¿Puede debatirse un Concilio pastoral?

Texto de la plática dada por Monseñor Fellay el 8 de octubre de 2016, en Port-Marly, Francia, sobre el tema "Un Concilio Pastoral en la Iglesia". Vale la pena leer el texto completo, pues Monseñor Fellay explica detalladamente la situación actual verdadera de las relaciones con Roma, la postura de la FSSPX y cuál debe ser nuestra actitud al respecto.

Durante las “Conferencias sobre la Tradición”, Monseñor Bernard Fellay, Superior General de FSSPX, dio una plática, de la cual hemos incluido aquí la segunda parte, acerca del actual estado de las relaciones con Roma.

¿Puede ser discutible un concilio pastoral?

Hace más de un año, de la nada, Roma nos hizo una nueva propuesta. Se encontraban en un aprieto porque decían "No, no podemos decir que el Concilio es tradicional. No podemos. Y no podemos decir que la nueva Misa es buena". Entonces, de pronto, tuvieron una nueva propuesta para nosotros, y es fácil entender lo que sucedió a través de algunas entrevistas dadas por el arzobispo Pozzo, quien nos explicó que, al principio, querían forzarnos a aceptar todo, y eso no funcionó. Por lo tanto, se preguntaron cómo salir de tal predicamento, ya que todo estaba bloqueado, y parece que encontraron un método, que consistió en hacer una distinción dentro del Concilio entre las partes más importantes y las menos importantes. La primera vez que el arzobispo Pozzo habló de esto fue en febrero de 2016, pero eso fue casi nueve meses después de que nos habían hecho su propuesta.

En efecto, han renunciado a algunas cosas bastante importantes. Ya no nos piden que recitemos la “profesión del Cardenal Ratzinger”, precisamente donde Monseñor Lefebvre había vacilado en una anotación hecha por el Cardenal Ratzinger, quien había añadido algo a la profesión de fe habitual. Y esta adición se refiere a lo que nosotros llamamos el Magisterio auténtico. En ese entonces, el Cardenal Ratzinger explicó que con esta adición estaban pidiendo una sumisión religiosa a los documentos del auténtico Magisterio, obligando a los católicos a aceptar el Concilio.

Esto puede debatirse. Propiamente hablando, es cierto que debemos una sumisión respetuosa a los documentos magisteriales, a una encíclica, por ejemplo. Lo normal es recibir este documento respetuosamente, ya que es emitido por la autoridad suprema. En sí misma la frase no es escandalosa, incluso es católica. Pero claro que, cuando se hace la conexión con este Concilio, se vuelve más complicado.

Por lo tanto, rechazamos completamente esta profesión de fe. Bueno, pues resulta que ¡ya no nos la están exigiendo! Nos piden que recitemos la anterior, que es llamada la Profesión Tridentina de Paulo VI. En el documento se refieren a ella como la “profesión de los Padres del Concilio”. Sí, los Padres del Concilio. En otras palabras, todos los obispos reunidos en el Concilio Vaticano II, hicieron, al inicio de la primera sesión, una profesión de fe, que es la profesión de fe tradicional. Igual que la Misa que se celebró durante el Concilio fue la Misa antigua. 

