo para la mayor gloria de la Santísima Trinidad y la santificación de nuestras almas. La Santa Misa, renovación del Sacrificio de Nuestro Señor, nos recuerda al mismo tiempo la condescendencia de Dios hacia el hombre, y la ascensión de éste hacia Dios. La Misa resalta los misterios paralelos de la Encarnación y la Redención, y al mismo tiempo nos aplica sus frutos. Mientras que el pesebre y la Cruz manifiestan el amor de Dios por los hombres, la Misa nos demuestra su amor por cada uno de nosotros en forma individual.

La Misa derrama sobre los pecadores abundantes gracias de conversión. El justo encuentra en ella el fervor y la fuerza  para  consagrarse  a  los  demás. A través de la Misa, el hombre le ofrece a Dios la alabanza de la cual Él es digno.

Tal es el lugar que ocupa la Misa en el plan de Dios. Como Cristo, ella está en el centro: es como un sol que brinda luz y calor para transformar y elevar toda la creación y devolverla a su Creador en un himno de acción de gracias.

Nuestra vida centrada en la santa Misa

La Misa debe ocupar todo el principal lugar en nuestra vida. Deberíamos:

  • Ofrecernos a nosotros mismos, como Cristo en la Cruz.
  • Consagrarnos a nosotros mismos, “transubstanciándonos” para morir a nuestra vida de pecado y vivir de ahora en adelante la vida de Cristo.
  • Crecer en la unión con Cristo hasta identificarnos cada vez más estrechamente con Él, para que –perteneciéndole más a Él que a nosotros nuestros cuerpos- seamos capaces de hacer obras divinas y sobrenaturales.
  • Tributar –a través de Cristo- una oración perfecta a la augusta Trinidad.

Tal debería ser la preocupación constante de nuestra existencia terrenal y el preludio a nuestra vida divina en una eternidad bendita.

¿Qué debemos entender de la expresión: “La Misa debe ser vivida”? Jesucristo nos ha incluido en su Sacrificio al ofrecernos junto con Él mismo al Padre. La Misa es el medio que la Iglesia tiene en su disposición para ofrecer el homenaje supremo a la Santísima Trinidad.

La Misa no es el Sacrificio de Cristo solamente, sino también el de todo el Cuerpo Místico. Si nos alegramos al ofrecernos junto a los sufrimientos de Nuestro Señor, entonces no hay un sacrificio de nuestra parte, sino una petición (“Amado Señor, aquí están los sufrimientos de tu Divino Hijo. Por ellos, te suplico que me concedas tal y tal gracia”).

Si la Misa se transforma en mi Misa, en mi sacrificio ofrecido a Dios, si yo le ofrezco a la santísima Trinidad mi parte de acción de gracias y oración, yo debo vivir la vida que vivió Cristo, con las mismas disposiciones de negación de mí mismo y deseo que se haga cuanto antes la voluntad de Dios con mi obediencia en diaria inmolación. ¡Mi sacrificio debe agregarse al Suyo!

¡Solamente cuando ofrecemos nuestros sacrificios a Dios en  unión con el Sacrificio de Cristo, éstos se transforman en oro, justo como la pequeña gota de agua  que  cae en el cáliz y se vuelve vino! Así es como “por Él” y “en Él” nuestros sacrificios adquieren todo su valor. De aquí viene la extrema importancia de centrar nuestras vidas en la Misa.

Nuestro Sacrificio, nuestra Misa, consiste en realizar el ofrecimiento a lo largo de todo el día, en medio de las ocupaciones y actos que vaya desarrollando en él. Esto es lo que se conoce como “vivir mi Misa”.

Todo no se termina con el Ite, missa est. Por el contrario, es entonces cuando todo comienza, porque cuando una persona se ofrece a sí misma, en forma total, con Cristo, ¿cómo es posible que piense, hable y actúe como aquellos que nunca se han ofrecido a sí mismos?

¡Recordémoslo! Dios se da al que se da, y a Dios no le agradan los ofrecimientos a medias! Dios nunca se dejará ganar en generosidad. Es así que, después de darnos nosotros mismos a Dios por Cristo, nuestra Misa se completa con la Comunión, que nos da a Dios por Cristo.

¿Qué preparación debería hacer para mi Misa?

La asistencia a la Misa no es algo que precisamente pueda improvisarse sobre la marcha, especialmente cuando uno considera que la Misa es el hecho más grande en la historia del mundo. Cuando un fiel prepara su Misa, su buena disposición facilita la recepción de todas las gracias que Dios le quiere dar. Por eso, conviene mucho haber leído la Epístola, el Evangelio y la colecta que nos indica la gracia a pedir durante la Misa.

Esta preparación se logra también por medio de lecturas. Si muchas almas dejan de progresar, si en lugar de adelantar retroceden, podríamos reconocer que la causa principal de esto es su anemia espiritual, que se reconoce por su ignorancia total o parcial acerca de la Misa. Estudiemos estas grandes verdades y luego compartamos con otros los conocimientos que hayamos adquirido.

Recordamos también la importancia de preparar el corazón, la voluntad cuerpo y alma para asistir correctamente a Misa y facilitar sus frutos. Sigamos el ejemplo de san Luis de Gonzaga que, vivía teniendo la Santa Misa como el eje de su vida. El tiempo entre dos Misas, lo dividía en dos: la primera mitad la pasaba ofreciendo todo lo que debía hacer adorando, agradeciendo y viviendo de Jesús presente en él; la segunda mitad la pasaba ofreciendo lo que hacía preparando la Misa siguiente.

Su servidor, el Padre Donatien Lethu+


Las capillas de Cancún y Mérida dependen del Priorato Nuestra Señora de Guadalupe de la Ciudad de México.

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