Distintos grados de autoridad y de obligación en los documentos conciliares

El segundo punto es que eliminaron todo lo relacionado con la libertad religiosa y el ecumenismo. Ya no nos exigían nada en este respecto. ¡Eso es interesante! ¿Pero por qué están actuando así? En la primera entrevista concedida a Zenit en febrero (Nota del Editor: febrero 28, 2016), vemos, sin embargo, que sigue siendo necesario aceptar el Concilio en su totalidad. Pero hay grados, y esta idea se aclaró en abril (La Croix, abril 7, 2016). Y es aquí donde esto se pone particularmente interesante, porque, de pronto, nos dicen que lo que fue producido por el Concilio no es dogmático, es decir, todas las Declaraciones del Concilio, ¡incluyendo Gaudium et spes! Que nada de eso es requisito para ser católico, según el mismo arzobispo Pozzo. ¿Qué significa esto? “No están obligados a aceptar el Concilio para ser católicos”. Esto es lo que Monseñor Pozzo dijo cuando habló sobre la Fraternidad. Y a nosotros, explícitamente nos dijo “Respecto a la libertad religiosa, al ecumenismo, a Nostra Aetate, a la reforma litúrgica, pueden mantener su postura actual”. Cuando escuché eso, me pareció tan increíble que le dije “Es probable que tenga que pedirle que venga conmigo y repita estas palabras usted mismo, porque nuestros conferencistas no me van a creer”. Y aún hoy en día, creo que es lícito preguntar: ¿es en serio? ¿Es verdad o no? Monseñor Pozzo dio varias entrevistas. Acabo de citar la que dijo en abril, luego hubo otras en julio (Zenit, 4 de julio, 2016, y Christ und Welt, 28 de julio, 2016). Entre estas dos fechas, en el mes de junio, su superior, el Cardenal Müller, dijo lo contrario (Herder Korrespondenz, junio, 2016). Por lo tanto, tenemos por un lado a Monseñor Pozzo, quien es el Secretario de la Comisión Ecclesia Dei, y que dijo públicamente (en La Croix, abril 7, 2016): “Las declaraciones de artículos de fe y de la doctrina católica infalible contenidas en los documentos del Concilio Vaticano II deben ser aceptadas según el grado de adherencia requerido”. Luego, el obispo italiano continuó, reafirmando la distinción entre el dogma y determinados Decretos y Declaraciones que contienen “directrices para la actividad pastoral, guías y sugerencias o exhortaciones de carácter práctico y pastoral”, como es el caso especialmente con Nostra Aetate, que inauguró el diálogo con las religiones no cristianas. Esto último “supondrá, luego del reconocimiento canónico, un tema de discusión y análisis detallado con miras a una mayor precisión, para evitar malos entendidos o ambigüedades, que como sabemos, se hallan muy difundidas en el mundo eclesiástico contemporáneo”. Esto es algo extremadamente interesante.

Pero estas palabras no siempre son claras. Dependiendo de qué lado se esté, Monseñor Pozzo se encuentra en un aprieto. A nosotros nos dice: “Tienen derecho a no aceptar el Concilio y seguir siendo católicos”. Sin embargo, si dice eso mismo en voz alta en el mundo de los modernistas, habrá una revolución. ¿Por qué? Porque, y siempre hemos dicho esto, estos gérmenes infames que son letales para la Iglesia fueron introducidos precisamente por el Concilio en los documentos que tratan sobre el ecumenismo, la libertad religiosa y en Nostra Aetate, que trata sobre las relaciones con las religiones no cristianas. Es precisamente ahí, y también en Gaudium et spes, que encontramos expresado más enérgicamente este acercamiento positivo al mundo. Es por esto que siempre hemos dicho que estamos en contra de estos documentos. Ciertamente, en el Concilio podemos encontrar un gran número de dogmas; dice que existe la Santísima Trinidad, que Nuestro Señor Jesucristo es Dios, ¡dice todo eso! Incluso dice que para poder salvarnos, debemos recurrir forzosamente a Nuestro Señor. Eso dice el Concilio.

Pero el problema no radica en las cosas buenas que pueden hallarse en el Concilio, que, de hecho, sí es posible hallar cosas buenas en él. ¡El problema radica en lo malo! Si se pone una gota de cianuro en un plato de sopa, ¿habría alguna diferencia si se le añadieran buenos vegetales, un buen caldo y la mejor agua que existiera? La sopa no es comestible debido al veneno. Esto mismo sucede con el Concilio. Es por eso que decimos que el Concilio no es comestible. No por las cosas buenas que se pueden encontrar en él, sino por el veneno. Y para ser precisos, este veneno no está en todas partes, sino en un determinado número de documentos, sobre los cuales Monseñor Pozzo nos dice hoy “No están obligados a aceptarlos para ser reconocidos como católicos”.

Pero la gran mayoría de personas que pertenecen actualmente a la Iglesia, piensan exactamente lo contrario. En otras palabras, ven en estos documentos los cimientos de su Iglesia, de la llamada Iglesia conciliar. Los modernistas viven de eso. Una parte de nuestra campaña es decir esto mismo que ahora yo les estoy diciendo a ustedes, de un modo lo suficientemente claro para ver cómo reaccionarán los modernistas, porque, siendo lo que son, tienen que reaccionar. No pueden dejarlo pasar. Deben reaccionar ante Roma y decir a las autoridades “No es posible”. En algún punto habrá un ultimátum: “O ellos, o nosotros”. Es una situación irreconciliable. Ya veremos qué sucede. 

Un Concilio que es teoréticamente pastoral pero dogmático en la práctica

El Cardenal Müller insistió, diciendo: “¡No, la Fraternidad debe aceptar todo el Concilio!”. E incluso habló sobre una adhesión ilimitada al ecumenismo. Pero no solamente eso. Habló también sobre la liturgia y la libertad religiosa. Y, más tarde, en julio, su subordinado dice lo contrario. ¡Qué desorden! ¿A quién debemos creer? Es imposible pensar que Monseñor Pozzo diga estas cosas sin tener ningún respaldo. Y, de hecho, el que lo apoya es el Papa. Obviamente estas situaciones son inverosímiles. En cuanto a mí, estoy esperando a ver qué sucede, porque ya ha habido acciones contrarias. Por ejemplo, hubo algunos seglares alemanes que se unieron a una asociación judía (domradio.de, 19 de mayo, 2016) para hacer una declaración pública que decía: “Readmitir a la Fraternidad sin Nostra Aetate es inaceptable”. Simple y llanamente. Un profesor alemán de teología (Jan-Heiner Tück, Neue Zürcher Zeitung, 23 de mayo de 2016, y Salzburger Nachrichten, 5 de julio de 2016) hizo una declaración en Viena, que decía: “Si permiten regresar a la Fraternidad a la Iglesia sin el Concilio, será como el Caballo de Troya en la Iglesia”. Eso fue reportado incluso por Radio Vaticano. Hubo otros documentos, especialmente el del representante del Comité Judío Estadounidense en Roma (Notal del Editor: Lisa Palmieri-Billig, Vatican Insider, 28 de julio del 2016). Lisa Palmieri hizo un comentario sobre el artículo de Monseñor Pozzo de julio, en donde él, correcta y claramente, sostiene que, ni Nostra Aetate ni el ecumenismo son requisitos para ser católico, e igualmente afirma que se tiene el derecho a no estar de acuerdo con ellos y seguir siendo católico. Y el artículo, que está escrito de forma muy inteligente, cita a un rabino, un profesor de teología y un musulmán, quienes dicen: “Estamos siguiendo muy de cerca esta historia de la Fraternidad y Roma, y sus relaciones, porque nosotros también estamos involucrados”. Un artículo escrito de forma muy inteligente que es una advertencia muy clara a Roma.

Hubo más publicaciones, especialmente una hecha por un jesuita suizo (Christian Rutishauser, S. J., Tages-Anzeiger, 30 de septiembre de 2016), quien es uno de los miembros del comité que asesora al Papa en sus relaciones con los judíos. Este jesuita declaró en un diario de su país que hablará con el Papa, porque es absolutamente inaceptable recibir a la Fraternidad sin obligarla a adherirse a Nostra Aetate. Y, por lo tanto, es lógico pensar que habrá una enorme presión para revisar estas declaraciones, que ahora son públicas, como la de que algunos documentos conciliares no son obligatorios para ser católicos. Bueno, ya veremos; va a ser muy interesante. 

Ya veremos qué hacen las autoridades. Si respetarán el principio, incluso sin decir quién tiene la razón y quién no. El simple hecho de decir que se puede no estar de acuerdo significa un tornillo que se afloja en el Concilio o un perno que se suelta. Por lo mismo, esto se está volviendo extremadamente interesante. Esto podría ser el principio del fin del Concilio, pues la Iglesia está diciendo que no es obligatorio. Lo cual es cierto, en sí mismo. El que las autoridades digan esto, bien podría ser un comienzo muy interesante. No es el final de la batalla, pero restaura un principio extremadamente importante al decir “No, esos documentos no son obligatorios”.

Un Magisterio ambiguo

Este concepto de la no obligación es un nuevo modo de pensamiento; no estoy diciendo que sea algo bueno, pero hemos visto señales de esto durante varios años, y es extremadamente importante para el futuro. En el 2014, cuando nos encontrábamos en medio de discusiones con la Congregación para la Doctrina de la Fe, intentamos demostrar que existe un problema grave al nivel de la enseñanza en la Iglesia, al nivel del Magisterio. Y mencioné varios ejemplos. Por citar uno: la declaración hecha por la Santa Sede sobre la Misa de los caldeos, llamada el Anáfora de Addai y Mari, la cual es una Misa en la que los caldeos no católicos no usan las palabras de la consagración. Ahora hay una declaración de Roma afirmando que esa Misa es válida. Yo le dije a Roma que esto destruye completamente la teología sacramental. ¿Saben qué me respondieron? “Este documento no forma parte del Magisterio”. Y, sin embargo, le enseña a todo el mundo que una “Misa”, que en realidad no es una Misa, es una Misa válida, aunque no tenga las palabras de la consagración. Y después, cuando alguien presenta una queja, la Congregación para la Doctrina de la Fe responde diciendo que no pertenece al Magisterio. Entonces, ¿qué cosa es, si  no es parte del Magisterio? Dijeron que no había sido elaborado por una autoridad magistral, sino por un “Concilio”.

Otro ejemplo: La Declaración Balamand (23 de junio de 1993). Esta es una declaración compuesta por delegados de la Santa Sede, algunos cardenales y algunos ortodoxos. La Iglesia promete no convertir a los ortodoxos. E incluso condena los intentos por convertirlos, a lo cual llama “Uniatismo”. Una vez más, la respuesta de la Santa Sede fue: “Eso no forma parte del Magisterio”. Y recientemente hubo un documento publicado por el Cardenal Koch sobre las relaciones con los judíos (Documento de la Comisión Pontificia para las Relaciones Religiosas con los Judíos, 10 de diciembre de 2015). Es un documento terrible, completamente herético, que afirma que los judíos pueden salvarse sin pasar por Nuestro Señor (§ 36). Es exactamente lo contrario a lo que nos enseñan las Sagradas Escrituras, que dicen esto a los judíos: “No hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, mediante el cual podamos ser salvos” (Hch 4, 12). En otras palabras, no hay otro medio de salvación más que Nuestro Señor Jesucristo. Y el Cardenal Koch piensa que se puede hacer una declaración afirmando lo contrario. Pero, eso sí, nos dice por escrito (en el prólogo): “Esto no es una enseñanza doctrinal”.

Entonces, ¿a qué están jugando? Enseñan sin enseñar. Esto genera confusión en todas partes. Es una nueva postura. Hasta hoy todos los católicos tenían muy claro que cuando Roma habla: Roma locuta est, causa finita est. Roma ha hablado, Roma ha enseñado, y fin de la discusión. Y ahora resulta que nos dicen que no, que “esto pretende ser un punto de partida para posteriores reflexiones teológicas”. En muchas de sus encíclicas, Juan Pablo II incluso habló de “meditaciones”. Ya no estamos hablando de enseñanza, sino de una “meditación”.

Les menciono estos ejemplos para mostrarles el punto en que nos encontramos. Las discusiones doctrinales continúan, y cada vez se vuelven más interesantes porque las autoridades están comenzando a abrir la discusión. Hasta ahora únicamente era “Obedezcan”. Enseñaban y luego: "cállense y sométanse". Pero, de pronto, su actitud ha cambiado. Creo que se están viendo forzados –esto es una especie de conclusión que saqué de lo que el arzobispo Pozzo me dijo–, están siendo forzados por la situación tan catastrófica, por la confusión absolutamente universal que reina, incluso en Roma. Se están viendo forzados a hacer concesiones. Ya no pueden seguir manteniendo sus posiciones; ya no tiene sentido hacerlo. Esto me hace pensar en las palabras del Cardenal Müller en el 2014. Nos dijo “Están obligando a la Congregación para la Doctrina de la Fe a dedicarles tiempo precioso, cuando existen en la Iglesia problemas gigantescos”. Eso suena interesante, ¡pero es precisamente lo que nosotros les estamos mostrando! Súbitamente están admitiendo que hay problemas gigantescos en la Iglesia. Y se dicen entre sí: Esta Fraternidad no es un problema tan grande. Pero, al mismo tiempo, se enojan porque nosotros les decimos “Ustedes son el problema”. Ya no saben cómo tratarnos, y entonces empiezan a hacer concesiones. ¿A dónde conducirá todo esto? Pronto lo veremos. Pero pienso que actualmente la situación es tan catastrófica que está ocasionando una reacción extremadamente interesante. En distintos niveles.

Al nivel del diálogo, todos los obispos enviados por Roma con quienes hemos tenidos discusiones doctrinales durante los últimos dos años nos han dicho que los puntos en discusión, los cuales siempre son los mismos, son “cuestiones abiertas”. Todos dijeron esto, incluidos los cardenales. “Cuestiones abiertas”, significa que son objeto de debate. Por lo tanto, ya no son obligatorios. Y estas discusiones están dando frutos. Todavía no los vemos, porque esto está sucediendo al nivel de la reflexión teológica. Y eso, sin duda, toma mucho tiempo. Algunos pasajes escritos por Monseñor Pozzo pueden ser interpretados como si quisiera usar estas discusiones para intentar corregir la dirección de la Iglesia. Pero no se atreve a decirlo demasiado fuerte, precisamente porque la mayoría camina hacia la dirección contraria.

Apoyo inesperado

Por otra parte, con todo lo que el Papa está haciendo, ha habido protestas por parte de algunos cardenales acerca de las cuestiones morales, el matrimonio, la comunión para las personas divorciadas y vueltas a casar. Varios de ellos han dicho clara y abiertamente que se niegan a aceptar esto “No, no vamos a hacerlo”. Y están también los obispos africanos, quienes han declarado explícitamente que por ningún motivo darán la comunión a las personas divorciadas y vueltas a casar. Esta es una reacción que le dice no a la autoridad suprema. Cosa que nosotros hemos hecho durante cincuenta años. Esto se vuelve extremadamente interesante. Ya no somos los únicos.

Algunas personas dicen: “¡Cuidado, mucho cuidado! Si aceptan un acuerdo, después los silenciarán”. ¡Pero eso ya no aplica! ¡Se acabó! Ya hay otros que también están hablando. Ya no somos los únicos. Ya no tenemos un monopolio sobre las protestas. No son tan numerosas, pero todos los días aumentan. Y luego, de vez en cuando, recibo algunas cartas como esta. Voy a leerla en inglés porque expresa una imagen: “Aférrense a sus armas. Siempre aférrense a sus armas”. Esto significa "No quiten las manos de las pistolas. Manténganlas ahí firmemente". En otras palabras: “Defiéndanse. Siempre. Y niéguense a transigir en las cuestiones que no pertenecen realmente a la esencia de la fe: libertad religiosa, ecumenismo, diálogo con las religiones no cristianas. Somos muchos en la jerarquía que pensamos y creemos en lo que ustedes están haciendo sobre estas cuestiones”. Fue un obispo quien me escribió esto. No escribió “Yo”, sino “somos muchos”. Escribió también otras cosas que no me atrevo a leerles porque su carácter es demasiado laudatorio, pero esta es la idea: “Necesitamos voces que nos indiquen los límites de nuestra libertad en esas áreas”. Dice que la Iglesia, que enseña la Verdad, se encuentra actualmente perdida en las zonas grises, en la ambigüedad. “Vengan en nuestra ayuda”. Y también: “No se desprendan de nada, sigan así, ¡lo necesitamos!”. ¡Esto es algo nuevo! ¡Nunca antes había sucedido algo así! Los obispos solían decirnos "Es evidente que hay problemas, pero, bueno...". Y ahora nos dicen “¡Resistan, lo necesitamos!”. Pero no hablan demasiado fuerte porque saben muy bien que si lo hicieran, se estarían cortando sus propias cabezas.

Pero están trabajando en silencio, están trabajando para restablecer la Misa de siempre, tal y como un arzobispo me dijo “Tengo toda una generación de sacerdotes que están perdidos. No se puede hacer nada con ellos. ¿Qué es lo que hago? Me hago cargo de los más jóvene..” Y me dio dos parámetros: la formación sacerdotal en teología es la Summa de Santo Tomás, y en la espiritualidad, es la Misa Tradicional. No les digo los nombres de estos obispos porque no queremos exponer a estos prelados, pero son muchos. ¡Y son obispos jóvenes! ¡Algunos de ellos fueron designados por el Papa Francisco! ¡Esto significa que no todos los obispos y cardenales que el Papa designa son malos! Se encuentra totalmente confundido, al igual que toda esta situación, lo cual ha aumentado también la confusión general. Pero es muy interesante ver que existe este movimiento, y estoy seguro que ya no se detendrá. ¿Por qué? Porque estos obispos pueden ver en dónde se encuentra la verdad, y no cederán. Están enojados, se encuentran acorralados, porque están dentro del sistema, pero ya no cederán. Al igual que los sacerdotes que han descubierto la Misa Tradicional, harán todo lo que esté en sus manos por conservarla. Están enojados, acorralados, pero continuarán. Estos son enfrentamientos que se han ganado.

Continuar la lucha con medios sobrenaturales

Todavía hay muchas batallas por delante. Pero en medio de este desastre, que es verdaderamente desesperado, lo suficiente como para hacer que se pierda la fe, ¡no debemos desesperar! Esta Iglesia es la Iglesia de Dios; ha sido transformada en un increíble campo de batalla sin precedentes, pero vemos, y esta es precisamente nuestra historia, la historia de cuarenta años de nuestra Fraternidad, vemos lo mucho que el Buen Dios está con nosotros. Cuánto nos asiste, cuánto nos bendice, a través de todas las miserias y desgracias que hemos experimentado, a las que hemos sido sometidos. A pesar de todo, el Buen Dios está ahí: por encima de estas miserias humanas está la fe y esta obra de fe que está creciendo. A pesar de todo, seguimos abriéndonos paso discretamente, cuidadosamente, en nuestro trabajo diario. Y los invito a que continúen haciéndolo.

Obviamente estas son situaciones extremas. Y ustedes también tienen la obligación de aferrarse a los documentos que son sensatos y santos. A todas las encíclicas de los Papas anteriores al Concilio. Esto es el alimento que los protege contra toda la locura que se encuentra por doquier actualmente. Son increíbles las cosas tan tontas que la gente puede decir. En todos aspectos. Humanamente hablando, uno se podría preguntar cómo hacer para escapar de esta situación. ¡Pero no se trata de una batalla humana! ¡Y nuestros medios son sobrenaturales! Y, en realidad, si la Fraternidad sigue existiendo es porque está cimentada sobre estos medios sobrenaturales y, sobre todo, como ustedes bien lo saben, sobre la Misa y sobre la Santísima Virgen. Estos dos elementos son, por decirlo de alguna manera, los tesoros que Monseñor Lefebvre nos dio. La Misa, el sacerdocio, con toda la influencia de Nuestro Señor, lo que llamamos su Reinado Social, y la Santísima Virgen. Si continuamos así, estamos bien. No debemos preocuparnos, el Buen Dios está aquí. Y lo demuestra todos los días. Por lo tanto, es necesario continuar.

No estén todo el tiempo preocupados preguntándose: “¿Habrá un acuerdo o no?” Yo mismo no lo sé. ¡Ya veremos! Lo que sí sé es que no cederemos, con la gracia de Dios. ¡Que venga en nuestra ayuda! Recemos por esta intención. Y, para finalizar, ¡agradezcamos a Monseñor Lefebvre! Debemos estar muy agradecidos con él y no olvidarlo. Y gracias también a todos los que apoyan esta labor, y a ustedes también, queridos fieles.

Para conservar al carácter distintivo de esta conferencia, se ha mantenido el estilo hablado.

Fuente: FSSPX/MG – Transcripción, título, subtítulos y citas por DICI no. 342 octubre 14, 2016